Hace mucho que Sancho no es un nombre de moda, pero si se buscan referencias en documentos de cierta confianza, en aljamías, en versos o en crónicas, tal nombre aparece repetidamente en el Norte de España entre los siglos X y XV.
Sancho primero “El Craso”, nacido hacia el 932 y que fue rey de León, es coetáneo de Sancho Abarca de Navarra. Seguido de estos hay varias citas de Abd al Rahman Ibn Sanyul (Sanchuelo de Córdoba), lo que indica que había una gran permeabilidad e intercambios militares y de técnicos y estrategas entre cristianos y musulmanes.
Entre grandes hombres –ya entrado el nuevo milenio- están Sancho Ramírez rey de Aragón y Pamplona, Sancho II de Castilla, hijo de Sancha, apodado el Fuerte (antes de que lo fuera Sancho VI de navarra) y primer rey de Castilla y León, Sancho VI “El Sabio” de Navarra, Sancho VII de navarra, “El Fuerte”, que se trajo las cadenas de Miramamolín, Sancho II el Piadoso, rey de Portugal…
También hubo Sanchos que no fueron reyes, como Sancho Pérez de Paz o el teólogo Sancho de Moncada, para llegar al siglo XVII con el Sancho más popular, Sancho Panza.
Si el lector se interesa por la etimología y quiere saber de donde procede este nombre de claro origen ibérico, se dará de bruces con la pugna entre el oficialismo y lo esotérico: Unos que quieren que proceda del Latín y de un modelo de santidad que proyectaba la forma “sanctus” y otros que lo ven como derivado del dios Sauco (del juramento).
Ambas ideas refinadas, cocinadas por individuos lejanos al pueblo y al momento, están lejos, muy lejos de la sencilla explicación desde el Euskera, que además de aplicar una coherencia radical, es refrendada por numerosos casos parecidos en que los motes y alias se transforman en nombres, se ponen de moda y duran años.
“Sa” es un vocablo corto, conciso y concreto que significa vientre.
“Ancha” es el adjetivo principal que equivale al latino “amplius” y que ha dado en el castellano “ancho, grande”.
Si conseguimos abstraernos de esta cultura global que censura a los gordos y pensamos que en la alta Edad Media el estar grueso, gordo, era un signo de distinción y –a la vez-, muestra de un nivel económico superior, no es difícil entender que “Sa ancha” fuera un apelativo cariñoso (que significando “tripona”, y que era añorado, incluso deseado).
La adopción por el Castellano creó la dualidad de género Sancha-Sancho y durante seis o más siglos, el nombre fue muy recurrido.
Avanzado el Renacimiento, Cervantes rescató el nombre para popularizarlo de nuevo en un personaje tripón, sencillo y adorable, sin el cual su caballero no hubiera podido desarrollar su desinteresada aventura de liberación de oprimidos.
¿Porqué don Miguel describió a un escudero barrigón y zampabollos?… Seguramente porque entre la gente culta del momento aún estaba viva la memoria de Sancho Primero el Craso, el primer rey de Castilla y León, glotón insaciable que dicen que llegó a pesar un cuarto de tonelada y al que tras el fallo estrepitoso de la dieta a la que le sometiera el mejor médico de la época (cosido de la boca y alimento mediante cánula con sopa e infusiones), sus nobles destronaron sin miramiento.