Santolaya, Santa Olaya, son denominaciones relativamente abundantes en la toponimia y en la genealogía, que se pueden encontrar con variaciones caprichosas y que el mundo de la Iglesia y la cultura ha definido desde hace siglos como alteraciones del hagiónimo Santa Eulalia, la santa emeritense que también los catalanes reclaman como suya y cuya aparente presencia territorial como nombre de lugar, llega a Portugal o Francia.
Las variantes de esta serie entre los nombres de lugar de España son numerosas (más adelante se enumeran las más importantes) y su consideración permite aventurar algunas hipótesis que ponen en duda la seguridad con que el estatus cultural dominante certifica que todos estos nombres derivan de Santa Eulalia, la jovencita emeritense que se enfrentó con una dialéctica soberbia a la autoridad romana y fue martirizada en el siglo IV.
Según los apologistas del Griego, “eu lalia” es el nombre con que se define una buena expresión oral, esto es, la persona que habla con elegancia.
En cuanto a la proporción de apariciones de nombres parecidos en Toponimia, aparte de los representados en la tabla que viene después, hay otros como Santolayas, Santolaja, Santolage, Santolacia, Santolari, Santolarieta o los Picos de Santolaja a más de 1.200 metros en Picos de Europa, en la foto siguiente, cima con protuberancias rocosas no angulosas, sino redondeadas, que el estudioso es tentado a pensar que ese “aja” del final se refiera a “atxa”, es decir, peñas.
Y es que hay muchos orónimos como éste en el que, claramente las peñas con relieves curvos destacan sobre todo lo demás y no se ve relación posible (por su lejanía respecto a las urbes y a las zonas frecuentadas) con la referencia a una mártir adolescente.
Otros topónimos de parecida genética son, Laña, Olaña, Ulaña, Lania, Laria, Llania, Fuente Olacha, Cerro la Bolacha, Rotolaya, Collado de Santolacia, Mandolaria, Candelaria, Valdelaria, Barranco Falasia, Portillo de la Sía, Arroyo de las Alelias, Olasa, Olatxar…
En la siguiente tabla se recogen los más llamativos.
Algunos comentarios que surgen son elementales: El primero es la evidente familiaridad “sonora” en estos -casi- cuatrocientos nombres de lugar y aún en otros en los que la parte central, “olai-eulai” está difuminada.
El segundo es que cerca del 90% de ellos llevan el precursor “santa”
La fórmula más abundante de este grupo mayoritario es la que se destina a elementos geográficos o antropogénicos complementados con “… de Santa Eulalia” que se dan en los husos 29, 30 y 31, siendo la mayor abundancia correspondiente a ermitas, iglesias e “igresias”, muchas de ellas lejos de cualquier núcleo habitado y en entornos sin condiciones para acoger edificios y sin restos o indicios de muros o cimientos.
En cuanto al análisis físico, es frecuente que la zonas llamadas Santa Olaya/Eulalia muestren ondulaciones del terreno que en el caso de tierras o conglomerados blandos presentan amplitudes del orden de 200 (o más) metros asemejando un tren de olas marinas, por ejemplo, cerca de Aracena en Huelva, coexisten Eulalia y Olaya (dos mapas siguientes) en una sierrita con profundas ondulaciones, posiblemente llamadas desde época prehistórica, “salta ola ai a”, “salta”, interrupción, “ola” ondulación, ola; “ai”, peña, “peñón con ondas”, para llegar a dar en “Santa Eulalia” ya en época medieval por la presión cristiana.
O en Cantabria cerca de Peña Redonda.
Y en Huesca, barrancos y roquedos.
En Navarra, en terrenos sedimentarios.
Coincidencia -otra vez- de montañas o roquedos de formas curvas u onduladas, como en el Valle de Santa Eulalia en Palencia y Zamora:
Curvas que en zonas cársticas pueden corresponder a torcas o dolinas, como esta del Alfoz de Lloredo en Cantabria.
Y en Llayo, Liébana. Este “la..ayo” equivale al “Ajo” del cabo cántabro o la Peña de los Ajos en Alicante.
A 1.500 metros en la ermita que hay en lo más remoto del Parque de Somiedo.
En Palencia,
Cerca de Cáceres,
En la Hoya de Málaga, la Sierra Olaya.
Otra vez en Huesca, Santolarieta en Santa Eulalia de la Peña, es quizás el ejemplo más contundente de formas redondeadas, “ola”, de peña, “aia”, transformada en el nombre actual. Foto de portada.
El tercer componente (que falta en algunos lugares), es “santa” o una de sus posibles variantes: “salta, sarta, sasta o chanta” 2) y es más difícil de asignar porque puede responder a la evolución de varias formas originales. “Salt” suele corresponderse con un salto o escalón del terreno, coincidiendo con el verbo saltar del Euskera y de todos los romances (conservan la “t”), pero que Latín (“salire”) y Rumano (“a sari”) desentonan.
“Sart” (variante de “sarta”, haz, manojo…) en cambio, suele presentarse en entornos en que un relieve u otro rasgo llamativo se repiten.
“Sast” es propio de entornos con cortes u hondonadas prolongadas y “chant, txant”, indica un teselado, un cambio de texturas o tonos en el terreno, algo que cuando era natural, respondía a condiciones de suelo y subsuelo y que la agricultura ha alterado durante milenios y hoy es difícil de identificar.
En conjunto, estos formantes se encuentran en diferentes combinaciones en los cuatrocientos nombres citados antes y en muchos otros, suponiendo un desafío soberbio que se está en vías de irse resolviendo a pesar de la inercia de siglos de cultura pro latina y de una Iglesia Católica que con una política de modificar infinidad de nombres para aproximarlos a los de sus santos, ha hecho desaparecer muchos indicios y lo que es peor, ha inoculado en el subconsciente de la gente, la idea de que dioses, santos y mártires han llenado de nombres la geografía prehistórica, siendo que los nombres de lugar son mayoritariamente indicadores de condiciones físicas del entorno, no de los personajes que pudieran haber pasado por allí o haber sido mencionados por algún motivo.
Como resumen se puede plantear que una parte de los lugares con estos nombres y que exhiben relevancia física, fueron originalmente del tipo “salta ola aia”, en referencia a un modelado con dominancia de formas curvas. En otros nombres que encajan mejor en la micro toponimia de predios labrados, hay que pensar que tal como sucedía frecuentemente, con el sedentarismo, nombres contundentes o de gran personalidad, son trasladados a las fincas, donde no hay otro rasgo que el suelo laborable, así que tras siglos de influencia de la Iglesia, se repite el nombre ya alterado en numerosos predios y ermitas de culto campesino.
[1] Los puntos suspensivos indican que delante va algún elemento como Arroyo, Ermita, etc. [2] Existen lugares para todas estas versiones: Salta el Cardo, Salta Caballos, Saltagallos. Sartaguda, Sartalejo, Punta Sartaña, Gallisasta, Sástago, Chantada, Las Marchantas…