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Sardinero

Se puede apostar que la playa más famosa de España es la santanderina de El Sardinero y con igual seguridad se puede porfiar a que todos, incluidos los nativos, dan por seguro que se llama así porque allí se pescaban sardinas. De hecho, Wikipedia ni siquiera lo cuestiona.

Yo no estoy tan seguro aunque la urbanización que todo lo pringa, llegue a borrar señales que –antes evidentes para cualquiera pudieran darnos pistas en contra de ese axioma-, hoy solo pueden ser leídas por personas muy familiarizadas con la evolución de la morfología superficial, con los fenómenos asociados a ella y con las tipologías de edificación y obras públicas; por especialistas.

En la imagen superior extraída de los mapas 1:25.000, se usa el nombre de Sardinero para la ensenada, el fondeadero y los depósitos de arena sobre los que se ha construido el Campo de Futbol, la Universidad, un parque y numerosas edificaciones. La variable línea de costa, la playa que buscan los veraneantes, solo lleva ese nombre “por defecto” ya que los cartógrafos parecen haber declinado llamar así a la cinta de “playa inter mareal”, a favor de la submarina y la terrestre.

Pero El Sardinero no está solo y aunque parezca contradictorio, en España abunda más este topónimo en el interior áspero que en las costas de los tres mares: Hay varios Arroyo del Sardinero (en Cáceres, en la frontera entre Jaén y Córdoba y en la propia Córdoba), Barranco del Sardinero, en Daroca, Zaragoza, sendas Casa del Sardinero, en Castellón y en la Cañada Real de Merinas en Cáceres, e incluso una Caseta del Sardinero en Valencia.

No falta un par de Sardinero –sin artículo-, uno en la vega del Río Tinto y otro, un cerrito en Valencia.

También en plural, hay un Collado de los Sardineros en las Hoces del Cabriel, entre Valencia y Cuenca y un Collado Sardinero en las sierras occidentales de Huelva. O un Cortijo del Sardinero en la Sevilla interior.

Finalmente hay hasta una decena de El Sardinero “a secas”: Cáceres, Sevilla, Burgos, Alicante, Toledo, Ceuta, Santander (Comillas), Badajoz, Zamora y frontera entre Huelva y Badajoz. También hay en Albacete una Haza del Sardinero y en Segovia, un Hoyo del Sardinero.

Y las ruinas de un pueblecito en lo más alto de la serranía valenciana que se llama Los Sardineros.

Para terminar con el género masculino, hay en las llanuras toledanas una tierra de labor que se conoce por Sardino, totalizando alrededor de cincuenta lugares que en buena lógica deberían referirse a lugares de abundante sardina, a predios o a inmuebles que hubieran encargado pescadores (o vendedores) de sardina.

Pero este pececito cupléido, parece dar mucho más de sí con la forma genérica “Sardina” y sus derivados como Sardineta, Sardinera, Sardinar, Sardinilla, Puigsardin, Navasardina, Pan y Sardina, Valdesardina, La Sardinilla, Las Sardinetas, Las Sardinillas, Pisardina, Rabosardina, Sardinapresa, Sardinola, Sardinyola… hasta ciento cincuenta nombres del mismo tipo.. y de nuevo, casi todos en el interior.

Por empezar con algo, es curioso el otero llamado Puigsardina en la zona de La Selva de Girona, donde es notoria una cantera de extracción de gravas y arenas que lo hará desaparecer en unos años. Imágenes de satélite y carretera de Google Earth.

O el Río Sardinilla en Andújar, verdadero ejemplo de rambla con un cauce de gravas, que recorre más de 15 kms. hasta entregarse al Jándula, ya en el embalse de este mismo nombre.

Además, la “x”, a veces se cuela reemplazando a una “j”, pero también a una “s”, así, lugares como Laxardi ó Xardinen Borda en Navarra, pudieran haber sido candidatos a sardinas, de la misma manera que otras veces el ensordecimiento de “z” a “k”, pudiera haber jugado una alteración desde Sardina a la treintena de Cardina, Cardinos, Cardinche, Cardinillos… que se encuentran distribuidos en barrancos o laderas pedregosas que lo mismo están en la muga que comparten Aragón, Valencia y Castilla la Mancha, que en el prepirineo Leridano, en la sierra litoral asturiana, en la cordillera Cantábrica central o en el extremo occidental onubense.

La “ch” y la “j”, también tienen su representación en este proceso de sustituciones.

Dicho esto, no puede extrañar que a quienes manejamos miles de nombres, que muchos de ellos nos parezcan engañosos.

Especialmente si quien analiza estos nombres los conoce desde antaño.

Por ejemplo, a media altura de la “Ría de Mundaka” de Bizkaia, ahora denominada Ría de Urdaibai para suavizar susceptibilidades entre Gernika y Mundaka esta la islita de San Antonio, también conocida como Isla Sandinere, que en pleamar queda reducida a unos pocos cientos de metros cuadrados, pero según baja la marea comienza a crecer a gran velocidad dejando expuesto un gran domo de arena con sus pocitos que hacían la felicidad de los pequeños que llegaban hace sesenta años como colonos en California con sus baldes y palas de hojalata en un tren de vapor conocido por todos como “Isabelita” en un mundo anterior al plástico…

No hay muchos casos en que se haya conservado la “n” original, pero los pocos que quedan son muy sugerentes, como el río Sandanín, afluente del Esva, en Asturias, que aporta un fértil cono de deyección, el Soto de San Daniel en El Escorial o la Ermita de esta misma advocación en Zaragoza, donde el Río del Campillo deja un gran depósito de arenas y la Platja de Sant Antón en Palamós, hoy en día desvirtuado por la urbanización masiva el gran “hinterland” de la playa, antes llamado San Daniel, pero que se aprecia muy claramente en cartografía de los años 40.

La adaptación de los nombres originales a las lenguas que se han ido consolidando en cada región, han decantado en variantes que se repiten. En las zonas castellanas, el conjunto “sanda…” se ha conservado en tanto que en las catalanas ha dado en “sant da…”, coincidiendo en ambas las poquísimas ocasiones en que existen San Daniel ó Sant Daniel (apenas seis), que hacen pensar en qué demérito pudieran haber tenido el profeta o el santo italiano para tener tan pocas representaciones en el territorio en comparación con otros santos.

Nuestra sospecha es que hay una coincidencia de proximidad excesiva entre San Antonio, San Daniel y las formas parecidas “Sanda…”, “Sande…”, “Sandi…” y que el nexo compartido pudiera estar relacionado con las formas de los depósitos de arenas. La dilución posterior de los significados de los nombres ha sido acelerada por una tendencia a la sustitución de las “n” por “r”, para dar “Sarda…”, “Sardi…”, más familiares o de moda.

Sin embargo, algunos lugares paradigmáticos como el entorno de Saint Denís de París, que en realidad (lo de Dionisio es una mentira piadosa) fue una inmensa playa e isla fluvial donde un dédalo de ríos que iban al Sena y que luego fueron captados por el Canal de Saint Denís habían dejado durante milenios, millones de toneladas de una arena que primero fue rica tierra de labor y luego suelo urbano parisino y centro de pasión futbolera.

Algo parecido, aunque a otra escala ha sucedido con el barrio Bizkaíno en que está mi caserío: Sandeliz, lugar compuesto por calcarenitas rubias, que solo se diferencia del parisino en la “l”, muy al estilo de un pueblo y apellido muy corriente, Santelices.

Todos sabemos que en la simplificación del euskera actual a la arena se le llama “area” (fusión de “ar”, piedra y “ea”, trituración, pero en la antigüedad había una gran riqueza descriptiva y no se llamaba igual a la arena arrastrada por la corriente (“ondar”) que a la depositada de forma selecta según calibres (“legar”), a la gravilla (“sar”), a los finos que arrastra el viento (“loes”), a la compuesta por varios calibres brechosos (“arripio”), a la de acantilado (“marla”)… e incluso a los conjuntos estables depositados durante milenios, que se conocían por “sand”.

Sí, como el “sand” del Inglés y otras lenguas germánicas.

Así, es probable es que el bonito lugar de la salida al mar en la ensenada de Santander, se llamara Sandinero hace miles de años y el olvido de su significado en la lengua vernácula, unido a la abundancia de pescado en el entorno, con una representación “no menor” de la sardina, llevara al vulgo a relacionar ambos nombres y a las clases altas a legalizarlo en relatos y diccionarios.

Su significado según “sand i (n) ero”, vendría a decir “el arenal modelo”, es decir, una lengua estabilizada que comienza tierra arriba, en varios regatos que aportan materiales, un cuerpo central –sin duna-, por estar protegido de vientos dominantes y reinantes, la playa de marea y la playa submarina.

La lista de lugares a investigar es infinita. Valgan como ejemplo: Agra de Sandamil en Lugo, el Sandal en León, La Sandalia, una vega centrípeta en el río Alagón, en Coria, Sandaña en Navarra, playa del río Sandeo en Ares, Sande (21 lugares), zona de colmatación en Coruña, alto árido en Coria, el mencionado Sandeliz, con calcarenitas, Castelo y cerro de Sandiane y fortaleza de Sandiás en la llanura arenosa de Limia, río y playa Sandión en Muros, río Sandiás, hoy canal en la llanura de Xinzo de Limia, Sandillanas, planos arenosos en el Teleño, León, Sandinas en una llanura del río Cea en León, la Isla Sandinere en Urdaibai ya citada, Sandines en la llanura del Tormes, Sandiosa, terrazas en Almería, Villa Sandina , llanura arenosa en Sahagún

Esto no es sino un primer ensayo que deja pendientes muchas dudas, como la de explicar la reiterada presencia de rocas aún íntegras junto con otras en avanzado estado de fracturación, presencia de ripio y arena en numerosos lugares llamados Sardina, Sardaña, etc.

En la foto, Peña Sardina, cerca de Sonseca, Toledo.

Continuará.

Sobre el autor

Javier Goitia Blanco

Javier Goitia Blanco. Ingeniero Técnico de Obras Públicas. Geógrafo. Máster en Cuaternario.

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