Hay incógnitas que puede que algún día se descubran. Una de ellas es la de saber desde cuando la humanidad ha usado partículas mínimas de tiempo en sus actividades normales o en la investigación; por ejemplo, el segundo.
Si se comienza por las evidencias, hay que rechazar instrumentos como las clepsidra de los griegos, cuya precisión no se discute, pero cuya discriminación quedaba lejos del segundo para irse al siglo XVIII y a los primeros cronómetros de bolsillo y a los relojes para barcos como el que construyera Harris para la Royal Navy, que colocaban sobre una doble suspensión cardan.
Sin embargo, los fanáticos de la cultura romana aseguran que en aquella sociedad (que menospreciaba el avance científico) no solo se manejaban los minutos (dicen que se llamaban “pars minuta prima”), sino que ya habían decidido dividir el minuto en sesenta partes que llamarían “pars minuta segunda”. No explican cómo eran capaces de hacer semejante división, cómo la medían ni para qué la usaban, pero tirando de esa referencia ya tenían disculpa para pasar de “minuta segunda” a segundo.
Es posible que en círculos de científicos, geógrafos y navegantes trataran de partes de tiempo menores que el minuto pero de eso ni ha quedado registro, ni hay voz popular alguna que recoja algo distinto al “momentum” o al “temporis punctum” que se citaba hace unos días, así que vamos a remover papeles y recuerdos a ver si surge alguna otra idea.
Voces parecidas están en todas las lenguas latinas, en algunas germánicas, en alguna eslava (“sekonde, sekunda…”) y en alguna védica (“sekanda, sekenda…”), pero todas las explicaciones se pierden en la niebla del “IE”1
Muchas de estas raíces son falsarias por haber sido inventadas a través de conjeturas sobre palabras compuestas que se encuentran principalmente en lenguas germánicas y de la India y aparecen en la literatura adornadas con un engañoso asterisco que parece dotarlas de pasaporte, pero que en realidad indica… que no han existido o –al menos- que nunca se han encontrado.
Esta actividad “recomponedora” tuvo su periodo álgido en la segunda mitad del siglo XX y nunca accedió y mucho menos, profundizó en la Semántica del Euskera, donde sí que existen, se conocen y se usan muchas de esas raíces; entre otras la forma verbal “segi” (sonido segui) que lleva consigo la idea principal de continuar con aquello que se esté haciendo, sea una actividad intelectual, física, rutinaria o poética, lo que tendría alguna coherencia con la forma latina de “pars minuta segunda”.
Pero esa construcción alambicada no es propia del Euskera elemental y sencillo al límite, así que tendría mucho más aire de veracidad el que se partiera de “une”, momento y “se”, minúsculo, parte menor de algo grande, que en la forma “se (g) une”, donde la oclusiva sirve de enlace intervocálico, significa sin duda ninguna, “momentito” y que rematada por el sufijo verbal “tu”, hacer, fabricar, daría un impecable “seguntu”, como ahora mismo se dice en calles y en entornos cultos.
Un segundo…
1 Abreviatura de un supuesto idioma indo europeo en el que se ha decidido que debió haber una raíz tal que “sek” relacionada con el seguimiento a algo o alguien.