La sutileza, una condición natural de ciertos seres y de algunos fenómenos ha sido secuestrada por el Humanismo para describir condiciones humanas como la finura y agudeza, la sagacidad y el estilo elegante y sencillo, así que su adjetivo, sutil se dice así desde los albores de la edad moderna (siglo XIV) y la internacional de sabios puesta de acuerdo nos dice ser una palabra latina, que en la estructura de un tejido, se refiere al hilo que es el más fino de los dos que la componen, así nació como “sub telas” (acusativo)> “subtilis”, pero según ellos, no solo es más fino, sino que el nombre viene de que pasa por debajo (para que se cumpla su ecuación “sub”), pero, o no saben la filosofía del telar ni de la sutileza o quieren engañarnos.
La trama de una futura tela consiste en un número impar de hilos tensos como una gran guitarra llamados “trama”, de manera que nones y pares se puedan izar o bajar antes de cada futuro paso de la lanzadera que lleva consigo un hilo devanado, muy largo, llamado “urdimbre”, hilo transversal que va sujetando a los longitudinales a cada pasada, pero que no pasa por debajo ni por arriba, sino entre unos y otros, siempre por su carril mientras los que suben y bajan son los pares y nones y un peine empuja a la urdimbre recién tendida contra el tejido ya formado para apretarlo formando la tela.
No solo por eso es absurda la pretendida asignación de “subtilis” a ese pretendido hecho tecnológico, sino que en tres importantes lenguas latinas, Español, Francés y Portugués, no existe la “b”, lo que sugiere otro origen y además está el Sentido Común que debería ser de aplicación previa y general a todo postulado elucubrativo como los que gustan a los lingüistas y que en este caso sobrevaloraban de forma descarada al Latín, dando a entender que hasta que los romanos no tejieron no hubo nombre para la sutileza en las generaciones anteriores, una pretensión velada que desde la cultura se trata de imponer como paradigma para calificar de brutos e insensibles a los pueblos que su imperio dominó.
Antes de plantear otro posible origen mucho más lógico para lo sutil, es oportuno poner en duda que la propia tela proceda de una imaginaria “texla” ni de la imaginaria raíz indoeuropea “*teks”, fabricar, sino del Euskera “ten”, estirar y “la” sujetar, “ten la”, que con la frecuente síncopa de la velar, queda en “tela”, cutícula formada por una matriz de hilos que es mantenida por la tensión y el apriete mutuo.
Igualmente, el nombre de la urdimbre (que se asigna en bibliografía al verbo latino “ordior”, empezar), hilo que se dispara con decisión mediante la lanzadera hacia el otro lado, se explica desde “urt”, arrojar, disparar en Euskera y que completado con “igi”, movimiento, acción, una vez unido y recortado por el apócope, queda en “urti”. Luego, la terminación “bere-bre” que indica docilidad, flexibilidad, dulzura de comportamiento, remata la “urdimbre” que vendría a decir, lanzamiento del hilo maleable, lo que es en realidad.
En cuanto a la sutileza como ideal de elevación, estos días de invierno adelantado que he vuelto a prender as chimenea de casa, he comprobado cuán poco sabemos del fuego y sus procesos y cómo los antepasados prehistóricos tenían que conocen muchos de sus secretos ahora olvidados. El experimento puede ser completo si se desarrolla con fuego en exterior, por ejemplo, en un bidón donde se queman las tablas inservibles tras años en los pesebres, hierba, zarzas secas y restos de cosechas: El fuego es quizás la reacción química más rica y cuya contemplación, siempre distinto te puede robar todo el tiempo que te sobre.
De todos esos fuegos posibles, hace unas noches cuadró un raro momento sin viento y del bidón que estaba ya atemperado por llevar un rato ardiendo, surgió una llama derecha como una columna que solo parecía querer subir sin entretenerse por los costados. No me dio tiempo a sacar el teléfono para inmortalizarla, pero la idea que me trajo fue rotunda: Sutil.
La que he sacado de Internet no es comparable a aquélla tan efímera pero se parece a la que imaginó Van Gogh y da una idea de que en la antigüedad y ante el fuego de la noche, seguro que ha habido ocasiones semejantes en que las llamas se dejan de remolinos y suben derechas muy alto, como no queriendo disolverse: “Su” es el fuego genérico y “til” la idea de verticalidad, de esbeltez, la que aparece en elementos elevados como cantiles, castillos; en los grátiles y mástiles de las velas, en los pretiles… “sutil” un fuego esbelto, ideal, no perturbado.
Y es que el fuego fue el primer fenómeno que tras el manejo de palos y piedras multiplicó el potencial de los humanos para dominar este mundo y su huella aparece también en multitud de adjetivos, verbos y sustantivos; quizás “suave” sea uno de ellos, voz que a finales del siglo XVII se recogía por Covarrubias como “suavecosa”, solo prendida a un ente o cosa y que Terreros dos siglos después ya explicaba como se ve en la imagen de portada.
Porque la explicación actual para este adjetivo a partir del “suavis” latino, que es una forma limitada y tardía en comparación con “mitis” y que solo tiene aparente réplica en el Catalán “suau”, mientras las demás lenguas cercanas prefieren “gentil, gentile, doux, manso, moale…”, abre una posibilidad al Euskera que al fuego “su”, complementa con “ame”, sueño, ilusión, sensación… para hacer “su ame” y tras el uso de milenios, pasar a “su abe”, que corregida la uve para acercarse al ideal latino, quedó en “suave”, quizás la sensación sublime de dormirse cerca del fuego tras una jornada agotadora.