Puede que esta voz tan sencilla y sus versiones en las lenguas cercanas tengan una de las claves que nos pueden ayudar a resolver algunos enigmas del paso de una sociedad prehistórica nómada, cuyos componentes carecían de “propiedades raíces”, como se dice en América a la sociedad sedentaria a la que nos acostumbramos como los orangutanes se acostumbran al balanceo en una rueda vieja.
Puede, también que sea una vez más el Inglés quien llame la atención y nos incite a rebobinar para buscar el porqué de la diferencia (que no existe en Castellano) y de sus expresiones principales para su “uncle”[1] y su “ant, que los eruditos resuelven rápidamente diciendo que se tomaron directamente del Latín “avunculus” y “amita”.
El Francés no anda lejos con su “oncle”, “tante” que sus respectivos remiten al mismo “avunculus” y a la forma antigua francesa “antain” heredera de la misma “amita” aunque no explican el proceso.
El Catalán, a medio camino entre unos y otros, llama “oncle” al macho y “tia” sin acento a la hembra.
El modelo del Castellano lo siguen el Gallego, Portugués e Italiano y los expertos juran que esta línea de igual latitud se debe al “theios, theia” del Griego, porque es el primero que consta en epigrafías.
No obstante esta afirmación, este idioma usaba otras fórmulas como “sunadeifos”, “filos”, “tupos”, “copelia”, “giomena”, “tupissa” que quizás aportaran información detallada, aunque actualmente solo se use “theios, theia”.
Más allá de la simplificación que supone esta civilización nuestra y que se proyecta en la pérdida semántica de la lengua y en la pobreza dialectal de los hablantes, hay detalles como la variedad de nombres y la diferencia en género en Griego, Latín o Euskera (“osaba, oto, izeko, izeba…”), que apuntan a una forma de vida y a unas relaciones sociales y familiares muy diferentes a las actuales.
En Latín, que misteriosamente no tomó la forma simplísima del Griego, se conocían varias denominaciones según fueran hermanos del padre o de la madre, así, “patruus”, “avunculus” “amita” “matertera”…, el primeo, tío paterno y equivalente a severidad, el segundo, tío materno, el tercero y cuarto, tía materna, dejaban a la tía paterna sin distinción aparente.
Puede que la clave esté en la propiedad de la tierra y los grandes cambios que trajo el paso de una vida errante a anclarse -primero-en un “sel”, luego en una “kinta”, más tarde en una “kasa” urbana y ahora en un “hotel de persiana”.
La economía de cada época ha debido de marcar hábitos y reglas más rígidos cuanto a menos aire de cambio social se aspirara, de forma que la relación creciente de la garantía de supervivencia con la propiedad de la tierra y sus inmuebles, fomentó el patriarcado y la solidez del matrimonio, que era fundamental para que no se desmoronara ese patrimonio.
Así, la mujer, que en un mundo sin amarres podía seguir con su tribu pero aparearse cada temporada (uno o dos celos al año) con el macho que le interesara, aportando los hijos al grupo, tenía en su hermano al mejor candidato para educar a su hijo varón con cariño pero sin excesivo proteccionismo. De ahí “osaba”, evolución de “uz aba”, pariente suplente, partiendo de la raíz de parentesco, “aba” y de “uz” como alternativa.
Parece que las hermanas de la madre se encargaban de poner el nombre a sus sobrinos “iz aba” y estas dos formas principales han perdurado hasta ahora.
Pero ya es el momento de incidir en el “avunculus” latino y en la pobreza del Latín para poder explicar su etimología, aparte de relacionarla con “avus”[2], abuelo, relación que no hay quien se crea, basándose en la importante responsabilidad del tío materno en la educación del niño, “una tu”, dirigir, guiar, que se explicaría desde “aba una ko”, expresión en la que “ko” hace de profesión, responsabilidad, viniendo a decir “pariente tutor o responsable de la formación”.
La declinación y la corrección ortográfica de “abaunko” a “avunculus” explica la forma latina y la toma directa del idioma previo cercano al Euskera “un ku n”, con la “n” genitiva, luego virada a “l”, “unkul”, el educador.
Puede parecer más cómodo quedarse en el Latín, pero es tan sugestivo rebuscar entre la chatarra.
Otro día se acometerá al “tío” y las dudas que deja el Griego.
[1] Aparte de Inglés y Francés, muchos otros idiomas usan fórmulas parecidas a “uncle”.
[2] Si “avus” se escribe con “b” y se admite que pudiera ser la alteración de “agu z”, encorvado, reducido por los años, tendría una explicación incontrovertible desde el Euskera.
Amita/tita/tía?
Puedes concretar más?