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Tolosa

Tolosa no está sola en el mundo. Tampoco es una sucursal de la Tolousse francesa. En España hay una cincuentena de lugares que contienen el elemento “tolosa” en singular, plural, con o sin artículo o formando parte de voces complejas como Tolosana, Bartolosa, Labitolosa…

Tampoco faltan variantes como Rotoloz, Tolox pueblo y la colindante Sierra de Tolox o el Cerro Tolochan. Hay hasta Santa Tolosa cerca de Estella.

Pero Mikel, un lector de Eukele que tiene colgado en la red un trabajo ímprobo sobre su ciudad, la Tolosa del Oria, me pedía un esfuerzo por buscar su origen etimológico y así redondear uno de sus epígrafes. Pero antes de nada es obligado negar la interpretación que ofrece la sabia Wikipedia señalando a la voz ligur “toll”, prominencia como origen de su nombre. No hay nada prominente en esta Tolosa aunque no se puede desligar lo ligur de lo ibérico y vasco, porque hay más coincidencias que diferencias.

No es fácil, porque esta forma automática que tenemos de seguir al grande, lleva a los que gustan más de leer que de pensar a sugerir que esta Tolosa del Oria es un calco de la del Garona. Facilita esto el que el Toulouse (Tulus) francés esté citado desde hace dieciocho siglos y ya se sabe que al surco grande caen más piedras que al mediano o pequeño. Lo curioso es que los propios etimologistas franceses, reconociendo que no suena a Galo ni a Latín, llegan a sugerir que el nombre quizás sea aquitano o ibérico… cualquier cosa por no decir vasco.

Vasco, Euskera son términos que se atragantan a los sabios que se pocean en esa crema pastelera que es la lingüística y en las últimas décadas, en el invento indo Europeo.

Los componentes de Tolosa y sus familiares no son abundantes pero tampoco escasos aunque muy propensos a la alteración fonética; entre ellos se han de destacar algunos como “doil-dol”, que se refiere a una circulación lenta de fluidos, “toil” vale como agrupación, conjunto, “tol-tola” y su variante “tor” que indica estrujamiento, plegamiento, amasado, doblez, la terminación “luz-lus”, que expresa dominio de la longitud, largura, o la finalización en “os-osa-ossa” con referencia a pozos o charcas persistentes, si no es un adjetivo indefinido “osá” con idea de totalidad o incluso “ósa”, menos frecuente que se da en fitónimos indicando dulzor.

Es de comprender que el proceso para acercarse a lo que pudo ser un nombre original, quizás aplicado hace seis u ocho mil años como muchos del entorno, conlleva un elevado grado de incertidumbre, tanto por la obvia variación fonética, como por el acierto o yerro al seccionar los supuestos lexemas y, principalmente porque muchos rasgos superficiales del lugar al que se puso nombre, están muy alterados y solo perviven algunos de los estructurales, siendo necesario un itinerario cauteloso y basado mayormente en aspectos contrastados aunque abiertos a novedades, porque esta disciplina de la Etimología Toponímica está aún “en mantillas”.

Las dentales “t, d”, no suelen decantar en otras consonantes, por lo que en principio, siendo la variabilidad limitada, el problema debería ser fácil de resolver, pero el caso es que en algunos de los lugares con ese nombre, apenas hay rasgos de paisaje destacados, en otros (como en las dos ciudades y en algunas tierras de cultivo) la alteración del medio es tal que no es posible apreciar señales de ámbito local como pozas o rocas superficiales y en otro grupo, los ambientes muy diferentes invitan a pensar en una “aproximación” cultural de nombres parecidos a aquel que es más oído: Tolosa.

La Tolousse francesa a la orilla del Garona, si tiene algo especial y es que en su entorno el río se calma, abandona las pendientes fuertes que traía del Pirineo y entra en la llanura central francesa. Esta condición hace que la sedimentación sea muy fuerte y que durante decenas de kilómetros el río se transforme en largas lagunas cambiantes paralelas al mismo que a lo largo de centurias han sido rebajadas notablemente, transformadas en lagos estables, en tierras de labor y canales, condición que aún se aprecia aguas-arriba de la ciudad, donde el Río Ariege se une al Garona.

La Tolosa del Oria no está en una amplia planicie, sino en un cauce muy constreñido y con un rasgo energético e hidrológico muy diferente de la francesa, pero las “playas sedimentarias” en las que se ha implantado la ciudad y sus polígonos, son los únicos en el tramo medio del Oria cuyas otras zonas de deposición de cierta magnitud están en la zona alta (Beasaín-Ordizia) y en la baja, después de Lasarte y Usúrbil. Ver una cartografía de 1940 del punto donde se incorpora el Araxes, cuando la N-1 pasaba por el centro de la población y el tejido urbano se limitaba a la playa inferior.

Se ha perdido la toponimia menor de las zonas de San Esteban y Usabal, completamente urbanizadas y se ha canalizado todo el río, pero estos mismos nombres tienen reminiscencias hídricas. El segundo es evidente y en cuanto al primero, se duda que el santo judío lapidado en los comienzos del cristianismo haya podido ser tan admirado en España como para haber generado casi 500 lugares conteniendo el nombre ”esteban” con o sin el “San” precursor y en casi todas las ocasiones, ligado a fuentes, arroyos, barrancos o ríos, siendo probable que en esta zona a la entrada de Tolosa, hubiera pozas y otras manifestaciones de la dinámica de ribera como canales estacionales que hubieran podido incluso –ocasionalmente- seccionar alguna de estas playas separándola de su ribera y de esta posibilidad hubiera surgido la ejecución del foso medieval que se sabe circundó a la muralla por el Norte.

En ese caso, “toil os a” equivaldría a “zona de pozas”, pero también son viables otras opciones.

También hay una Tolosa en la orilla izquierda de un Júcar que en plena meseta de esa zona de Ciudad Real va encajado en una impresionante zanja de doscientos metros, tan vertical, que a cien metros de ella en la planicie manchega, nadie podría imaginar semejante canal tallado por el río. Aunque el lugar tiene el aspecto de haber sido un entorno habitado por grupos previos a la agricultura, en la zona se dice que el nombre procede de una familia de molineros que construyó ahí un molino en el siglo XVIII. La sucesión de presas en el río, impide saber cómo era el cauce original, aunque la conservación ahí mismo de nombres como “Hoz del Júcar” (se recuerda que “os” es la forma arcaica del pozo o la poza y nada tiene que ver con “formas de hoz”), indicaría que durante el estiaje habría grandes reservorios de agua en esas pozas.

En la imagen de Google Earth, el caserío de la Tolosa del Júcar y la presa que inunda el cauce borrando su fisiografía.

Cerca de Sariñena, en el Somontano de Huesca hay un predio de secano sin gran atractivo en un tozal semidesértico, que llaman Tolosa y cerca de él, otro que es mixto, Tolosa Chera, como si fuera un apellido aunque recuerde al “xeros” griego, indicativo de sequedad.

En Barcelona, cerca de Cardona y de la frontera de Lérida, Tolosa es una aldeíta en el pie de un morro rocoso del Serrat dels Torrielles que da al mediodía. Siguiendo al pie, un poco más abajo, está la Font de Tolosa, entorno con signos de haber sido un ambiente lacustre desecado y de ser habitado desde muy antiguo.

Cal Tolosa es una masía y un lugar entre Lérida y Barcelona, de sustrato calizo, donde la gran pendiente del terreno ha sido tallada en escalones para cultivar con comodidad.

Can Tolosa de la Muntanya en Girona, es un lugar con condiciones parecidas.

En los ásperos Montes de Málaga, hay un fondo de barranco circular, un verdadero circo que llaman Lagar de Tolosa. Ahí mismo nace el Arroyo de Tolosa.

A pesar de su fama, las Navas de Tolosa en Jaén, es un lugar que nadie ha podido señalar sobre mapas o planos aunque haya habido una ermita que rememoraba la batalla (colocada arbitrariamente) y más de uno pensamos que “las navas” pudieran haber estado en la extensa planicie donde siglos después se edificó La Carolina. En ese mismo entorno, la única vía de agua “casi permanente” es el llamado Arroyo de los Tramposos, nombre que nadie puede ser tan incauto como para pensar que en tal arroyo se juntaran los tramposos ( ¿para qué?). En la imagen de orto fotografía se puede ver un tramo del arroyo y la actual población de Navas de Tolosa.

Su nombre probable sería “tranpa os”, es decir, pozos cenagosos, pozos peligrosos.

El Aljibe Tolosa en Monegros es un punto de agua en el barranco llamado Val de Gelsa, caso parecido al de la Ermita de Santa Tolosa en Allo, Navarra. En ambos hay aljibes ejecutados mejorando afloramientos antiguos de agua (ver imagen de portada). Como es obvio, no ha habido santa alguna llamada Tolosa, al menos en el Martirologio no aparece, siendo lógico pensar que la parte precursora del nombre, “santá” o “sandá” pudiera hacer referencia a un sustrato arenoso del entorno, lo que es coherente con la producción esparraguera de Allo.

Artatolosa es un caserío en Villabona que se halla al borde de un resalto rocoso.

Arta Tolosa, otro caserío en Ordizia, igual que el anterior, al borde de un cantil.

Lomas, Rialto (herrialtu) y Barranco de Tolosa, ocupan una decena de kilómetros cuadrados en las últimas tierras altas y semidesérticas del valle del Júcar antes de bajar a los valles valencianos.

El Barranco y el Collado de la Tolosana, pegando a los Mallos de Riglos, en Huesca, son otro lugar con afloramientos rocosos muy ásperos.

 

De nuevo en Valencia, en las tierras altas calizas, hay un lugar llamado Casa de Tolosa en un otero con bordes ondulados y acantilados. No hay ni ha habido casa alguna, por lo que “kaxa” en estas situaciones se suele referir a crestas o bordes altos como paredes.

La Roca de Tolosa a 2.300 metros en el Pirineo leridano, es una cumbre agreste y retorcida.

Cerca del embalse de Calanda en Teruel, hay un cerro áspero y ondulado que se llama “Cerro Tolocha”.

La Sierra caliza de Tolox en Ronda, es famosa por su “pilar” de roca conocido como “El Pilar de Tolox”, morro con numerosas cicatrices como suele ser habitual en calizas y dolomías. El nombre se repite en una población, loma y en varios topónimos cercanos.

Como resumen se puede decir que los topónimos de la familia de Tolosa se agrupan en dos clases, unos que tienen relación con pozas y afloramientos de agua y otros que se ciñen a roquedos preferentemente calizos, que muestran perfiles peraltados, fracturas, diaclasas y bloques desprendidos.

Es probable que los del primer tipo nacieran con sonidos más cercanos a la “s” y los del segundo, a “z, tx ó x”, pero el paso del tiempo y la actividad de las academias y organismos oficiales haya llevado a la mayor parte de ellas a acercarse a la forma “tolosa”.

Sobre el autor

Javier Goitia Blanco

Javier Goitia Blanco. Ingeniero Técnico de Obras Públicas. Geógrafo. Máster en Cuaternario.

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