Antes de ser un arma marina letal, torpedo era el nombre genérico de un grupo de peces demersales elasmobranquios, los más conocidos de los cuales se llamaban (también) “tembladera” por las sacudidas eléctricas a las que se arriesgaba quien los arponeaba o pisaba en un descuido.
Nuestros sabios no pierden cualquier oportunidad de demostrar su pasión por el Latín y su ninguneo de otras opciones y así certifican que este nombre procede de la forma latina “torpedo – torpedinis”, algo así como un estado de embotamiento, de torpeza, aunque no quieran relacionarlo con el verbo “torpeo – torpere”, derivado de “turpis”, torpe.
Quien disponga de un mínimo de suspicacia, ve enseguida que quieren relacionar la sacudida eléctrica con el estado de paralización en que queda quien la ha sufrido. Son mecanismos alambicados e hipercultos que estos tipos desarrollan para “establecer verdades a su medida”; mecanismos que rodean de rellenos literarios para distraer a los que buscan verdadera ciencia.
La mayor parte de las lenguas cercanas lo llaman de forma parecida (“torpedo, turpidi, torpila, torpille…”), aunque algunos como el Corso o el Italiano, prefieren llamarle “silur, siluro”.
¿Se puede colegir que el nombre vernáculo tenga algo que ver con el pretendido significado de entumecimiento con el que nos quieren forzar?.
Realmente, no. El pez en sí es ligero y ágil aunque se pase horas enteras cubierto por el limo del fondo y en cuanto se siente descubierto, desaparece entre una nube de turbidez y nada con suavísimos movimientos. Hace ya muchos años que desapareció la pesca artesanal en el Cantábrico, pero recuerdo muy bien la esporádica presencia de torpedos entre las merluzas y otros peces de aguas profundas que descargaban los marineros y llenaban las cajas de las básculas.
Los torpedos se ponían con el vientre hacia arriba (para que los niños no tocáramos en sus órganos eléctricos); su nombre en Euskera era “esku ikara”, lo que equivale a “vibración de mano”, pero eso no quita para que hubiera un nombre previo ya desaparecido, probablemente “dord bed a”, que los hábitos de ensordecimiento y masculinización llevarían a “torpeda” y finalmente a “torpedo”.
Recordemos que “dord” es la expresión del tembleque, de la tiritera… Igualmente , “bed”, el mismo bed (lecho, capa), que los británicos no saben bien de donde procede, en Euskera es el verbo que indica que algo está cubierto, tapado.
Quienes nos hemos movido de niños en playas amplias de estuarios –otrora llenos de vida-, sabemos que peces como los salvarios, los lenguados y los torpedos, se cubren de arena y apenas se distinguen sus ojos. Quien pisara un torpedo no lo olvidaría jamás; algo oculto entre la arena, le provocaría un calambre horrible y quizás la caída al suelo.
No hay embotamiento en los torpedos, sino un calambre que lo generan peces ocultos en el fondo.