Desde hace casi doscientos años, se llama tren (y casi todo el mundo lo llama así), a los ferrocarriles.
Aunque los alemanes se resistan (“zug”), casi todos los demás europeos usan voces muy parecidas: “Tren, trem, trein, train, treno…” que todo el mundo reza que proceden del Francés que llamó así al “railway” de los ingleses cuando dejó las mulas y haciéndose mecánico, enganchó varios vagones tras la locomotora de Stephenson.
Los franceses aseguran que ellos ya usaban el verbo “trainer” para designar el arrastre y puede ser cierto, lo que no quita para que su origen no esté en el seno de una lengua latina, sino en el Euskera.
Efectivamente, la “traina”, una red de desplazamiento que se operaba desde las “traineras”, embarcación que nadie puede dudar que ha tenido su origen en el Cantábrico oriental, tenía su nombre relacionado directamente con el “efecto de barrido” que esa red desarrollaba (ver explicación detallada en el Tomo del Mar, Pesca y Construcción Naval).
La voz radical es “dra”, arrastrar, voz que ha intervenido en numerosos aspectos de la actividad humana, desde el transporte al dragado y desde el tragarse algo, al tren.