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Usine (fábrica en francés)

Yo no estudié Francés en el Bachiller, sino que lo hice ya de trabajador en una oportunidad que nos daba la empresa para mejorar otras lenguas aparte del Inglés.

 

En aquéllas clases matutinas en que nosotros poníamos el tiempo y la empresa el dinero, Marie France, una mujer y enseñante estupenda, volvió a sacar una voz que ya había oído hacía unos años, cuando trabajando en una papelera y en una colaboración con una empresa francesa de construcción de tractores que ensayaba en los montes vascos un modelo entonces revolucionario para manejar las apeas de pino  (que luego serían papel), los quince conductores que monitorizaba, se despedían cada tarde diciendo “on se voit plus tard à l’usine“, “nos vemos luego en la fábrica”.

 

Me extrañó que en Francia se llamara a las fábricas de forma tan distinta a la del resto de las lenguas latinas, germánicas e incluso eslavas, que no he parado en casi cincuenta años de pensar en cual sería el verdadero motivo, porque la explicación oficial francesa, no me convencía.

 

Allí, explican, “ Usine  vient du latin officina, par wisine et uisine (1274)”, es decir, “la oficina-officinae” que en Latín se usaba para llamar a los talleres, escuelas y salas de escribanos y que en otras muchas lenguas había terminado para designar a los lugares administrativos, en Francés fue perdiendo la “f” y mutando progresivamente hasta en “uisine” y por fin en “usine”, que se dice “usín”.

 

Leyendo en otras fuentes francesas en que se hablaba de la evolución técnica, vi que, “Proprement et anciennement, l’usine est une machine mue par l’eau”, esto es, en el siglo XIII, “usin” era un ingenio similar a los molinos, que conseguía hacer mover un eje gracias al agua y luego se extendió a llamar a otros entornos fabriles.

 

Estudiando datos de la fábrica de la familia Arnodin – para el tercer libro que estoy escribiendo sobre el Puente Bizkaia- ,el lugar donde se fabricaron a finales del siglo XIX las piezas de las torres y los cables del “Puente Colgante de Portugalete”, en 1872 ya se movía con una máquina de vapor y con la chimenea que se ve en la foto de la época, pero anteriormente lo hacía con las aguas del Loira en Chateauneuf sur Loire y la combinación de estas informaciones me llevó a pensar que los “hipercultos” también se daban en Francia.

 

A estos individuos no se les puede ocurrir echar una mirada al Vascuence que se habla en el extremo más lejano de París de lo que ellos llaman “Aquitaine Soud Ouest”.

 

Si hubieran echado una mirada, habrían visto que al movimiento y al desplazamiento permanente, allí aún se le llama “jin, xin” y al agua, antes de llamarla “ur”, se le decía “u”, así que de la misma forma en que “xin ete”, dio en el jinete  a caballo que hacía el correo y que nadie se explica, “u xin” significaba algo así como “movimiento de agua”, un sistema de sacar energía de los ríos para machacar minerales, moler granos y forjar el hierro con grandes pilones.

 

No tenemos una idea consciente de qué riqueza de sistemas tecnológicos y de lenguaje para designarlo han tenido nuestros antepasados y estamos en manos de unos gestores horribles de este patrimonio, cuya obsesión es volcarlo todo a unas “lenguas clásicas” que no son el referente que pretenden.

 

Sobre el autor

Javier Goitia Blanco

Javier Goitia Blanco. Ingeniero Técnico de Obras Públicas. Geógrafo. Máster en Cuaternario.

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