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Valladolid

Desde que en mis años de bachiller en Tarazona, un chico de Ablitas que venía a diario al Instituto en bici me dijera que el camino era muy llano, tanto que en Ablitas había un aeródromo, ha rondado la idea de que el formante “lit, lid, liz, lis…” que aparece en el nombre de muchos lugares tenía que ver con la condición de “lisura”, de planeidad de los mismos.
Probablemente el centro de la forma original fuera más cercano a “lis-liz” tal como se llama el llanito en que se asienta mi caserío, Sandeliz, pero son abundantísimas otras como “lid” o “lit”, así que este ensayo terminará con uno de los lugares más célebres terminado en “lid”: Valladolid.
De la ciudad de Valladolid, nos dice la pomposa cultura dominante que el nombre deriva de Balad al Walid (en realidad, “Malik”), un califa omeya que no apareció por aquí, pero su nombre consta en versos… Otros rebaten diciendo que “val” es de valle y “olid”, de olivos, “Vallis Olivetum”, valle de los olivos, que los más cursis plantean como “Vallis Soletum” y los pendencieros lo ven como un valle donde se reunían los clanes guerreros o “lides”.
Así está de despistada la cultura nacional, que no lo está más que las vecinas, ya que todas ellas quieren descubrir el pasado buscando en citas escritas que la mayor parte de las veces son documentos sesgados por el poder del momento que pudiendo valer para contrastes, no valen para la investigación cruda, para lo cual hay que recurrir a otros yacimientos aún sin explotar, como la Toponimia Integral de ámbitos mayores, la Lexicología, los Atlas Lingüísticos y, sobre todo, el Euskera arcaico con sus más de 1.600 raíces que se ofrecen en El ADN del Euskera y en su Adenda o complemento.
Antes del plato fuerte que es Valladolid, Pucela o Pintia, según quieren algunos, se va a hacer un breve recorrido por algunos de los más de 5.500 lugares que llevan la partícula “lid, lit, lis y liz” y ostentan planicies llamativas que lo son por motivos diversos.
Adalid, El Adalid, El Charlid, el Arroyo Godolid ó Godoliz en Huelva, uno de los más largos con casi treinta kilómetros, discurre por varios entornos planos, cosa atípica para un arroyo que se suele caracterizar por ir encajado en barrancos, lo mismo que el Barranco de Olid en plena Sierra de Lluesia, con sus Ramblares cultivados de más de cien metros de ancho
Entre las sierras de Agullent y Aitana, una zona muy quebrada de Alicante, está El Polit (plano pequeño), rodeado de lugares con toponimia ya reconocible, como Planes y El Plano.

A veces también figura como “lits”, por ejemplo, cerca de La Junquera está la depresión y charca de El Torlits, entre el Pla de Torlits y el dels Revulls

Cerca del Montseni está Jaça del Bellit en la única zona plana de la sierra.

En las cárcavas interminables de las estribaciones del Moncayo, Litago se asienta en una de las escasas planas y muy cerca está Lituénigo, también gozando de un par de Planas.

Hay lugares como el interfluvio entre el Cinca y La Noguera, que son predominantemente planos por ser glacis compartidos que se crearon por redes fluviales anastomosadas de ríos que ahora están regulados. Un caso típico es la comarca oscense de La Litera, donde al adjetivo “lit”, plano, zona lisa, se le añade “era”, generalizador que viene a describir la zona, como “todo llanos”. En ella, se dan además muchos otros nombres anteriores a la agricultura, que a veces son llamativos; por ejemplo, en la imagen adjunta de una zona totalmente transformada por el regadío, aparte de La Litera, se puede encontrar la Balsa y zona de La Melusa, compuesta por “lam”, poza y “elus”, hondonada, lugar sombrío, lo que describe un entorno húmedo y con densa vegetación de ribera.
También, muy cerca está la Torre de la Saragossana, construcción que heredó el nombre de un lugar con denso matorral hidrófilo, “sar ago (s) an a”, lugar adecuado para el gran soto.

En las estribaciones de la Serra D’Espada, “po”, prefijo que indica pequeñez, indica que el plano entre tanto monte, es pequeño Pólita. El equivalente gallego está en A Polida, aldea central del llano aluvial que se obtuvo con mucho trabajo del Rego do Batán.

Los barrancos de Olid en Huesca y Reolid en Jaén (en el mapa siguiente), ofrecen jugosas planicies de limo fértil en sus tramos medios, en medio de abruptas montañas, como lo hace el Barranco del Lidonero (grandes y buenos planos) en Valencia o los Barrancos Sin Salida y Sinsalida de Guadix, Níjar y Sierra Arana, todos con salida y con grandes llanos en sus nacimientos.

La Fuente de Valladolid en uno de los mayores llanos de colmatación que hay en el Parque de Monfragüe; Gelida (sel lid a) en Barcelona, donde el río Anoia se ensancha más de 600 metros con una gran y fértil llanura de inundación donde posiblemente se instaló uno de los primeros “aran sel” (arancel, tasa a pagar) o círculos para explotación por particulares, quizás hace 5.000 años. En la imagen, superpuestos seles de 400 y 600m. de diámetro.

Posterior a los seles, llega la forma de explotación en “kin ta” (1) o asociación de colonos y quizás Lidón (buen llano) en Teruel, sea el mejor ejemplo de un asentamiento agrario temprano en el centro de una llanura laborable creada por varias ramblas.

Cerca de Monforte de Lemos hay una aldeíta llamada Valdolide, que rige una llanura en la que antaño hubo varias lagunas y cerca de Orense el nombre se repite con idéntica fisiografía y ya aparece Valladolid, primero como un predio de cultivo en las tierras drenadas del Río Tinto en Huelva, luego en otra finca del regadío del río Tera (Zamora) y cerca de Santiago de Compostela se genera la misma confusión que el cultismo sufre en Pucela, ya que hay una aldea que según cartografías reza como Valladolid, como Valdolide y su entorno como Val de Oliz…

No hay que olvidar que a tiro de piedra de la Valladolid capital, en el interfluvio que separa los ríos Sequillo y Bajoz, está Villavellid clavada en el borde de una llanura tendida (donde acaban los páramos de Los Torozos) que mira al Norte, desde un balcón abrupto que lo hace al Sur.
También hay Valladolises en el Campo de Cartagena, donde está la mejor tierra llana y fina de la Rambla de Corvera que baja de la Sierra de Carrascoy.
Conviene empezar diciendo que la tradición prehistórica de una España más pecuaria que agraria, llevaba a la construcción de los asentamientos en altozanos o cuestas, siendo con el desarrollo de la agricultura cuando las poblaciones se atrevieron a ocupar llanuras (generalmente en riberas: Zaragoza, Murcia, Sevilla, Valladolid, Valencia…), desafiando a las ocasionales avenidas y teniendo que bregar con nuevos problemas como la contaminación de arroyos y sangreros por aguas fecales y escurridos de cuadras, residuos de mataderos y tenerías, etc.
Y por fin la Valladolid del Pisuerga, aunque sería más acertado llamarla “Bal ado liz” del Esgueva porque es en los recientes suelos cuaternarios del “delta” que este río forma al afluir al Pisuerga y no en las “terrazas del Pisuerga” como se dice en literatura local, donde se construyeron las dispersas poblaciones iniciales entre los varios brazos y los numerosos caños de un Esgueva que moría “cuadriculado” en numerosas retículas planas de las que primero se edificaron las contadas elevaciones, pero luego ocupando las riberas y cegando los desagües.
Esta ciudad “insular” llegó a consolidar dos de los cauces principales del Esgueva que se destacan con trazos azules en el plano adjunto, una de las imágenes racionales más antiguas de la ciudad.
Se saben algunos detalles de una de las avenidas que sufrió Valladolid a comienzos del siglo XVIII y cómo las autoridades coincidieron en la necesidad de corregir los excesos urbanísticos de milenios, creando toda una red de alcantarillado y excavando un nuevo, amplio y forzado cauce “aguas arriba” que se ve en la última figura, llevando la única salida de aguas hacia la zona donde ae ha construido el Puente de Santa Teresa.

Hay argumentos suficientes para postular que ni el nombre de Valladolid tiene nada que ver con caudillos moros ni valles soleados, sino con las características de esta llanura aluvial, que es un nombre muy antiguo, anterior a la ciudad y que el inicio del nombre está más cerca del “bal” de Balaguer, de Baltanás, de Balazote, de docenas de Ballesteras, Balsas, de Valencias, Palencias, Valladares y Vales y que se refiere a las finas arenas y limos que formaban ese “delta”, materiales de los que aún quedan nombres que lo testifican, como Las Arenas que se señala con un círculo en el último plano.
“Ado, ato” es un adjetivo que se refiere a la reticulación y al “engarce” de elementos o parcelas y a su abundancia (se verá pronto en El Cerrato) y “liz” es la condición de planicie que se citaba al principio.
En resumen, Valladolid debe su nombre al extenso, plano y reticulado delta de arenas finas que formaba el Esgueva y que ahora se halla bajo más de mil hectáreas de ciudad.

[1] “Kinta”, que la cultura escribe con “Q” y divulga que el nombre se debe a la quinta parte de la producción que se pagaba al Estado, no pasa de ser una “feliz idea” para dar argumentos al Latín.

Sobre el autor

Javier Goitia Blanco

Javier Goitia Blanco. Ingeniero Técnico de Obras Públicas. Geógrafo. Máster en Cuaternario.

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