Sobre este tema que consiste en una docena larga de vídeos estrenados cuando ya estaba avanzada la crisis anterior, pero generosamente dotados años antes cuando aún las vacas eran gordas, he escrito varias veces y me pasa como cuando de niño nos compraban en las ferias o tiovivos aquéllas manzanas de un rojo reluciente que una vez lamido tenía una horrible manzana amarga en el interior…
Acaban de cumplirse seis años de la presentación en el Festival de Donostia de esta serie cuyo nombre que proyecta un contenido “altamente indeterminado” ya avisaba que se trataba de un cuento, pero desconocíamos que con puntadas aquí y allá, escondía una ideología interesada en seguir cebando el estatus cultural acomodado en el que se “pocean” académicos y catedráticos, museos y medios de comunicación, editores y entes colaboradores, dificultando el avance de numerosos investigadores y artistas que trabajan fuera de esos círculos.
El desengaño de una serie con bellas imágenes, paisajes y música y con unos efectos cautivadores llegó pronto al comprobar la tendenciosidad de cuanto se contaba, orientado todo ello a sustentar una hipótesis que los mismos presentadores reconocían como “no consolidada”; en palabras de otros, “una birria”.
Mal tiene que andar EITB para recurrir a esta serie una y otra vez en vez de llenar el tiempo con obras muy meritorias de autores solitarios o que trabajan en pequeños grupos y mal para los espectadores que en cuanto reconocen la melodía cambian de canal.
Mis cuadernos se llenan de apuntes cada vez que veo un capítulo, hasta el punto de ser tantos, que prefiero pasar del papel y guiarme solo de la memoria para comentar algunas de sus marrullerías.
Uno de los temas preferidos de esta corriente es el de mirar a Aquitania (o Gaskuña) como si fuera origen de algo porque allí se hayan encontrado unas estelas grafiadas y aquí no, ignorando que su ilusión por que el nombre de esta comarca proceda del Latín “Aquitania” y sea comparable con “Guyenne”, un término francés latinizado, es vano; “ak itan i a”, así, sin quitar ni poner nada es un vocablo vasco que significa algo tan prosaico como “lugar de garrapatas de cabra”, un malpaís compuesto por landas insalubres, lleno de lagunas e infestado de este ácaro, que aún ahora, cuando han pasado tres siglos desde que Napoleón III ordenara repoblarlo con millones de pinos marítimos, aún ahora es el lugar de Europa donde la enfermedad de Lyme debida a estas garrapatas, muestra los valores de densidad de infección en perros más altos de Europa.
La propia denominación “Gaskuña”, ya era considerada equivalente a “Vasconia” por la gente inteligente de hace tres siglos; si acaso más antigua por referirse a esa zona costera llena antiguamente de lagunas salinas: “Gatz koi na”, donde “gatz” es la salinidad, “koi” la propensión o generalización y “na” el genitivo, viniendo a significar “los de las salinas”, voz que probablemente se alteró a “bas ko na”, vascones, como los primeros cronistas romanos inmortalizaron a los moradores del extremo occidental de los Pirineos.
Volviendo a la serie, esta unión de los mediocres en torno al poder no es nueva porque el escenario y el tema se repiten desde aquel nefasto San Isidoro que para legión tras legión de intérpretes seguidistas del presunto sabio (gestores, funcionarios, editores y comunicadores unidos por el gluten del poder), la gran epopeya humana anterior a las culturas agrarias, fue y es la llamada al guirigay popular del escándalo que repiten cada dos o tres generaciones con ruido de sones graves como silbidos de ballena, tanto que ni la cera de Ulises es capaz de detener y que anestesia a las masas de buen corazón desbaratando el trabajo paciente y cruzado de hombres y mujeres que investigan contra corriente.
Ahora toca esta serie de cortometrajes obesos, cebados con dinero público, que con dos sugerencias vanas de hechura “fasfud”, van a inocular en el subconsciente de miles de personas una idea facilona pero que muchos desean con vehemencia por pura vagancia, ¡Que el sustrato de las lenguas europeas no sea vasco!.
El santo murciano trasladado a Sevilla y apoyado desde Zaragoza ya tenía esa idea aunque muchos tengamos mucho más claro que los legionarios sardos, galos, lombardos, montenegrinos, baleares, béticos, gallegos y catalanes se entendían mejor entre sí hace 2.200 años con sus propias lenguas (casi iguales a las actuales) que con el Latín de sus centuriones y –como ahora- con todo el apoyo del “establishment” del momento decidió que todo el saber venía de Roma, de Grecia y de los judíos. Todo lo demás quedó excluido y se puso a escribir tomo tras tomo para que la razón fuera mayor cuanto más gordos y numerosos los tomos.
No consiguió el santo ni lo consiguieron canónigos, deanes, académicos, corregidores ni políticos de los quince siglos siguientes y si no lo han conseguido en este tiempo, ahora, con un acceso ilimitado a los documentos de casi tres milenios, ya no lo van a conseguir. ¡Quien lo iba a decir, pero Google books puede ser la salvación de la verdad al poner en nuestras manos obras del pasado que antes estaban vedadas al público y a las que solo accedían los “autorizados”!
El Diccionario de Terreros de finales del siglo XVIII ha sido uno de los diccionarios de los que más ideas he cosechado y mis conclusiones sobre este proceso recidivante de los memos unidos, ya no va a cambiar. Terreros fue valiente y en su obra de décadas hay infinitas muestras de que trató de que esa tríada lingüística de “fuentes de la ciencia” se ampliara con algún otro aporte.
Fue –como Hervás- incomprendido y criticado en vida e incluso siglos después de su muerte por un académico (del que nunca he sabido cual era su mérito), aunque presiento que en vida le hubieran temblado las piernas ante él.
“Vasconiako historia bat” imita a “Las Etimologías” en el derroche de medios públicos para un asunto que sería mejor discutirlo en seminarios abiertos y coloquiales.
Helicópteros, cámaras de última generación, efectos especiales….¿Para qué?.
¿Para decirnos que un cementerio de campaña de un escuadrón de francos que fueron asaltados y abatidos por unos “Arabakos” emboscados mientras cenaban distraídos pone en duda los linajes ancestrales que el ADN certifica?. Para insinuar que cuatro topónimos que ni sus ignorantes redactores, ni sus asesores académicos y catedráticos saben traducir y que el académico recurrente para estas cosas dijo hace treinta años que “eran alóctonos”, vamos, que son en verdad extraños y por tanto fueron otros quienes primero hollaron estas tierras…
Esta grey son los que han hecho Galdakao de Galdákano, Gorbeia de Gorbea, Sopela de Sopelana o Sukarrieta de Pedernales sin tener la más remota idea de lo que las voces originales querían decir.
Estos satélites del poder son los que no saben lo que significa Gorbea, Amboto (si, Amboto con eme), Oka, Nerbioi, Deba ni otras docenas de miles de topónimos que no solo en España y Portugal, sino en Azores y Madeira, en Mauritania, Marruecos, Túnez y Argelia, en Malta, Sicilia, Córcega y Cerdeña, en Francia y Suiza y en numerosos puntos de la llanura europea, en los Urales Altai y Pamir y hasta llegar al río Amur casi en Kamchatka, orlan con increíble precisión la Geografía.
Es difícil tener una mejor idea de sí mismo siendo tan ignorante y es increíble que el mundo de la comunicación y el de la edición se unan con tal vehemencia a esta corriente, de manera que un autor que ha dedicado casi cuarenta años a un trabajo esforzadísimo tenga que recurrir al “Crowfounding” para dar a conocer su trabajo, en tanto que una memez hace pinitos en un festival de cine.
La pasión por la extrapolación lleva a muchos humanistas a multiplicar por muchos factores lo que un indicio significa si eso lo acerca a la hipótesis central. Así llegan a asumir que si algo no se ha encontrado es que no lo hubo; si no se han encontrado restos de la madera de los pecios, es que no hubo barcos.
¿Es que no saben que se ha navegado en barcos de cuero desde hace al menos 45.000 años?.
La humanidad lleva –al menos- 400.000 años deambulando por Eurasia, África y la Macaronesia; eso quiere decir que es TOTALMENTE IRRELEVANTE lo que haya pasado hace mil quinientos años; los detalles de este mundo, los fenómenos geográficos, los hitos y los mitos, tienen un recorrido inmenso para cuya interpretación hay que recurrir a INVESTIGAR en el Euskera como una de las principales herramientas disponibles; hay que hacer “arqueología del lenguaje”.
Investigar no es tan solo encontrar referencias físicas, citas en soportes diversos, epigrafía…. Investigar es sobre todo, recurrir a varias fuentes y disciplinas y utilizar con contundencia el sentido común; es no tener un destino predicho, sino estar dispuesto a cambiarlo en cuanto haya indicios que apunten a otras direcciones.
Esto no se ha hecho así desde los días del santo sevillano y en estos siglos no han faltado Traggias, Manueles Risco, ni Godoyes siempre con oscuras (a veces conocidas) motivaciones políticas (o complejos psicopáticos), pero que nunca eran manifiestas o –al menos- al pueblo le daba igual.
A nuestro santo le horrorizaba pensar que las lenguas que luego se llamarían romances pudieran descender de sustratos bárbaros y –aunque parezca una ñoñería- hoy siguen arrastrando ese vicio departamentos enteros (¿qué digo departamentos?, hornadas y hornadas de estudiantes, doctores y catedráticos, académicos de número e interinos que cargan indefinidamente con los errores ancestrales más por miedo, por vértigo a exponerse a una verdad que barruntan y que les dejaría en el paro intelectual) de la misma forma que los Sargentos de Guardia firmábamos cada nuevo día en la mili el Inventario del Cuartel cerrando los ojos y pidiendo al Altísimo que no fuera este el día en que alguien pidiera revisarlo…
La cobardía es el aglutinante de la mediocridad y juntas hacen que este mundo no pueda ser un paraíso.
Aparte de lo dicho, mi respuesta a “Vasconiako historia bat” (VHB) se va a limitar a la toponimia, disciplina que tras la irrupción de los inventarios toponímicos integrales internacionales y desde la disponibilidad de Sistemas de Información Geográfica y Mapas Fotográficos Territoriales en 3D, ha dejado de ser un pasatiempos de salón para irse pareciendo cada vez mas a una nueva ciencia apasionante, compleja y muy productiva.
Ya no vale –definitivamente- decir que Zaragoza deriva de César Augusto, Pamplona de Pompeio, Vitoria de la celebración de una batalla con victoria local o Descargamaría un pueblo donde María descargaba las carretas.
Las ciudades son de ayer. Los lugares son quienes han sido bautizados, casi todos ellos, tienen nombres antiquísimos que o bien parecen no significar nada o bien significan algo muy distinto a lo que parece y queremos entender según cada lengua local.
Los nombres que el galante portavoz de VHB cita con precisión y rapidez de ametralladora serán de significado desconocido pare él pero no para otros que han avanzado más que nuestra oscura y pesada academia que solo se preocupa de lo circunstancial; es hora de saber que se han rescatado más de 1.600 raíces del Euskera ( digamos proto ) y que los descubrimientos de las relaciones entre las lenguas germánicas y el Sánscrito que hace siglo y medio revolucionaban el mundo con un posible eje entre e Indo y el Danubio, quedan empequeñecidos al lado de lo que el Euskera aporta con otro eje diez veces más antiguo, largo y profundo, que recorre Europa y Asia de Suroeste a Nordeste y que muestra numerosas manchas aisladas en el África supra sahariana.
Nuestras raíces no llegan a las 1.700 del Sánscrito, pero son infinitamente más sintéticas, precisas, unívocas y coherentes. Al lado de ellas, las listas de voces indoeuropeas dan la risa por lo elaborado y forzado de sus proyecciones.
¡Vayamos a la toponimia!
Gorbea; así está bien; la adición reciente del relincho para hacer Gorbeia, es solo una mamarrachada. Con esa “i” pasa a no significar nada, como cada vez que nuestros empleados de la academia se afanan por cambiar algo, algo que solo celebran los fabricantes de carteles de tráfico, de mapas y de diccionarios…además de algún que otro infeliz que aún puede creer que en los despachos y seminarios de Lengua, de Geografía e Historia de la UPV se hace algo más que mercadear por publicar algo (casi siempre insustancial).
Para empezar,“ Gorbeia” como nos lo han impuesto hace unos años, no significa nada y además, el triptongo “eia”, no aparece en todo el huso 30 de España; no existe mas que en el extremo occidental, en el huso 29 y ello en tan solo cinco casos, consecuencia de las últimas décadas galleguizantes. Error de bulto y dispendio de dinero público.
Su verdadera estructura y sonido en los caracteres corrientes, sería “Go-orbea”; ambos lexemas totalmente vascos que se funden para hacer “Gorbea”.
Visto que los mimbres son locales, vayamos a la hechura. ¿Has subido, lector alguna vez a la cruz (del Gorbea, claro) con una mochila al hombro?. Si uno es perspicaz y capaz de abstraerse seguro que nota que la cumbre tiene escasa personalidad. Todo el flanco sur es casi un glacis, una campa tendida y ligeramente curva; en cambio el norte muestra las fuerzas del modelado con gran potencia; subir los últimos 200 metros es como trepar a una pirámide maya, pero entre bloques de tierra y piedra suelta; suelo hierba en bolos de una reptación general.
Eso es lo que en Euskera se dice “orbatu”, remover y que los latinos han copiado para su “urb-urbis”, el paso previo a una ciudad, la remoción de la tierra superficial.
“Go orbea” tan solo y tanto, quiere decir “cumbre removida, alto removido”. Claro, para saberlo hay que combinar al menos tres o cuatro disciplinas y no basta con buscar en los diccionarios.
¿Que Anboto tampoco suena a vasco?. ¡Pruébese a ponerle la eme como manda la Academia Española sin rubor, que a veces acierta. “Amboto”, tal así ya está listo para el análisis. “Amb” es la raíz que crea “Pamplona” exorcizándola para que por fin pueda librarse de esa broma secular y pesada que nos hace decir que su nombre viene del coronel Pompeio si no queremos suspender el examen de madurez.
Amb, Amp, es la raíz que significa derrumbadero, cantil, cornisa por donde nuestros antepasados despeñaban –cuando podían- las manadas de vacas acosadas. Está en Pamplona “Be amp-el-ona” (bajo del buen cantil en referencia a Larrochapea) y está en Amboto y en otros dos buenos cientos de nombres de lugar tanto con ene (infectados con el virus de nuestra Academia) como con eme: Anbe, Anbei, Anbeko, Anbeliz, Anborta… Ambo, Amboade, Amboaxe…
¿Y de “Oto”?…; pues lo mismo, es un sufijo muy nuestro que a veces se usa como “osó” y otras como “oró”, que tiene función generalizadora, totalizadora. Está en Amoroto, Arroto y en infinitos ríos y arroyos….” de Maroto”.
En resumen, Amboto equivale a “Cantil, cornisa en toda la vuelta”. ¿Hay alguien que haya ido a visitar a la Dama y lo dude?.
Con Deva/Deba, la lucha por la ortografía ha llegado a límites tan absurdos como innecesarios. Es un topónimo frecuentísimo y una voz que se disputan varias lenguas, todas con posible razón, porque de sus simpleza constructiva, de su sonoridad fácil se ha de concluir que pudo nacer en cien partes a la vez cada mil años.
En Euskera surge una dualidad porque por un lado significa algo inmaterial, ámbito que no suele ser recurrido en la toponimia por mucho que se afirme en manuales y en monografías y por otro, algo muy concreto, físico y comprobable.
Igual que –diga lo que diga don Ramón Menéndez y otros que le copian y adoran-, “De-uts” (Deus) es la divinidad pura, el Dios supremo, “De-moño” (Demonio) es un dios ridículo, “De-abru” (Diablo) es un dios desterrado… ”De-ba” es un dios inferior, un diosecillo.
Por mucho que se menciona en manuales y referencias toponímicas, yo no he encontrado relación con divinidades en la toponimia, así que me inclino (al menos hasta poder estudiarlos en detalle) a que los Deba y Deva de España y de otros países como Rumanía, Francia, etc., cuando corresponden a ríos, tienen en común con varios “Deva” de España, un detalle radical, concretamente su lexema “de, dee”, muy presente en toponimia y léxicos y que tiene un significado doble, como adjetivo y como verbo.
“De” adjetivo, indica superioridad moral que se ha citado arriba, divinidad y con esta raíz hay tal cantidad de derivados y tan elaborados, que las formas sánscritas, griegas o latinas quedan como claros derivados del lexema vasco.
“Dee” (Ver el ADN del Euskera en 1500 partículas) como verbo, tiene un claro significado físico entre el vertido concentrado (no salpicaduras) y la acción de exprimir, extraer, verter, manar de forma concentrada, en chorro o cascada.
Por otra parte, “eba” es la raíz sustantiva para el tipo de corte longitudinal aplicado a un material o elemento, por ejemplo, una diaclasa o una grieta en una roca, de manera que el compuesto “dee eba” no es otra cosa que “la grieta que vierte”. En la imagen el nacedero de “Fuente Dé”, origen del río Deva cántabro-astur.
La fama de Nervión como voz celta tiene un origen hiperculto y una descarada ausencia total de cualquier búsqueda de rasgos geográficos en su ámbito espacial, que es lo primero que se debe hacer.
La geografía es parca en voces de esta genética; apenas la Nerva de Huelva y otro Nervión en Ciudad Real.
Tampoco son abundantes las formas en “Lerb…”. Apenas Lerbez y Lerbakoitza. En cambio es muy abundante la forma metastizada “Nebr…” y “Lebr…”.
En el caso del río burgo-bizkaíno, es necesario acercarse a la zona de su nacimiento y desplome para comprender su posible significado, ya que la rareza de su génesis hace que el nombre no sea muy prodigado. Para disfrutar de este fenómeno hay que ir a Délika tras una semana de lluvias intensas en los altos de La Losa. Imagen de Portada.
La caída del río recién nacido en un salto vertical de doscientos metros, aún puede verse hoy en día una vez cada diez o más años años, flanqueada por una segunda caída oriental más modesta pero igual de espectacular y contundente.
Esta segunda caída está a punto de desvanecerse completamente cuando ceda alguno de los diques de sus cavernas o se desplome alguno de los sifones que la alimentan, pero hace tres o cuatro mil años, era tan caudalosa como la principal. Tres o cuatro mil años no son nada para nuestra toponimia que –con seguridad- supera los 18.000.
Eso es lo que significa la voz ligeramente alterada de “Lerr-bi-oi” que ha dado en “Ner-bi-oi” y al castellanizarse o latinizarse en “Ner-bi-on” de igual manera que las “eles” y “enes” se alternan en Lebrija – Nebrija, Lázara – Názara, Larru –Narru o Larra – Narra y la desinencia “oi” hace (esta unidireccional) “on” como en “botoi” (lanzadera, crecedera), “abioi” (rápido, veloz), “legoi” (dominador, mandón) ó “bastoi” (chupón de árbol) han dado botón (yema), avión, león o bastón.
El significado de “Lerbioi” es inmediato, “reventadero, vertedero doble” de “lertu”, derramar, verter, explotar, “bi” duplicado y “oi” habitual, general. Es decir, la catarata doble.
Con Oka pasa algo parecido porque es apenas un golpe de voz, pero una voz totalmente nuestra y una de las más potentes, contundentes y aceptadas en préstamo por grandes y pequeñas lenguas. En esencia es un adjetivo que está –por ejemplo- en la “roca” castellana (inicialmente arr-oka o batolito, piedra sólida). Su significado, firme, anclado al suelo, unido, monolítico, de una pieza, inamovible.
No debería importar la grafía, pero las obsesiones posesivas aceleran los disparates para los que políticos y académicos suelen estar listos; así, si se buscan en la toponimia española predios que contengan “oka”, solo se encuentran once (11) y todos ellos en Euskalherría.
En cambio, con “ce” se llegan a descubrir hasta 862 entre los cuales están duplicados, triplicados y hasta “eneados” todos los nuestros: A Barroca, A Broca, A Coca, A Toca, A Oca, A Roca, Aroca, Azoca, Coca, Can Patxoca, Daroca, Jiloca, Zarroca, Enlloca, Vacamoca, Pava Loca, Mariloca, Mediaboca y hasta Virgen Loca son algunos ejemplos de este casi millar.
Si se buscan en “oza”, una de las formas evolutivas “s”, “z”, “k”, el número llega a 1188, entre ellas Bosque de Oza, Garroza, La Hoza, Muñoza, La Loza, Río Oza, Ríorroza, Zaragoza (más de 10), etc.
Finalmente, con “Osa” el número se multiplica hasta 8171 y no solo porque “osa” sea una desinencia castellana, catalana o gallega frecuente, porque siguen apareciendo las mismas composiciones que con “oza”, “oca” y “oka”…
Esto quiere decir que hay que analizar cada caso con las circunstancias locales y eventualmente históricas, pero que el sonido es netamente autóctono si tomamos como autoctonía la Euskalherría central de nuestras ilusiones creada como expresión de una contracción, una retracción del habla del sustrato, cosa de la que los latinistas huyen como el diablo de la cruz y para cuya explicación conceden –con gran generosidad- una expansión tardo medieval.
El río “Oka” bizkaíno no es un caso aislado, ya que hay otro Río de Oca en Galicia afluente del Ulla además del Burgalés, apenas un tramo corto y violentamente encajado del Homino antes de entregar sus aguas al Ebro, pero también hay torrentes, barrancos, fuentes, valles, hoyas, ramblas de L’ocata, De Oca…y muchos muchos De Lucas, Mari Lucas, Piluca y por fin alguno con “aire” vasco, Lucain.
El Oka, bizkaíno, es caserío y arroyo en Zugastieta; el último apenas tiene un kilómetro encajado y profundo pero es una prueba de hasta qué límites llegaron los antepasados en la descripción del territorio, prueba de que esos grupos humanos necesitaban conocer con precisión las características de predios que solo podían interesar a cazadores o pastores. Se habla mucho de los celtas, pero en las teorías vigentes hasta los años noventa siempre se les describe como guerreros y druidas, apenas habiendo alguna referencia al pastoreo… en época remota.
Todo esto hace muy difícil que nos imaginemos una población con diez o quince mil rebaños celtas recorriendo y bautizando todos los rincones de España. Vamos, que lo celta de esa guisa parece un invento.
El “oka” vasco, así, tal cual, es una raíz sustantiva y adjetiva en referencia a la firmeza, a la inmovilidad de una peña, de un cauce o de algún otro atributo morfológico. Para el hombre actual que canaliza y retiene ríos, que cambia sus cauces con dragados y extracciones de grava y que vuela las rocas, esta precisión apenas tiene significancia, pero un día la tuvo.
En resumen, los topónimos no son de anteayer, muy pocos son de genética celta por ejemplo, el buque insignia celta-español, “Briga”, es netamente vasco “Bir-iga” con significado de “doble resalto” y no es cierto que se halle solamente a un lado de la diagonal que se inventó Don Ramón (no lo haría con mala intención, sino tan solo porque no disponía de suficientes datos… y ellos sesgados); este nombre se halla muy uniformemente distribuido por toda España… excepto en las zonas eminentemente llanas. Ver la distribución real en el mapa adjunto.
Es una pena que se siga rindiendo pleitesía, más aún que toda la “cultura” toponímica del momento siga girando en torno a un eje que ya no vale.
Empieza a ser momento de levantar cascarrias de las nalgas de muchos de los hechiceros que entre academia, universidad y medios, son una costra, un tapón que impide el flujo en el canal del conocimiento y la verdad.
Se nos han colado los romanos en las instituciones Jabi.
Tus antepasados; verdugos de los romanos.
Ahora te toca a ti: Jabier Goitia, verdugo de los romanos academicos.
Llevan siglos al socaire del poder y de lo fácil, pero la culpa es de todos nosotros porque nos pierde la comodidad. Verdugos eran unos hatos hechos con varas verdes que se ataban a las muñecas de los malos y según se iban secando lea oprimían más hasta hacerles «cantar». Los antiguos tenían un gran conocimiento de la Naturaleza. Yo admiro lo antiguo y lo moderno; ahora mismo bajo a mi taller a fabricar un «duplicador de tensión» que espero fabricarlo con 0.75€, cuando lo venden por 8. Técnica y humanidades tienen que ir juntas.