La etimología y semántica del vicio han traído de cabeza a los sabios del lenguaje, que, reconociendo que en el baúl indoeuropeo no hay gran cosa que rascar han decidido que sea voz nativa latina (“vitium”, defecto físico) y la han relacionado con la liturgia de los augures que al abrir un cabrito o un becerro y analizar sus entrañas, notaban anomalías que presagiaban desgracias inminentes.
De ahí a la depravación y a la desviación moral solo había un paso, así que las lenguas latinas, el Inglés, el Maltés y el Vasco tomaron nota y lo aplicaron tanto a la moral como a lo físico, aunque todos los demás, incluidos los de allende el Indo, los griegos, eslavos, etc., usaran voces muy diferentes. De momento sus razones no van más allá, pero si este “vitium” latino no trasluce nada, la forma vasca “biz zio”, formada por “biz”, forma acusativa de una segunda vez, de la repetición y “zio”, motivo o causa, da a entender que con ese nombre se señala a algo que tiene visos de reiteración, bien sea la cojera de un animal o una acción u omisión atípica fenológica o humana que se producen más de una vez y se aproxima al concepto de vicio como fallo o reincidencia en un proceso.
Quizás por la diferencia entre esta idea funcional y lo físico que es lo que habitualmente deja impronta en los nombres de lugar, llama la atención la frecuencia con que aparecen viciosos y viciosas en lugares remotos y poblaciones o simples lugares que se llaman villas viciosas entre otros pueblos y a quienes hemos leído mucho nos vienen a la mente imágenes de pastores y pastoras practicando el bestialismo que ya proscribiera Moisés cuando bajó con las Tablas bajo el brazo y se encontró un Aaron permisivo que hacía la vista gorda a las uniones de personas y ganado.
En la geografía española se puede encontrar desde un Arroyo de La Viciosa a otro de La Maliciosa, pero también una Casa Viciosa ubicada lejos de cualquier camino o cañada en un pedregal al norte de Alburquerque, lugar imposible para las citas de un lupanar o un Prado Vicioso, un Cerro de la Viciosilla y absurdos integrales como Coscoja Viciosa, lugar en una dehesa semillada entre Los Pedroches y el Valle de Alcudia, donde lo único destacable es un precioso pozo natural de casi treinta metros de diámetro. Imágenes siguientes.
Hay también Hoya Viciosa, Peña Viciosa, Vallevicioso y además de docenas de lugares donde hay concentración de diversas variantes de vicio, Villaviciosa como población -que predispone al chiste fácil de pueblo de vicio- no es solo la de cuna de la Sidra el Gaitero (“Famosa en el mundo entero”), sino que hay otra en Córdoba además de la de Odón (Madrid), donde conocí uno de los archivos del Ejército, las de la Ribera y San Miguel en León, la aldea de Tajuña en Guadalajara y otros lugares que no llegaron a cuajar población.
La mayor parte de estos lugares solo tienen en común el hecho de que en ellos haya siempre dos o más pozos, a veces con claros indicios de haber sido ampliados artificialmente para abrevar el ganado, pero no es imposible encontrar otros indicios hídricos que a veces están ocultos por intensas modificaciones del medio y que la cartografía antigua y también topónimos cercanos ayudan a entrever.
Por ejemplo, la Villaviciosa costera asturiana de la portada se asienta en el fondo de un estuario curioso en el que no hay un gran río que lo forme, sino un dédalo de arroyos como es el de Les Peñes, el de Puente Coro, Valdedios, de Abayu, Miyares, etc, creando una cubeta de decantación de casi ocho kilómetros de larga, plena de meandros vivos y fósiles, de balsas y otras manifestaciones de la interacción entre las aguas y la tierra, que debió de dar numerosas pozas que la intensa actividad agraria, industrial y urbana ha borrado y que la desaparición de la micro toponimia no permite recrear, porque la única cartografía disponible es de hace un siglo, nada más, insuficiente para lugares tempranamente desarrollados.
León tiene las dos Villaviciosas mencionadas, una (de la Ribera) en el Omaña, arrimada a la orilla derecha y otra (de San Miguel) en una cuenca menor, donde el topónimo de Las Huelgas anuncia que la zona debió de ser un charco antes de colmatarse.
Quienquiera que sepa algo de Euskera sabe que “bizi” es la vida en abstracto y “oz” la forma genérica de llamar a un pozo permanente, así que “bizi oz a” bien pudiera ser el pozo que conserva vida y “bizi oz o” la versión grande del mismo pozo, entendiendo que tal continente de agua conserva una cierta biocenosis que comunica a quienes lo oyen citar, que es un pozo que no se seca y que sus aguas son aptas para la vida y -por tanto- potables.
Hay variantes cercanas en su sonoridad, como los lugares que se pueden encontrar en el borde de un antiguo lago temporal que formara el río Luna llamado Las Vichosas, en Requena, Valencia, Fuen Vich, poblado y rambla, en Urría, Fuentes de Vicha y en Entrago, Fuente Vichareche, nombres todos ellos que solo diferencia la ortografía como en numerosos Bich, Bicha, …biche, …bichi, Bicho, Bichu…, como el Regato de Bichurichas en Comillas o Las Bichosas en el Andévalo, cerca de la raya de Portugal, donde se concentran varias pozas naturales recrecidas.
En Portugal hay lugares que se llaman Viçoso, Aldeia Viçosa, Quinta de Vila Viçosa y varias Vila Viçosa, con lo cual la continuidad en Iberia queda acreditada más allá de los caprichos ortográficos y la certeza de que el vicio tiene que llevar algún mensaje distinto al de la desviación moral y en Francia, mucho más escasos, aparecen con la forma Vichy, Visy, Vizos… y en Italia, Vizze, Vizzola, Vizzolo…
Pero al llegar a Francia, de la decena 1) de manantiales de Vichy, surgen aguas bicarbonatadas y gaseosas mencionadas ya por los romanos, lo que quiere decir que los nativos conocían las fuentes que manaban aguas termales a borbotones y que tomaban baños terapéuticos o de relajación, que hablaban una lengua afín al Euskera, porque el nombre actual Vichy, recuerda la expresión vasca “bitx i”, que equivale a espumoso, condición de las aguas profundas que al surgir sueltan el gas disuelto, produciendo los borbotones que se aprecian en la fuente balnearia de siguiente imagen y que sugieren que la forma central pudo ser aquí, “bitxi os a”, donde “os” es la raíz ya explicada y esencia de un pozo o un manantial y el adjetivo “bitxi” podría describir que en algún momento, quizás incluso ahora las aguas, bien por traer gases disueltos, por sustancias tensoactivas disueltas o por otros motivos, generaran espuma.
Entre los apellidos vascos y navarros y en la toponimia menor española, son frecuentes los que comienzan con “viz, biz”, Viciola Biziola, y Vigiola, como frecuentes son los que terminan en “iosa, ioso”, Barriosa, Rabiosa… como el Lavajo Rabiosa (dividido en dos) cerca de Medina del Campo o el Laguillo Misterioso de apenas el tamaño de una piscina olímpica a 2800 metros en las faldas del Veleta en Sierra Nevada, en las siguientes imágenes, así que haciendo caso al refrán que dice que “Lo perfecto es enemigo de lo bueno”, se deja abierta la duda sobre si será la vida o los borbotones lo que califica a ciertos pozos y manantiales, pero con la certeza de que el pozo no viene del “puteus” latino, sino del “oz” y sus variantes “os, ox, oj” que han dado en tantos ojos, osos, osas y ossas en llanuras y montañas.
[1] Celestine, Lucas, Chomel, Hospital, Gran Parrilla, Domo, Lys, Boulange, Antoine…
Puede ser que venga de vicus, de ahí muchos gentilicios a parte como «los vicarios». Es posible que estuvieran cerca de un campamento romano.
Saludos!!
Alicia, tenemos el subconsciente preparado para irnos al Latín como primera opción, pero en esta lengua, es casi todo el material ajeno, incluso las formas de las declinaciones. «vicarium» nos parece latino porque hemos manejado mil parecidos, pero la secuencia ordinal «bi», es netamente vasca (dos, segundo), como lo es la declinación «z» (convertida en «k») para el transitivo, así que «biz, bik» es quien repite algo, quien lo hace dos o más veces.
Si esto se refuerza con el complemento «ari» (dedicación, profesión, como pelotari, dantzari, errementari…jugador de pelota, bailarín, herrero…), da «bik ari», el dedicado a suplir, voz compleja tomada por el Latín y hecha suya, pero que no puede explicar.