Todo el mundo “sabe” en Europa, que los romanos llamaban Villa a un edificio funcional o conjunto de ellos que se asentaban en suelo rural. Villa llevaba un presupuesto triple de funcionalidad, organización y lujo, diferenciándose netamente de las casas y cabañas de pastores y labradores aislados. Este hecho constatado en numerosas citas de la época, ha sido suficiente para que la erudición de por hecho que “villa” es una voz latina y que significa eso concretamente, una mansión rodeada de edificios funcionales y de tierras de labor, caza y pesca.
Un lugar donde el propietario podía retirarse temporalmente mientras sus empleados labraban las tierras, criaban animales, hacían vino, tejían y construían instrumentos y utensilios, cocían cerámica y servían al señor y a sus invitados; un producto de la cultura del momento, claramente distinguido de la “civitas”, ciudad.
Hace poco tuve ocasión de visitar las ruinas de una Villa romana en Palencia 1, su Centro de Interpretación, sus mosaicos y su “reconstrucción”, conjunto de elementos que ponían de manifiesto la riqueza con que algunos vivían hace dieciocho siglos.
Vistas las condiciones de numerosas de estas ruinas, nadie puede extrañarse de que en la mayor parte de los idiomas europeos se use “villa” como sinónimo de lo que se dice “a large and luxurious country residence” (Una gran y lujosa residencia de campo).
Pero a partir de la Edad Media, en España se comienza a registrar el nombre de “villa”, como definición de un conjunto urbano que tenía ciertas prerrogativas administrativas aunque no llegara al nivel de lo que las ciudades gozaban, así que –se explica que- la forma romana fue perdiendo un dominio que era tomado por otras formas vernáculas como Cortijo, Quinta, Alquería, Granja, Masía, Sel, Torre…, para que a mediados del siglo XX, con el auge económico y la popularización del automóvil, la Villa volviera a ganar espacio para referirse a pequeños chalés de “fin de semana” o de vacaciones, que la clase media construyó por millares y bautizó casi siempre con nombres y apodos familiares, como se verá en el repaso superficial que se hará a la Toponimia de Villa.
A lo largo de este ensayo, se va a plantear que la voz “bila-billa” con referencia a ciertos asentamientos, no es de origen romano sino del sustrato que algunos llaman “Mediterráneo”, por no decir, Vasco, que su origen está en el comienzo del Neolítico, cuando contingentes cada vez mayores de pastores comienzan a asentarse formando pequeñas agrupaciones de viviendas, silos y cuadras y que las lenguas que fueron diferenciándose con la estaticidad en los milenios siguientes, guardaron con formas y prosodia parecida, aunque en el detalle se aprecian diferencias tan profundas como uno quiera.
En un documento como este, no se pueden dar mas que una pinceladas sobre el tema, pero de la infinidad de “villa, billa, milla”, que hay en la Toponimia española, merecen un estudio particular los lugares que lo llevan al final, como Revilla, Sevilla, Cordovilla, Miravilla, Lacorvilla, Navilla, Berantebilla, Soldevilla, Tovilla, Clevilla, Novilla, Cimadevilla, Genovilla, Maravilla, Mediavilla, Santalavilla, Tresvilla… y numerosas Villa. Los resultados se ofrecerán próximamente.
Mientras tanto, conviene un repaso por la toponimia italiana, francesa y portuguesa, que nos ponga de manifiesto que estamos analizando casos similares que abarcan la totalidad de estos territorios, no solamente las zonas ricas explotadas por los romanos.
Por ejemplo, en Italia, sigue habiendo miles de villas en referencia a chalés; hay muchas que se llaman Villa a secas, pero muchas más con nombres compuestos, Villa Adriana, Barone, Campari, del Bosco, di Villa, Inferno, Nuova, Rossi, Torloria…Villanova, Villar, Villaro, Villate, San Valentino; también hay Villa di Villa, Pie de a Villa.. y nombres que contienen “villa”, como Monte Villandro, etc. etc.
Siguiendo en Italia, a la ciudad se le llama “cittadina”, a una aldea, vil’laggio y a un pueblo, “popolo”.
Las casualidades son infinitas, lo que anima a pensar que no son tales; por ejemplo, en Bizkaia hay un pueblo llamado Villaro (ahora Billaro) y en la montaña del Piamonte Italiano también, aunque las condiciones de su entorno lo condicionan a ser una modesta aldea, es decir, no ha podido ser Villa como se decía hasta hace poco del Villaro vasco, “La Villa del Conde de Haro”.
En Francia, la cosa es parecida, aunque el pueblo es “village” y la ciudad, “ville”, no usándose nada parecido a ciudad aunque a los ciudadanos se les llame “citoyenne”. “Ville” aparece en miles de nombres, pero también lo hace “villa” que se usa exclusivamente como finca de recreo o chalé: Bas Village, Chateau Villain, Grand Village, Grand Villate, La Villa, La Villatte, Le Village, Le Villard, Neufvillage, Plavilla, Villa du lac, Villa Regina, Villabón, Villaine, Villamee, Villard, Villars…, siendo llamativo que se repiten un gran porcentaje de nombres inexplicables por el Latín en estos cuatro países.
En Portugal, “vila” es tanto un pueblo como una aldea, en tanto que a la ciudad se la conoce exclusivamente como “cidade”; la forma verdaderamente abundante es “Vila”, siendo que al equivalente a la Villa Romana se le conoce como “Facenda” y la “villa” con “elle”, solo aparece como neologismo para designar a ciertos hoteles y resorts.
En España hay casi 10.000 lugares cuyo nombre contiene “villa” en alguna de las posibles posiciones. Una parte de ellos son aldeas y poblaciones de cierto tamaño, otra parte, apenas corrales o tenadas, pero hay muchos, la mayor parte, que son descampados, labrantíos o entornos remotos, lo que cuestiona que alguna vez pudieran haber sido villas.
“Billa”, con apenas veinte lugares, se limita casi exclusivamente al País Vasco y Navarra, donde la diferencia se debe a la corrección lingüística, aunque hay rarezas como Billar de Santa Cruz, en Jaca, Billa do Rego en Xinzo de Limia o Billarato en Badajoz, que han conservado la “b”.
También hay un ciento que comienzan con “milla”, exhibiendo terminaciones similares a las de “villa” y lo mismo sucede con “guilla”, con una muestra de veinte casos.
“Bil-bill” es una raíz euskérica muy clara relacionada con el hecho de recoger, de acumular o de concentrar. A su vez, también es una de las acepciones de la idea de redondez o de círculo, lo cual es totalmente coherente con la idea de recoger, pues el montón más efectivo es el que tiene por base el polígono de infinitos lados, el círculo. Esta idea circular de economía de perímetro, ha estado desde siempre en las “kortas” o rediles que se hacían para el ganado en los territorios en que no había materiales consistentes; se trataba de una zanja circular, con cuyo material extraído se creaba una melga periférica que en combinación con la zanja, resultaba imposible de superar para los animales encerrados.
Esta idea, decía, se exportó a los primeros asentamientos temporales neolíticos y luego se consolidó en los definitivos como puede verse en el poblado de Los Millares 2, donde según se acercaban nuevos contingentes, el poblado crecía con nuevos círculos tangentes como las pompas de jabón.
No es casualidad; este nombre que no deriva del mijo, sino que es un ensordecimiento del primitivo nombre “Billar es”, esto es, “el cerco de los grupos”, en referencia al cerramiento exterior, pero también a los núcleos iniciales, en un proceso que comenzando por “bill a”, pasó por “billa are” y “billa are ese” de forma armoniosa y coherente, cambiando su nombre según evolucionaba, pero sin perder el enlace con las raíces.
Esta forma “económica” de construir, es la misma que se aplica en lo que llamamos “castros”, construcciones que cuando se realizaban en oteros pequeños, no tenían vocación de crecer, pero que en lugares como en Las Cogotas (Ávila), muestran el mismo patrón que se aprecia en la reconstrucción que se ha elaborado sobre el asentamiento, patrón que se reconoce por todos los investigadores “liberados” de prejuicios culturales, como se ve también en el dibujo adjunto muy didáctico y recurrido que es de aceptación general para la tipología constructiva de una época en que el sedentarismo aún no se había independizado del nomadeo…
Lo más probable es que mucho antes de la consolidación del Imperio Romano y en amplias zonas del suroeste europeo, la experiencia de milenios de los pastores paleolíticos hubiera decantado en unas configuraciones, dimensiones y organización para conseguir la sostenibilidad de pequeños núcleos asentados que –aún- basados en el ganado como garantía de producción, fueran tomando esta forma exitosa de “billa” que consiguió incluso sobrevivir a la productiva agricultura que establecieron los imperios.
La idea de esta “billa”, completada con las comunicaciones romanas, con la seguridad militar y con los refinamientos importados de todas partes, dio lugar a las lujosas Villas con sus termas, bodegas, talleres y artistas invitados.
[1] La Olmeda, un lugar que ya es BIC y que recomiendo visitar a cuantos puedan hacerlo. [2] Los Millares en Almería, modelo de poblamiento de más de 5.000 años.