Castellano Euskera Sociedad

Villas, villanos, bellacos e hidalgos.

Estamos en la época de las “fake news” por millares y accesibles para cientos de millones de personas cada día, al menos eso resumían ayer en rtve.

La mentira nunca se ha sembrado con tanto éxito, aunque su práctica, maligna o no, ha sido un ejercicio cotidiano y más frecuente en las sociedades humanas, cuanto más complejas fueran. Lo que se analiza aquí sobre villas, villanos, bellacos e hidalgos, tiene visos de ser una falsa interpretación sostenida por la ignorancia hace siglos.

La villanía está registrada en la copia del Cantar del Mío Çid del siglo XIII, haciendo referencia a lo que Rodrigo dijera al rey Alfonso, dos siglos antes: “Villanos te maten Alfonso, villanos que no hidalgos…”, frase que lleva dos piezas que han sido objeto continuado de tergiversación, de “fake words”, villanos e hidalgos.

Villano -con intención despectiva-, que con forma más o menos parecida se dice en media docena de lenguas de cuna no uniforme[1], pero resulta que en la mayoría de las cercanas tiene formas radicalmente distintas que van desde el “malvat” catalán y el “méchant” francés (basados en la “m” de maldad) al “furfante” italiano o al “tícalos” rumano, pasando por una decena de variantes[2] que apenas se relacionan con cada rama lingüística, llegando al Latín, “sceleratus, scelestus”, que no tiene nada que ver con la villanía ni con ninguna de las otras formas.

Sin embargo, ni el portavoz del momento de la Real Academia ni los hipercultos que ofrecen sus disertaciones en publicaciones y blogs dudan en general en asignar la villanía a que los magnates romanos tenían en sus “villas” (quintas, granjas o alquerías) empleados que eran rústicos y de baja moral, aunque algunos lo ponen en duda aún reconociendo que a esos labradores se les llamaba “vilicus”, porque plantean que fue avanzada la edad media (cita del Cantar) cuando olvidados los romanos y sus sistemas vuelve esta voz, ya con “ll” a los documentos.

Covarrubias, en plena Edad Moderna sigue reivindicando el Latín (aunque sepamos que “vilis” es barato, sin valor y no indica vileza) como si el insulto “vil” del Castellano procediera de ahí  y lo hace para cumplir un deseo vehemente y común de los latinófilos.

Los escasos lingüistas disidentes, quieren que “villano” sea una creación espontánea de la Edad Media Española, pero no explican fuente ni trayectoria alguna y aquí es donde entra el Euskera, mostrando su “bilau-bilaun”, que es una voz común a todos los dialectos y significa el grado máximo de deslealtad, felonía, traición y ruindad, voz relacionada con las tramas, el espionaje y todo tipo de alevosías, siendo lo más probable que los soldados y escribanos vascos que colaboraban con reyes y señores castellanos, llevaran esta contundente voz a cuarteles y consulados, voz que se escribió con uve, “villaun” y metastizada a “villanu” se normalizó en los romances occidentales Castellano, Portugués y Gallego, así como al Inglés y algunas lenguas celtas.

También al Maltés y al Bengalí, seguramente a través de la Marina Británica.

Y es que la propia villa plantea interrogantes, porque reconociendo que en la literatura romana, “villa” como granja, es un nombre sólido y concreto, la escasez de derivados impide que nadie puede rebatir el que antes del Imperio Romano en el Latzio, Piamonte, Galia o Tarraco, se hablara una lengua parecida al Euskera actual en la que “bil a” equivale a concentración y con ese nombre -comparable a quinta “kin ta”, donde “kin” es la acción conjunta y “ta” su plasmación territorial, con el significado de “cooperativa”, objetivo compartido, fueran ambas una práctica creciente de agricultura sedentaria, combinando el trabajo de la tierra con ganado, fruticultura y selvicultura, un modelo surgido como alternativa al pastoreo que el aumento poblacional dificultaba con la libertad anterior y en las que el Imperio se apoyó con descaro.

Cuando las villas proliferaron compitiendo con las ciudades gracias al aumento de la importancia del comercio y se dotaron de cartas y privilegios, es probable que los recelos de aquéllas y de las antiguas élites asentadas en ellas, más sufragáneas del poder militar, civil y religioso, relacionaran maliciosamente su nombre genérico con el “villanu” y así lo que comenzó como una “fake” de las de ahora se consolidó y generalizó en Europa, llegando hasta la actualidad en que la erudición no es capaz de explicar el camino seguido.

Interrogante parecido atenaza al “bellaco”, que ya hace tres siglos el mismo Esteban Covarrubias que lo escribía, vacilaba si relacionarlo también con las villas o con la lengua judía y uno de sus demonios, cuando este adjetivo deriva claramente de “keri”, acción y “beia”, bajeza, dando “beiakeri”, felonía, acción indigna que escrita con uve y elle, despista a quienes desconozcan el Euskera “de la calle”.

La hidalguía es otro concepto que si este mismo autor dudaba hace cuatro siglos si provendría de la honra paterna o de “… hazienda y quantía, heredada de sus passados;y ganada, no en mercancías, tratos, ventas y compras, sino de los gages y mercedes de sus Reyes….”, hoy en día ningún autor del “sistema” duda y todos van derechos a jurar que hidalgo (y fidalgo en Portugal), vienen directos de “hi d’algo”, hijo de algo, cerrando la herida de una “fake” más, que solo el Euskera puede aclarar.

En efecto, en esta lengua existe el verbo y sustantivo “iralgi” (sonido iralgui), que significa tanto la acción de cerner o tamizar, como la de seleccionar y cuya segunda acepción es el linaje, la selección que marca una estirpe. Verbo de amplísimo uso en los ambientes de caserío, hace generaciones que no se usa, de tal manera que hasta ha desaparecido de los diccionarios escolares y de los de bolsillo que deben ser los que maneja la erudición para no conocer una explicación obvia.

“Iralgo”, lo selecto dio en el hidalgo español y en la hidalguía y no hay que desperdiciar siglos en elucubraciones que traten de “buscar tres pies al gato”, porque la solución de infinidad de cuestiones está en un conocimiento profundo del Euskera y Castellano, dos idiomas que en conjunto tienen un gran potencial analítico.

La obsesión de buscar en el Latín está bien para muchos neologismos, pero para el mundo antiguo es otro el camino.

 

[1] En Bengalí, “bhilena”, en Gaélico Escocés, Irlandés y Maltés, “villain”, en Gallego, “vilán”, en Inglés, “vilain ó vilein” y enPortugués, “vilâo”,

[2] “skurk, skerk, hor, zlik, zloed, kalnay, cani…”

Sobre el autor

Javier Goitia Blanco

Javier Goitia Blanco. Ingeniero Técnico de Obras Públicas. Geógrafo. Máster en Cuaternario.

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