Las lenguas germánicas no están exentas de rastros del Euskera.
Nuestros vecinos del Norte, los de la isla que ha sido alternativamente continente e isla varias veces seguidas y que se separó por última vez hace menos de 20.000 años, dicen que “wool” (“bu ul”) es un nombre que les llegó del Inglés Antiguo “wull” y que creen (quieren creer) que antes fue una voz PIE (1) tal que “wele” que no saben que significaría, pero que era parecida a la sánscrita “urna”, a la avéstica “varena”, a la griega “lenos”, a la latina “vellus”, a la eslava “vluna”, a la rusa “vulna”, a la lituana “vilna” y a la galesa “gwlan”, vamos, se parecía incluso a todas estas voces si uno traga cualquier cosa, pero no explican nada.
La cuestión es que hace alrededor de esos 20.000 años, comenzaron a desaparecer de Europa unos rumiantes extraños, parientes de cabras y ovejas, pero que por su tamaño y agresividad se les llamó “bueyes lanudos” cuando “revivieron” a miles de kilómetros.
Estos bueyes estaban muy bien adaptados a la vida entre nieves casi perpetuas gracias a sus hábitos tróficos estacionales (engordar en verano y otoño) y a la pelambrera que llevaban permanentemente. Los humanos que vivían con cierta comodidad en los límites del –entonces- círculo polar cazando narvales, focas y osos, seguro que daban buena cuenta de estos organizados rumiadores aunque se defendían del ataque de lobos y aún de humanos, haciendo un círculo con las grupas hacia dentro donde se guarecían las hembras y los juveniles mientras los machos atacaban a topetazos a los cazadores, saliendo y entrando del círculo.
Esta forma de ataque es la que en Euskera se conoce como “bu”, en parte onomatopeya del bufido al arrancarse y que acabó denominando a los bóvidos, especialmente al buey (ahora toro, que en esencia significaba “el que arremete”, “bu ei”, donde “ei” es la acción, rechazando que proceda del “bos-bovis” latino) y también a este ovo-caprino que todos conocen como “buey lanudo” o “musk oxen”, buey del almizcle, en Inglés aunque no sea buey ni tampoco uno de los antílopes almizcleros…
En este animal se juntan dos circunstancias que solo puede aclarar el Euskera.
La primera es que el pelo de los mamíferos se llama “ül” en esta antigua lengua, lexema que mayoritariamente ha virado a la forma “il”, origen del castellano hilo y del latino “pilus”, pero que se ha conservado como “ul” en más de uno de los dialectos vascos o “Euskalkis”, así que “bu ul” era la cabellera de las piezas cazadas o quizás ya entonces, de las cabezas de ganado sacrificadas, con las que gracias a su generosa longitud era muy fácil crear mechas y cordones, siendo con toda probabilidad un material usado antes incluso que la lana de oveja.
Ese “bu ul” y no el engendro PIE es el que ha dado nombre a la lana en casi todas las lenguas germánicas.
El origen de la “lana”, es otro, más relacionado con una propiedad de este pelo, la facilidad que da la lanolina para que las fibras se engarcen una a otra y se formen las mechas a mano. “La” es la raíz del Euskera que está presente en los procesos de fijación o enlace y “ena” es un genitivo que asigna esa propiedad a la palabra previa, así, “la ena” y su compacto “lana”, solo dice que es una fibra cuyos hilos se enlazan bien.
Finalmente, el “musk” del buey que no es buey, es el almizcle (el exudado prepucial de esta cabra macho que enamora a las hembras), que nos dicen que viene del Árabe clásico “al misk” a través del Parto “musk”, pero esto huele muy mal, porque “misk” sin irse a los partos, al moro ni a un viaje improbable a través de medio mundo, es un adjetivo que en Euskera se usa para aquéllas personas que van tras lo exquisito, los melindreros, lo que hacen las hembras de este falso buey que se pelean por olisquear la puntita del pene de los machos en celo.
El mundo al revés.
1) Es la conjetura trazada en varios departamentos de universidades que dicen haber reconstruido la lengua que llegó a Europa desde el Este del Indo para dar lugar a casi todas las lenguas europeas.