Rescoldo
Estos días de agosto, cuando varios países mediterráneos sufren una ola insoportable de calor y una incesante alarma por incendios forestales, agrarios y hasta de algunas urbanizaciones y periferias de las ciudades que arden, se escuchan de nuevo voces con frecuencia olvidadas.
Una de ellas son los “rescoldos” en plural que hacen volver sobre sus pasos a los agotados bomberos y revisar los fuegos apagados ayer para localizar rescoldos, esas pizcas de combustible que parecían inertes y frías, pero guardan un germen de fuego en su interior que puede prender cualquier yesca u hojarasca y revivir la tortura del día anterior…
El rescoldo silvestre de un incendio forestal tiene el mismo poder que la ascua doméstica: Aunque parece muerto y frío, tienen ambos el suficiente poder para iniciar un nuevo fuego si se dan las condiciones necesarias: Combustible y comburente en las dosis y condiciones adecuadas, esto es, partículas finas y un soplo suave para irse incrementando.
En esta jerga que aparecen la ascua, la yesca y el rescoldo, algunos vemos un enlace directo con la Prehistoria y otros solo perciben una “copia desde el latín”.
Veamos el rescoldo que en el vascuence actual se llama desde “ausbero” a “auskaldar”, “auspe”, “txingar”, “auzbizi”, “suazi”, “su il”, nombres -todos ellos- relacionados con la ceniza (“aus”) o con el fuego (“su”) y su localización, estado o potencial y que -sabemos ya con certeza científica- hace cinco mil años, los humanos de viaje o misión, eran capaces de portar un ascua en una bolsita entre cenizas, para sacarla al llegar al punto de descanso y apoyados por un puñado de yesca (su origen etimológico parte de “ies”, desplazarse, escapar, huir, debido a la ligereza de sus partículas o filamentos y el frecuentativo “ka”, lo que es volátil, lo ligero que se esfuma, hacer revivir el fuego para poderse calentar o asar algo.
Esa ascua que ha llegado a nuestros días con su nombre original íntegro “has”, comenzar, empezar, iniciar, más “koa”, correspondiente, perteneciente y que nos dice que -efectivamente- las ascuas se usaban para iniciar un nuevo fuego era lo que portaba el viajero del calcolítico[1] entre ceniza en una de las bolsas, mientras la yesca iba en otra.
Ya solo queda el rescoldo, que si bien en latín todo el mundo reconoce que se llama “cines- cineris”, oficialmente en castellano viene de “re excaldare” repetición a partir de “calídus”, para llegar a rescoldo.
Casi todas las “lenguas romance” llaman al rescoldo con formas parecidas a la brasa, excepto los catalanes que le dicen “caliu”, pero se hace extraño que el castellano lo tomara de esa forma rebuscada, cuando “erre ez (k) ondo” es una frase prístina que el euskera ha olvidado y recreado, pero que explica claramente lo que hay ahí: “consecuencia de no haberse quemado”, a partir de “erre”, quemar; “ez”, negación y “ondo”, resultado, consecuencia, con una “k” intervocálica.
La aversión del euskera a empezar con “r”, se resuelve con la aféresis de la “e”, que es frecuentísima entre vasco y castellano, como lo es el cambio de “n” a “l”, para dar finalmente “rescoldo”, resultado de lo no quemado, que se adapta perfectamente a tan inquietante fenómeno.
[1] Se encontró una bolsa entre el ajuar de Otzi, el hombre de los hielos.

Sin quitarte una pizca de autoridad, me cuesta mucho creer que surgiera una k ahí enmedio, cuando la suma de los componentes sin ella es tan clara y fácil de pronunciar. ¿Es algo común en el euskera?