Pocas discusiones pueden acometerse en nuestra sociedad actual con menor nivel de concreción que la controversia sobre el estado en que se encuentra y el futuro que espera a la Lengua Vasca; el Euskera.
Casi desaparecidas las generaciones que hablaban Euskera con normalidad en la mayor parte de sus actividades cotidianas y que la usaban como lengua principal o secundaria en su día a día, si se comparan los datos estadísticos -digamos- de 1970 y los de cincuenta años después, el optimismo es la proyección “automática” a que llevan esa información porque ahora es norma la escolarización en Euskera y en formas mixtas, es también mayoritaria la proporción de jóvenes y adultos que lo conocen y practican con alguna frecuencia, son infinitos los programas de estudios que lo contemplan parcial o integralmente y es evidente la posibilidad de ser atendido por cualquier administración en el idioma nativo.
Ha crecido mucho la producción literaria, la edición de diccionarios, películas y todo tipo de entretenimiento, lo que genera efectivamente, una apariencia de recuperación absoluta.
Tal optimismo no es compartido por algunos de los “euskaldunes” de cierta edad o de un nivel cultural y de independencia política determinado, que -de forma creciente- percibimos en nuestra lengua un empobrecimiento acelerado para el cual no hay -que sepamos- parámetros que reflejen la imagen dinámica de este proceso de más de medio siglo que la Administración asegura que “va por buen camino”, mientras solo algunos observatorios independientes alertan de que no es así y casi nadie dispone de una fórmula para de valorar tal estado ni proyectar el futuro.
En resumen, los datos estadísticos que se manejan son de excesiva heterogeneidad para poder ser integrados y ese optimismo de los entes públicos y de sus oficinas y asesorías, proyectan en los críticos una gran desconfianza, así que rebuscando entre las herramientas que usábamos hace décadas para entender el porqué de algunas situaciones difíciles de asumir (con los procedimientos normales y con la mera intuición), se ha rescatado una de ellas.
En los años 90, algunos analistas de la -entonces- novedosa Evaluación de Impacto Ambiental (EIA), comenzamos a usar una herramienta que llevaba años aplicándose para procesos comerciales complejos, conocida como “SWOT Matrix”; matriz de análisis cualitativo, acrónimo inglés de Fortalezas, Debilidades, Oportunidades y Amenazas, que aquí llamábamos Matriz DAFO.
Su extensión al Medio Ambiente ayudaba a descubrir condiciones y fenómenos previamente no tenidos en cuenta y a aplicarlos ponderadamente a la aritmética de la EIA, logrando mejoras sustanciales en estas evaluaciones.
Que yo sepa, nunca se ha aplicado este procedimiento al análisis de la evolución de una lengua en el marco temporal de 2-3 generaciones, quizás porque las lenguas dominantes a nivel global están inmersas en una lucha geopolítica de gran magnitud y las minoritarias apenas preocupan a nadie, estando asumida su progresiva disolución como algo consustancial a la globalización.
Entre estas últimas, el Euskera es una lengua singular por muchos motivos y que nunca ha sido considerada desde un potencial que muy pocas comparten; el de explicar la etimología de lenguas europeas occidentales que durante los últimos cuatro siglos ha entretenido a decenas de lingüistas obsesionados con buscar los enlaces en el griego, latín, hitita y lenguas allende el Indo, al principio, para finalmente inventar una piedra filosofal que llaman indoeuropeo, a la que atribuyen ahora casi todos sus disparates. En imagen de portada, Julius Pokorny, quizás la figura que más ha colaborado a hinchar la nebulosa celta y a rellenar sin contar absolutamente con el Euskera, las celdas vacías del invento llamado “Indoeurpeo”.
La lengua Vasca, guarda en sus casi dos mil raíces y en su arquitectura basada en la economía y en la lógica progresiva, las claves para explicar de modo incontrovertible la etimología, el origen profundo de las combinaciones sonoras que nombran los materiales, fenómenos y procesos naturales; también los complejos aspectos psicológicos y mentales y -mucho menos de lo que la literatura pregona-, cuestiones de mitología y fantasía, constituyendo una herramienta definitiva para profundizar en la prehistoria y secuenciar la evolución de la gran malla reticulada que constituyen las lenguas latinas y germánicas e incluso, partes de las bálticas, eslavas y otras consideradas “islas”, como ella misma lo es si se hace caso a la bibliografía.
En cualquier proceso complejo hay fortalezas, debilidades, amenazas y oportunidades, pero nuestros esquemas mentales suelen tratar de considerarlas de modo antagónico y secuencial, no siendo común el organizarlas en “paquetes” para su contraste, una modalidad que se desarrolla a continuación:
Fortalezas.
La mayor evidencia de la fortaleza de esta lengua es que ha sobrevivido a lo que llevamos de agitada historia y a una cantidad de tiempo aún no determinada de las últimas fases de una prehistoria[1] profundamente desconocida.
La erudición ni siquiera hace cábalas para sugerir explicaciones, reconociendo los lingüistas que tal supervivencia es inexplicable porque carecen de registros (epigrafía), carencia que no les ha impedido inventarse teorías como la del Aquitano soportadas en cuatro estelas recientes, mientras dejan a un lado un caudal enorme de nombres de lugar, de objetos, fenómenos y procesos, teorías que se truecan en paradigmas directores para las nuevas generaciones de estudiosos y que lastran cualquier posibilidad de desbrozar otros yacimientos.
También es fortaleza, el tradicional amor de los vascos por su lengua, cuya esencia ha permitido conservar- al menos- desde épocas medievales en que las flotas vascas de pescadores-cazadores, comerciantes, exploradores y conquistadores, actores o víctimas adelantadas de la Globalización pasearon por el mundo y volvieron sin perderla tras dejar infinidad de términos relacionados con la navegación, la fauna marina, la meteorología y otras disciplinas en numerosas lenguas, de forma similar a como miles de años antes, dejaron su impronta en conceptos clave de la dinámica celeste, geografía, ganadería y biología.
El vigor que ha conservado la lengua hasta hace un par de siglos, también radica en la importancia de una arquitectura semántica propia y soberbia que garantizaba la estabilidad del léxico y -también- la de una gramática que ha huido siempre de la imprecisión mientras busca la economía.
Debilidades.
Todas las lenguas han padecido debilidades y muchas han desaparecido por ello[2], siendo las flaquezas más repetidas, desde la gramática compleja hasta la necesidad de adoptar cientos de préstamos que siempre han sido difíciles de encajar en el modelo del léxico, pero el Euskera no ha padecido este vicio por lo citado arriba, su capacidad de crear voces con un alto grado de coherencia.
En cambio, la tradicional aspiración de libertad de los vascos que ha sido determinante en procesos críticos, ha sido un problema crónico, diacrónico de milenios que no ha rebajado las fricciones en el largo proceso para evolucionar desde sociedades extensivas esencialmente pastoriles (entre final del Paleolítico y la época de los metales) hasta acabar en modelos agrícolas sedentarios que en otros lugares dieron paso a las ciudades estado, a los imperios y a las grandes migraciones y conquistas.
Esta debilidad ha tenido como consecuencia que desde la época en que se repartieran los pastos comunales con criterios de resiliencia y autoridad no contestada, los vascos no se hayan organizado sino en pequeñas entidades territoriales de contenido básicamente “reactivo” y no hayan montado bases ni estructuras para salvaguardar lengua y tradiciones. Han carecido de cualquier forma de Estado y de las consecuentes ventajas de una gestión protectora a ultranza que ese modelo suele imprimir a todos sus componentes.
También es debilidad el hecho de que el número de hablantes sea escaso y la proyección de la lengua para la economía, las transacciones, etc., sea muy limitada, aunque esta circunstancia la padecen cientos de lenguas, ahora reemplazadas para estos objetivos por unas pocas lenguas globales[3]
Amenazas.
La lista de amenazas es interminable; unas generales, otras centradas en procesos y tendencias nuevas o de arraigo secular, siendo imprescindible comenzar por la Globalización que, con su aparente vocación para el incremento de la riqueza, está llevando al mundo y a casi todas sus expresiones, a la uniformidad más peligrosa, estado sinónimo de inestabilidad y amenaza inevitable de desmoronamiento del orden vigente con un alcance sin precedentes.
A una escala menor, la desaparición progresiva desde hace unos 60 años del caserío tradicional[4], de la pesca, minería, artesanía y pequeño comercio, todas ellas actividades con fuerte arraigo en el Euskera dialectal y el paralelo aumento exponencial del urbanismo focalizado en ciudades cada vez mayores, con un alejamiento evidente de las interacciones entre vecinos[5] y el surgimiento de innumerables organismos, entidades y entes “satélites” que acaban olvidado su misión social y de promoción de la verdad y la justicia, para transformarse en parásitos con ansia de crecer y perpetuarse en un sistema administrativo de naturaleza tumoral e invasivo aunque vestido de democracia.
Aunque pudiera parecer inverosímil, los criterios aplicados a partir de la segunda mitad del siglo pasado para la unificación del Euskera en lo que se llamaría “Batúa”, pueden ser la amenaza más grave a largo plazo, ya que se aplicaron reglas “estadísticas” más que de razonamiento lingüístico, a la vez que se eligió un modelo excesivamente academicista, rechazando otras opciones que planteaban la “perfección” a un plazo más distendido.
Se actuó con prisa, con desprecio a la auto-capacidad de nuestra lengua y con urgencia para extenderla a la Administración y a la Enseñanza. Lo que aún es más grave, se copiaron los errores que llevaron al Castellano y a otras lenguas latinas cercanas a un proceso de búsqueda de la paternidad erróneo a partir del siglo XV, entregándose sus gestores, de lleno, a los modelos que explicaban su génesis y evolución sobre una base latina, cuando no había contenido objetivo alguno para hacerlo, solo la tradición mitad poder civil, mitad religioso y militar de lo maquinado por esas élites desde la época (tristemente) llamada Renacimiento para poner el ejemplo del imperio romano como eje central de Europa, lo que llevó a copiar las explicaciones centradas principalmente en el latín realimentadas una y otra vez en argumentos endebles y sin base, pero que a base de repetirse en una bibliografía sucursalista que a casi nadie interesaba rebatir, se transformaron en un referente europeo, cada vez más difícil de desarmar por la concentración de intereses[6] que crecía de año en año.
Al ocaso del Romanticismo, surgieron importantes estudiosos del Euskera, que planteaban con argumentos la extensión y profundidad de sus raíces y la necesidad de analizar y registrar científicamente el cúmulo de indicios que entonces había, pero el “sistema” lingüístico nacional e internacional estaba tan arraigado, que pretextos ridículos fueron suficientes para alejar mentes lúcidas (como Manuel Larramendi) hasta hoy del pasteleo que se estaba consolidando.
Tras el arranque ilustrado a finales del XVIII de la primera sociedad privada para el progreso de la Cultura Vasca, con el siglo XX, llegaron los acuerdos suficientes para que se creara la Academia de la Lengua Vasca, Euskaltzaindía, paralelamente a otras asociaciones culturales privadas y durante algunas décadas parecía que los entuertos de siglos podrían comenzar a enderezarse, pero no fue así.
Tras la guerra civil y el retorno progresivo a una deseada normalidad, la dirección de la Academia cedió a las corrientes seculares y en el transcurso de unas pocas décadas, no solo la deriva ya citada del Batúa hacia los criterios de construcción cuantitativos, sino la promoción de diccionarios plagados de errores, la entrega sin una mínima lucha de la Toponimia local, española e incluso vasca a las soluciones espurias tradicionales sin intervención alguna de la inteligencia, así como la cesión absoluta de la Etimología del Castellano, Catalán, Francés, etc. a la RAE, a otras academias y a asesores que DESCONOCÍAN ABSOLUTAMENTE EL EUSKERA, comenzó y está siendo una amenaza creciente que se agrava según desaparecen los estudiosos de edad y cátedras y departamentos enteros quedan al albedrío de jóvenes delfines más preocupados de publicar ensayos y comunicaciones insustanciales que nadie lee ni comenta, pero que son citados en listas interminables de bibliografía que triplican la extensión de sus raquíticas exposiciones.
Un drama.
En el párrafo anterior ha de sobreentenderse que la Universidad[7] antaño residencia del conocimiento y estímulo para la búsqueda de la verdad, ha derivado en un sistema de clubs en los que se trapichea con becas, promociones, cursos internacionales y abundantes ofertas para revistas y publicaciones, pero casi todo es huero, mero marketing.
Oportunidades.
En los procesos “SWOT”, las oportunidades solían ser la sección más trabajada, porque de ellas dependía gran parte de la recuperación esperada, pero en el tema del Euskera, la tristeza es ubicua porque la corriente occidental que ha integrado alrededor del fantasma conocido como indoeuropeo la actividad de universidades, academias e institutos para amasar una bola impenetrable de términos inexistentes, pero que un asterisco (*) les da vida y derechos como a una legión de Frankenstein de las lenguas, se antoja capaz de rechazar las tímidas embestidas que desde ateneos, fundaciones, algunas universidades o entes privados como Eusko Ikaskuntza se pudieran lanzar, no pudiendo contar -en absoluto- con que desde lo público (Euskaltzaindía, UPV ni departamentos del Gobierno Vasco y Diputaciones) se sacudieran la inacción de años y despertara una curiosidad que llevara a comenzar a estudiar con verdadero interés lo que algunos investigadores llevamos sesenta años exigiendo.
En tal estado de desesperanza, solo Internet puede brindar un acceso ilimitado a lo que se ha acumulado hasta el momento, pero la estrategia no es fácil de plantear: La Toponimia es de tal dimensión, que es agotador preparar la mínima relación entre nombres y significados, siendo necesario proceder a un “decapado” de milenios para que los escépticos admitan “que hay algo serio” bajo nombres aparentemente irrelevantes. Quizás la Etimología sería más fácil de intervenir (por ejemplo, centrándose en el DRAE y la infinidad de errores que transmite y que el Euskera puede resolver), aunque los sistemas lingüísticos estatales llevan décadas cerrados herméticamente en modelos “Etymoline” de explicación “cerrada” que se comparten entre ellos, imposibilitando la incorporación de nuevas explicaciones que tarde o temprano habrán de llegar.
Solo foros serios y de estructura científica podrán abrir esta posibilidad, porque otros muchos que funcionan bajo estímulos soberanistas, estéticos, míticos o incluso historicistas, se enredan en aspectos sucedáneos, olvidándose continuamente del rumbo que ahora interesa.
Como resumen, si esta iniciativa consigue algún éxito, en un anexo se adjuntarán próximamente una serie de páginas, blogs, publicaciones y videos que adoleciendo aún de una estructura optimizada para su fácil asunción, son un buen material para el arranque.
Barrika verano 2024.
[1] Se ha avanzado mucho en cuestiones de Toponimia, que llevan su traza hasta hace 8.500 años, habiendo indicios de 14.000 y varios de 6.000.
[2] Quizás sea el latín es exponente más conocido de una lengua complicada por ser de “genésis” urbana
[3] Inglés, chino mandarín, ruso, árabe…
[4] En los años 90 se estimaban en 22.000 los caseríos de Euskadi que presentaban síntomas de abandono.
[5] La voz inerte “ciudadano” ha sustituido al vecino, al aldeano o al simple residente de otros tiempos.
[6] La sobreestimación enfermiza del latín por las iglesias, los reinos y las universidades, arrinconó durante siglos cualquier análisis lingüístico ponderado, concentrando a investigadores, profesores, editores y bibliotecarios en un mundo vergonzoso de intereses inmediatos.
[7] Se entienden los estudios centrados en las lenguas latinas y últimamente los conocidos como lenguajes “indo europeos”