Los registros más antiguos de esta voz citan “asasino”, como se puede ver en el Diccionario de Covarrubias en referencia a época de cruzadas:

Y de forma parecida lo recogía Larramendi poco después:

A principios del XVIII, ya se comienza a generalizar su uso y a escribirse con “e” en castellano, como se ve en el Diccionario de Terreros:

Aunque franceses e italianos siguen usando la modalidad antigua, con “a”.
Actualmente en catalán se conserva “assassí”, en francés se ha dejado de usar la forma antigua y se prefiere “tueur”, los gallegos siguen diciendo “asasino”, los italianos siguen con “assassino”, como los portugueses, mientras los rumanos recurren a una voz de otro origen y la mayor parte de las lenguas germánicas recurren a variantes de “murder”, tolerando el inglés el uso de “assassin”.
Ninguna de las otras lenguas próximas (eslavas, celtas, bálticas, védicas, griego…) tiene expresiones parecidas, destacando que tanto en árabe clásico como andalusí o thamazig, las expresiones son muy diferentes: “al qatilu”, “qtila”, “annegaru”, que hacen poner en cuarentena las versiones que comenzó dando Corominas y que se han generalizado en bibliografía.
En efecto, Joan argüía que en el siglo XI, el jeque de una secta iraní llamada “de los Nizaríes” (radicada en el monte Alamut), daba a beber a sus secuaces, (“hassasi”) un extracto de cáñamo que llamaban “hasis” (hachís) y ebrios, los “hassasi”, se dedicaban a ejecutar sangrientas venganzas…
La novela es atractiva, pero el hecho de que ni en árabe, persa, pastún, sanscrito, turco, uzbeco, etc. la forma de llamar al asesinato tenga similitud alguna con la planteada, hace pensar que fue en el castellano donde surgió la voz y lo hizo, derivada del euskera, donde “asé” es tanto un exceso, como el hartazgo o la embriaguez.
La desinencia “z” es una explicación de modo, así “ase z” es el resultado de algo realizado con hartazgo y la coda “ein” indica acción, ejecución, de manera que “asse z ein” (se lee “ases ein”) bien pudo se en origen la acción irreflexiva de un estado de saturación que acababa en un crimen.
Esto explicaría que, en el castellano, más ligado al vascuence, tras un paréntesis cultista, se volviera a la “e” original.
