El nombre Cordillera está ampliamente extendido (Francia, Córcega, Alemania, Dinamarca, Eslovaquia, Finlandia, Galicia, Reino Unido, Islandia, Italia, Lituania, Luxenburgo, Malta, Noruega, Polonia, Portugal, Rumanía, Rusia, Suecia y hasta Turquía…) para llamar a una alineación de montañas que guardan cierta uniformidad estructural, especialmente, que se alargan en el espacio.
Borde de la Sierra Salvada. Senda o cordel de borde. Imagen de Portada.
Si se buscan las explicaciones oficiales, por una vez los franceses plantean que pudo tomarse en su país, de la misma voz española muy recurrida por quienes movían ganado a través de amplios territorios, que llamaban “cuerdas” a las alineaciones de montañas y de ahí fue pasando a todo el mundo cercano.
Para que un nombre esté tan extendido, su elección ha tenido que ser muy competida y su historia, no de siglos sino de milenios, pero circunstancias particulares pueden camuflar los verdaderos orígenes -como en este caso- en que la aparente relación entre un cordel tenso y una alineación de montañas ha llevado a sabios y legos a cantar que la cordillera viene del cordel, un diminutivo de cuerda, voz que explican viene al latín del griego “chordé”, tripa curada de ganado para reponer las cuerdas de la lira.
Explicación que no suele contestarse por pereza, pero que desde el punto de vista funcional no se sostiene; una cuerda de instrumento músico es un elemento corto que nadie compararía con una alineación de montañas; el propio latín, ya tenía su “funis” si pensaba en otra escala mayor.
La cuestión es que combinando algunas experiencia obtenidas de contrastar cientos, quizás miles de conjuntos de alineaciones de montañas desde el punto de vista de la gestión de un pastoreo extensivo de escala estatal, se ha podido percibir que, tanto hay grandes elementos estructurales (alineaciones de montañas) como la zona de Babia, en León, el valle de Alcudia en Ciudad Real, algunos valles pasiegos, como muchos cientos de menor dimensión como la Sierra de la Celada y Valdefuertes o la de La Cerrata (imágenes siguientes), que forman confinamientos muy fáciles para el caso de que se necesiten estancias prolongadas del ganado. Y en las que se ha señalado con trazos amarillos el contorno del camino de cumbres que domina el valle.


Unas pueden ser de dimensión regional y concentrar un millón de cabezas y las más, local para unos pocos miles.
Sus condiciones esenciales (aparte del agua y pasto), son el fácil dominio del valle desde las cumbres y el control de los accesos, condiciones imprescindibles para un manejo exitoso de los animales. Esas cumbres suelen ser más fáciles de recorrer que las laderas, porque en cotas altas la vegetación no es cerrada y es esta propiedad, la de ser “transitables” sin interrupciones y con gran dominio del espacio inferior pudo hacer que se llamaran “korr dü illara”, donde “korr” es la raíz del verbo que implica una “marcha viva” diferente del andar, sistema que coincide con el latín “currere”, y que es radicalmente distinto del tedioso “ambulare”.
Esta raíz ha sido tratada con complejo de inferioridad en generaciones de diccionarios y en ámbitos de enseñanza vasca pensando que era latina y se sustituía por “laister ibilli”, expresión mucho más pobre y que no indica la prisa implícita; se daba por original al “curro cucurri cursum” latino y se evitaba el uso “culto” de “korri” en euskera aunque en la calle fuera ampliamente usado y voces arcaicas como “korta”[1], la cuadra esencial cuyo significado es “corte o impedimento de correr” atestiguan que lo más probable fuera que latín y la casi totalidad de romances (excepto el rumano) que usan “correr” o formas parecidas, lo tomaran del sustrato prerromano, es decir, vasco.
“Dü” es la propiedad o condición e “Illara” es un trazo recto de algún elemento estructural, como el “gaillur”, limatesa o borde superior de los tejados, así que su evolución de “korr dü illara” a “cordillera” no supone trauma alguno, mientras conserva la idea de un transecto relativamente diligente si se compara con las alternativas disponibles.
Porque apenas tenemos una somera idea de la magnitud de la red de cañadas, cordeles y veredas que surcaban el territorio haciendo posible el tránsito de millones de cabezas, pero menos se sabe aún de los accesos complementarios que las entrelazaban y que facilitaban todos los servicios y relaciones para semejantes movimientos, habiendo argumentos para plantear que las sendas rápidas utilizaban con más frecuencia y con funciones de vigilancia, las cotas altas
Tocando otro ámbito, los nombres para los elementos de amarre son especialmente abundantes en euskera, dependiendo de su dimensión y función, pero también del material con que se elaboran; así, “ari” es un hilo elemental, “este” es una tira de intestino curado, “kordel” ( a partir de “kora”, atar, “d” y “el”, elemento simple, no complejo) supone un tamaño adecuado para manejarlo en las manos, “soka” ya es un elemento grande al que se ha dotado de flexibilidad, etc. :“agun”, “ari”, “este”, “goraite”, “iru”, “Kordel”, “kordoi”, “kordeleta”, “kordeliña”, “lakaiñ”, “liña”, “lizari” “loka”, “soka”, “unama”.
[1] “kor”, correr libremente; “ta” corte de la condición; la “korta” era una simple zanja que el ganado era incapaz de superar.
