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Lozoya

Los términos y elementos que se llaman o contienen “lozoya”, se encuentran solo en un entorno muy concreto de la vertiente levantina de la Sierra de Guadarrama, tratándose principalmente del Río Lozoya y algunas poblaciones y elementos físicos de la misma zona[1].

Todo el valle del Lozoya desde su nacimiento en el lugar ahora conocido como Valdesquí, en La Bola del Mundo hasta su entrega al Jarama, se puede explicar según tres tipologías: Un primer tramo de unos quince kilómetros de alta montaña y profundos barrancos cada milla que drenan sus aguas al Lozoya, que en ese tramo se llama Río Angostura y termina en el entorno del Paular. Foto de portada.

Entre el Paular y Gargantilla, ahora ocupada en gran parte por el embalse de Pinilla, hay una gran cubeta de deposición de los aluviones arrancados en las alturas, valle de unas 4.500 has. (imagen siguiente) donde se asientan varias poblaciones y la carretera al Puerto de Cotos, configurando el centro referencial del valle entero.

Aguas abajo, una réplica de la anterior tras el estrechamiento en la presa de Pinilla, donde el embalse de Riosequillo oculta parte de la segunda cubeta de deposición, esta de unas mil hectáreas y ya a partir de Buitrago de Lozoya, el río se encañona, siendo escasas las vegas que han consumido los sucesivos embalses de Puentes Viejas y El Atazar, ya a punto de llegar al Jarama.

En resumen, un río en el que solo se mantiene virgen el primer tramo y su docena larga de torrentes que recogen las aguas entre Cuerda Larga y los Altos de la Morcuera por el sur y las cimas de Peñalara por norte y oeste y que en el tramo citado todos conocen como Angostura, pero que se tiene la sensación de que el nombre “Lozoya” no procede de este tramo alto ni de los bajos, pasado Buitrago, sino de las llanadas centrales.

Siendo este término muy poco abundante, como se decía al principio, en las redes circula una etimología que lo liga a una supuesta designación del pastizal en euskera (“oza-loza”) y apoyándose en una supuesta repoblación medieval con vascos.

No hay lógica alguna en esa afirmación, partiendo de que la forma genérica de los pastizales (lugares donde se pasta “a diente”), es “lar” y le siguen otras como “alapide, alagune, pentze, okolu, soru, zelai, belardi…”, de las cuales hay miles de derivados en las geografías de los países cercanos, pero no hay nada de “oza” ni de “loza”, por lo que parece una broma.

Quizás sea una casualidad de que mi trabajo de fin de carrera consistió en el anteproyecto de un ferrocarril eléctrico que enlazara Gargantilla de Lozoya con el Puerto de Cotos y hace más de cincuenta años, los compañeros implicados devoramos la cartografía 50.000 y la geológica que entonces se disponía y nos hicimos una idea muy clara de formas, materiales, procesos y coberturas de aquellos terrenos.

El fenómeno de mayor dimensión era el gran valle aluvial que comenzaba en El Paular y llegaba hasta donde se edificó el pueblo de Lozoya.

Este monasterio y todos los Paules, Paúles, Paulares, Pauleyos y La Paul que hay en la toponimia cerca de ríos y en zonas bajas de deposición, no son referencia a algún Paulo o Paula, sino lugares en algún momento encharcables, donde el suelo no era consistente: “Bæ aul”, donde “aul” es flojo, pastoso y “bæ” lo inferior, el suelo, de manera que “paular” es la contracción de “bæ aul lar”, prados de suelo flojo.

En esta llanura abundan hidrónimos como Prado, Soto, Sotillo, La Laguna, Las Charcas, El Trampal, Las Plagas (playas), que evidencian una historia de avenidas y un régimen pluvio-nival antes de que se construyeran las presas y una economía agraria que se apoyaba de manera decisiva en la ganadería y en otros elaborados y servicios como el carboneo y la molienda.

En cuanto al nombre, “loi” es la forma genérica de llamar en euskera a los sedimentos finos de un río y “zoi” es un adjetivo que equivale a pelado, desnudo, calvo, siendo probable que, en su unión, “loi zoi”, se refiriera a los arrastres masivos y a las deposiciones primaverales masivas que quedaban en el terreno como mantas de arenas desnudas que tardaban en ser cubiertas por la vegetación. Es una cuestión práctica que la pérdida de la primera “i”, mejoraba la dicción a “lozoi”, voz que una vez articulada quedaba para siempre como “lozoia” y que la ortografía ha transformado en Lozoya. En la imagen, bancos de aluviones.

Los nombres de lugar y apellidos que comienzan con “loi”, son abundantes[2], pero los que lo hacen con “loz”, se cuentan con los dedos de una mano; por ejemplo, el Río Zalla antes de incorporarse al Zadorra en la llanada alavesa, deposita unos limos claros en la zona de Lozuri (mapa siguiente), nombre que parece haber sufrido el mismo proceso que Lozoya, “loi zuri”, acarreos blancos.

[1] El núcleo de Lozoya, Berzosa de Lozoya, Buitrago, Gargantilla y Villavieja de Lozoya, además de la Dehesa de Lozoya y Valdelozoya.

[2] Loiate, Loiba, Loibe, Loibeltz, Loidi, Loieta, Loigorri, Loimar, Loimil, Loio, Loiola, Loios, Loira, Lois, Loiti, Loizaga…

Sobre el autor

Javier Goitia Blanco

Javier Goitia Blanco. Ingeniero Técnico de Obras Públicas. Geógrafo. Máster en Cuaternario.

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