La gran Siberia, la de millones de kilómetros cuadrados, se menciona en crónicas rusas desde el siglo XV, pero nadie da una etimología creíble. Los historiadores la relacionan con el Khanato de Sibir[1], otros dicen que en tártaro, “sib ir” significa tierra dormida, en Buriato, “sheber” es un monte denso, también se achaca a la tribu Sibe de loe Tunguscos o a otro grupo paleo ártico, pero su dimensión es tan enorme que no es fácil imaginarse quienes la recorrieron en primer lugar para poner el nombre que los rusos trajeron a occidente. En la imagen de portada, La Siberia Extremeña.
También existe Siveria en el Norte de Ucrania y quizás en muchos otros lugares de Eurasia, mientras a los turcos les suena combinación de “sü”, agua y “bir”, salvaje.
Contra esta última fórmula hay que decir que la mayor parte del territorio tiene solo un ligero desnivel hacia el Ártico y que sus abundantes ríos no son profundos ni tumultuosos, lo que concordaría mejor con la explicación desde el euskera: “se ib eri a”, la tierra de ríos menudos a partir de “se”, menudo, “ib” río, “eri” lugar.
La posibilidad de haber sido recorrida por gentes con habla vasca es apoyada muchos nombres en su toponimia y por la gran cantidad de restos de animales de este Pleistoceno que han quedado congelados en el “permafrost” y que sugieren que era un gran lugar para la caza y el pastoreo y la cantidad de restos de varias especies humanas (Sapiens, Neandertales y Denisovanos) que han sido encontrados y analizados, mostrando relación con los europeos.
Sabemos tan poco de la actividad humana desde la última glaciación, que es obligado dejar paso a muchas posibilidades.
En España el término Siberia es escasísimo, limitándose a dos puntos en esa especie de comarca y otros dos en zonas de reciente intervención en Gran Canaria. El Balcón de La Siberia está cerca de Talarrubias, en el valle que determinan los arroyos Granda y Del Cubillo, pero las crónicas apuntan a que el nombre de esta Siberia extremeña es una licencia literaria a partir de que el Correo de Madrid y El Noticiero Extremeño, compararan hace más de un siglo lo remoto de sus tierras con la inmensidad siberiana y esta explicación parece lógica y apoya el argumento el hecho de que apenas hay -tampoco- , aparte de un Picacho de La Iberia en Almería, lugares con nombre parecido a Siberia o Iberia, lo que confirma el origen griego de Iberia y su escasez, ¡vamos!, ausencia en el campo.

[1] Mercator señalaba en un mapa de 1595, Sibir como un fuerte o asentamiento y como las tierras circundantes.
