Aro de ramas, flores o metal precioso que se coloca en la cabeza a algunas personas o en algunas ceremonias. Por extensión, coronar es llegar a la cima.
Diccionarios y publicaciones dicen con desparpajo y sin dar lugar a dudas, que su origen es “corona, coronam” del Latín, voz que a su vez fue tomada del nombre de los cuervos en Griego (“korone”).
Así, la corneja, el cuervo más corriente, se llama desde Linneo, “Corvus Corone”. La endeble explicación es que el pico del cuervo es corvo y así, tanto el pájaro como el hecho de que algo sea curvo se llaman así.
Lo cierto es que casi todas las lenguas cercanas la llaman de forma parecida, debiendo destacar que Gallego, Portugués, Catalán y Euskera, le llaman “coroa, koroa”, dejando las formas más complejas, “corona, coroune, crown…” con «n», para las demás, de las que se alejan algunas índicas con las formas “taj, taej”.
El ensordecimiento de «g» a «k», es muy frecuente.
La forma de las lenguas españolas (excluida la castellana), muestra ausencia de la «n» que aparece en casi todas las demás y en el “korone” griego. En Euskera, “go” es lo alto de forma indefinida y “oró” implica totalidad, complitud, siendo la desinencia “ena”, un genitivo, así que “go oró ená” pudiera haber sido una frase que significa “del tipo completa en lo alto”, pero también pudo ser desde el principio, «go oro a», es decir, «completo en lo alto» y la «n» se pudo añadir entre dos vocales para mejorar la articulación sonora.
Una característica que cumplen las coronas y que se ve reflejada en la ingente cantidad de “Monte Corona” que antes de llegar a América para denominar a varios volcanes, estaba muy extendida en la toponimia española y que siempre exhibe esa cualidad de una “cima oronda”.
Ver el mapa y esquema del Monte Corona en Comillas.
Ed “go oró ená” a corona hay apenas un paso.
