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Ta, da.

La Prehistoria queda muy lejos y en un mundo dominado por un complejo de cultura superior sustentada en la tecnología y las comunicaciones, no es nada fácil imaginar cuáles serían los verbos esenciales que sostenían aquellas sociedades nacientes que consideramos primitivas y atrasadas.

Durante años he apuntado listas interminables: ayudar, vigilar, defender, comer y beber, morir, buscar, encender, esconderse… docenas entre las cuales aparecía siempre uno de componente tecnológica: Cortar.

Cortar debió de ser un avance notable comparado con rasgar o arrancar. Desde el mismo principio, el corte permitía desollar limpiamente los animales obteniendo pieles enteras y hacer tiras con los intestinos para conseguir cintas mucho más largas y flexibles que los tendones, facilitaba modelar las primeras herramientas y útiles, mejorar los vestidos, vivacs y adornos, siendo -quizás- tras el dominio del fuego, el avance más notable de la humanidad. Cuchillo de sílex, portada.

Siempre recurro al euskera antes que a otras lenguas, porque a menudo de entre sus palabras complejas surgen golpes de voz muy sencillos que te muestran cómo se elaboró el lenguaje. En este caso, “moztú” es la primera acepción que aparece en los diccionarios para el corte y “ebaki” (tan distinta), la segunda… hay otras como “txoil” y varias compuestas que se refieren a la herramienta de corte, pero la voz simple que se debió referir al mero hecho de cortar parece haberse perdido.

Es que “moztú” no es cortar en abstracto, sino lo que queda en un elemento longitudinal cuando se le secciona la punta; es el pelo que se rapa o el palo que se acorta, “ebaki” se refiere más a un sajado longitudinal y “txoil” a un arranque completo de la cobertura, a dejar el elemento calvo, pero buscando en el mismo euskera y en lenguas como el castellano que muestran una gran resiliencia y conservan voces antiquísimas como tábano, tabla, taco, taja, tajo, tala, talla, tambor, tamiz, tatuaje, dado, daga, dalle, daño y algunas vascas como “taiel” (tajadera), “tailatu”, (tallar, escoplear), “tailu” (guadaña), “taket” (estaca), “tako” (taco), “tarratada” (rasgado), “tarte” (entresijo), “tato” (pedazo), “dailu” (hoz), “dailarri” (piedra de afilar) etc., que comparten en primer término el fonema “ta, da”, que en todas ellas conlleva la idea primitiva de corte.

Las castellanas, muy emparentadas con el vascuence, se han conservado, cuando esta lengua ha creado otras; por ejemplo, “tábano”, contracción de “ta aba ano”, se refiere a un insecto con una boca que corta, “ta aba” y que es muy grande “ano”.

O la tabla, que no viene de la “tabüla” latina, que nada significa, sino de “ta pla”, corte plano, extracción de una placa de un tronco.

O el tambor, directamente de “ta embor”, tronco cortado y ahuecado con fuego, al que se le adosaba una piel tensa.

Ni tatuaje, que no viene del tahitiano “tatau” (golpear dos veces), sino del euskera “tatu axe”,  (“axe”, distinguido) esto es corte elegante, las sajaduras que se practicaban en la piel, cerrándolas con ceniza para que quedaran en relieve…

A veces es “da”, como en el dado, arquetipo de una pieza cortada seis veces: “da du”, el cortado. Imagen actual haciendo dados artesanales.

La daga que proviene de “da ga”; (“ga”, carencia) sin filo, solo con punta, el dalle o guadaña, evolución de “da eille”, creador del corte e incluso el propio daño, que no se origina en el latín “damnum”, condena, sino en la contracción de “da eiño”, provocado por un corte.

El ejemplo principal, el contundente tajo que se origina en “ta ʤo”: Golpe de corte.

En el vascuence han quedado pocas; quizás el mismo “tako”, la tajadera o “taiel” y sus derivados, “taket” que es el origen de la estaca o tronco que se ha sajado longitudinalmente en varios elementos, que se afilan y clavan en tierra…, “tarratada”, rasgado y pocas más porque la evolución y los neologismos han hecho comunes las tres formas que se citaban arriba.

Como resumen que el tajo y tajar no se originan en el latín, donde con “taliare” se referían a despojar las ramas de un árbol (donde cortar era claramente “secare”), sino en el morfema “ta-da” que es la esencia de un corte sin desgarros.

Esto no es ley solo en la lengua común, sino en la toponimia, donde lugares y accidentes como el río Tajo que condensa los grandes cortes rocosos desde su curso alto al medio (Tajuña) y en varios otros puntos como Toledo o Monfragüe y otros 250 Tajos más, desde Tajo Agrio a Tajo Roldán. Imagen, Tajo de Ronda.

 

Sobre el autor

Javier Goitia Blanco

Javier Goitia Blanco. Ingeniero Técnico de Obras Públicas. Geógrafo. Máster en Cuaternario.

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