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Alpujarras. Parte 1.

Borja Garrido es uno de los seguidores de Eukele.com que conoce bien la Alpujarra, pero no es este sonoro nombre el que le inquieta, sino una veintena más de topónimos que le parecen curiosos y pregunta si hay algún análisis sobre ellos.

No dudo que habrá numerosos estudios sobre todos esos nombres que en un primer vistazo parecen -sino raros- nunca oídos, pero uno de los grandes impedimentos que ha habido en la disciplina de la Toponimia que ha dificultado cualquier avance, es que los estudios se hacían con carácter local, casi doméstico. Algún ilustrado que iba por la zona, algún cura o fraile con conocimientos de Latín, que hacían un recorrido por la zona y editaba un trabajo más etnográfico sobre una forma de vida sedentaria que algo que nos recordara que el nombre, los nombres, no eran exclusivos de esa zona, sino que se repetían una y mil veces, cerca o lejos, lo que escondía un mensaje universal de otra forma de vivir previa y dinámica que fue capaz de poner nombres a los lugares y que estos duraran e incluso sobrevivieran a generaciones de escribanos decididos a cambiarlos.

Hemos perdido la mayor parte de las claves que se usaron para esas denominaciones, pero en los últimos años se han rescatado cientos de raíces de la lengua vasca y algunas de las traducciones conseguidas con su aplicación y la consideración de las alteraciones fonológicas conocidas y los cambios culturales aplicados, son coherentes, por lo que ya “somos legión” quienes seguimos en este empeño arqueológico.

Borja no preguntaba por Alpujarras y yo que las visité en varias ocasiones a partir de 1983, tengo interés en comentar este nombre que designa a un territorio de tamaño comarcal.

En un mundo que hasta ahora ha estado marcado por el ritmo del “Mercado”, las Alpujarras han cambiado desde que se convirtieron en objetivo turístico. En un libro de geografía de mi abuelo Tomás, que guardo con cariño, apenas hay dos renglones dedicados a las Alpujarras en el último capítulo, donde dice “…Sierra Nevada al S. Del cual se extiende el fragoso país de las Alpujarras (Almería y Granada) y al O….”. ¡Nada!, ni una foto ni un gráfico… , Alpujarras –entonces- equivalía a maleza, improductividad y aislamiento.

Hace cien años el Mundo ya era un objetivo económico y entonces lo que valía era el triplete Agricultura – Minería – Industria y lo típico o diferente no era un valor a resaltar.

Esa ausencia, ese olvido, no significa que las Alpujarras hayan sido un lugar aislado porque están surcadas de Norte a Sur de un dédalo de rutas pecuarias, lo que indica que estacionalmente eran visitadas por rebaños y pastores. Lo que si parece evidente es que los caminos iniciados por el Oeste, subiendo el río Guadalfeo o por el Este siguiendo el Andarax, es decir, los que discurrían paralelos a las cumbres por el fondo del valle, eran más complicados que los que discurrían en pendiente a lo largo de las innumerables lomas –con sus barrancos- que peinan la Sierra.

Esta morfología suele favorecer las relaciones sociales a lo largo de los surcos, de forma parecida a como sucedía hasta la llegada del ferrocarril en los valles vascos desde el Bidasoa al Barbadún y que en cierta manera han favorecido la diferenciación de los “euskalkis”.

Pero, vayamos al nombre. Veamos que se dice de este “País”.

Como no puede faltar la versión Árabe, la propuesta mejor vista por la masa es la que dice derivarse de “al busherat”, algo así como “tierra de pastos”.

Hay quien asegura que sin salirse del moro, el carácter hosco de los nativos, llevó a que se la llamara “abuxarra”, indomable.

O que es una evolución del Griego “albordjela”, fortificada, por lo difícil de su conquista.

O del Catalán, “Albu Xarrat”, sierra blanca.

Tampoco faltan los que ven celtas en Alpujarras a partir de la raíz “alp”, altura.

Solo se va a comentar lo inadecuado de la primera de ellas, porque “los pastizales” en Árabe suena “elmarai” y si alguien pensaba en el “bush” germánico para describir una zona de arbustos en maridaje con el Árabe, sonaría más o menos, “el ashabú”, más cercano, pero no solo distante, sino impreciso, porque los “grandes topónimos”, nunca son fitónimos ni se refieren a detalles menores como una cueva o una fuente o un aliagar, sino que suelen hacer referencia a grandes rasgos del paisaje comunes en un entorno amplio.

Así, lo primero es saber que Alpujarras no está sola, que hay hasta veinte con final en “j”, como Las Abujarras en Salamanca, Loma de la Alpujarra en Cádiz, Las Alpujarras en Utiel, Las Alpujarras en Ciudad Real (ver imagen), Cerro de La Alpujarra al Sur de Ciudad Real…

En Galicia, al borde del mar se encuentran dos Alpuxarras con “x” y también las hay con “s” y con “h”.

Como también hay infinidad de lugares que comienzan su nombre con “Alp…” (Sierra Alpúbrega en Toledo, Cerros de Alpujata en Málaga o Alpuente en Castellón, ambos con unos surcos profundos…

Llegado a esta situación, lo primero a decir es que Alpujarras no es una voz extraña en España, pero dependiendo de cómo se diseccione una palabra compleja, sus partes pueden llevar a uno u otro fin. La intuición me dice que en este caso, la forma adecuada del corte debería de ser “albus arra atx”, cuyos componentes se pueden traducir sucesivamente según: “Albus”, “laterales, adosados lateralmente…”, “arra”, “desgarro, erosión, barranco” y “atx”, “peñas”, que en conjunto encajaría bien con la imagen “macro” del lugar principal e incluso con los de otros muchos detectados, pero que la dimensión de este ensayo no permiten reproducir.

En cuanto al resto de la demanda de Borja, ahora solo se va a explicar la teoría sobre Lanjarón, dejando los demás (Atalbéitar, Padul, Dílar, Veleta, Trevélez, Órgiva, Bubión, Capileira, Pampaneira, Yegen, Dólar, Carataunas, Abuchite, Cáñar, Nívar, Darro, Dúdar, Quéntar, Jun, Jau) para la Parte 2.

Mi madre, que conoció a uno de los últimos pastores (Martín Koixo) de ovejas vascos que hacían una pequeña trashumancia hace unos noventa años, me decía que en el peñón de Matxitxako, en una zona llamada Ermu, “había un lántxar” que decía Martín tener la mejor hierba porque recibía sal del mar.

“Lantxar” era y es un pastizal en el que afloran rocas o piedras y es muy probable, casi seguro que la jota de Lanjarón sea la “tx” de “lantxar” y que su coda en “on”, se refiera a la buena calidad de la hierba.

El nombre y sus parientes son bastante comunes en España (más de 200), pudiéndose destacar Lanjaril en Soria, Lanchalón en Salamanca, Lancharón en Ávila, cuya imagen se adjunta, explicando que el entorno se llama “Dehesa del Pedregal”, confirmando la explicación del pastor Martín.

Sobre el autor

Javier Goitia Blanco

Javier Goitia Blanco. Ingeniero Técnico de Obras Públicas. Geógrafo. Máster en Cuaternario.

2 Comments

  • Hola Javier,
    Me parece muy interesante lo que explicas acerca de la Alpujarra, comarca que tuve el placer de visitar hace unos cuantos años. Por cierto, el pasado mes de enero realicé unas rutas por la provincia de Málaga, y una de ellas me condujo a la Axarquía, comarca agreste repleta de curiosos nombres como el de Frigiliana. Pues bien, los sabios de este país dicen que Axarquía proviene del árabe «šarqíyya»: región oriental. Yo creo que el topónimo sería euskérico:
    AITX ARRA K, indicaría montañas escarpadas, agrestes; como efectivamente así es.
    Saludos

Responder a José Cánovas X

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