Aquí todo el mundo sabe lo que es un lagar; lagar dicen los castellanos, igual que los catalanes; “adega” o lagar dicen los gallegos, lagar es en gran parte de Andalucía el recinto donde se prensaba la uva y por extensión a las casas de campo dispersas y lagar se decía en el País Vasco, aunque hasta ayer se usara más “dol ar” (“dol” es manar, escurrir y “ar”, piedra), figura de portada y “dolaretxe” era un término muy recurrido en euskera para algunos caseríos que aún conservaban en el cercano siglo XX la gran piedra tallada de una pieza, como nuestro caserío matriz “Buturtze”, en Bakio.
Luego quedó para algunos bares y “txakolís”.
En ningún otro de los países ni lenguajes cercanos se usa un término de precisión, de detalle parecido, siendo lo habitual recurrir a los genéricos “cantina, prensa o a bodega”.
Sin embargo, la “internacional latinófila”, dirigida por el genial Coromines, explica sin sonrojarse, que el lagar procede del “lakus”[1] latino, en referencia a un depósito de líquidos, dando a entender que los antiguos no distinguían entre un proceso industrial de pisado y estrujado, del mero almacenaje.
Pues no es así.
“La ga” en euskera es la acción de desprender, desmembrar o desarticular algo; en este caso, la uva. Tal voz que -en realidad- es una pequeña oración, está compuesta por la raíz verbal “la” que se refiere a la sujeción y “ga” que bien sea sufijo o prefijo, indica negación de lo complementado; así “laga ar”, compactado a “lagar” es la piedra donde se desmiembran los racimos y de donde mana el zumo que -este, sí- irá a un pellejo, o a un recipiente para seguir su milagroso proceso.
[1] Ver Lago en Euskela.com