Este otoño de depresiones atmosféricas en altura nos está trayendo nombres olvidados a las primeras páginas de los periódicos; hace unas semanas, Chiva y su barranco que aguas abajo llaman Del Poyo; ayer Balanegra.
¿Balanegra? En un mapa de los años treinta (del siglo pasado, claro), Balanegra era apenas una rambla (ahora llamada “de los Infantes”) y unos “llanos”, como se ve en este primer 1:50.000 donde la propia Balerma es apenas una manchita rural.
Cincuenta años después, con las “bombas de lápiz” sacando agua de cien pozos y con la lámina de polietileno desplazando al cristal de los invernaderos, ya se empiezan a ver los trazados de futuras cuadrículas que en una década sería otro mar de plásticos y un incipiente poblamiento de la costa, una antigua pedanía que tiene vocación de municipio y que se llamará como la rambla y los llanos: Balanegra.
Un nombre para el que ningún ilustrado se atreve a plantear un posible origen, si bien a cualquier conocedor del Euskera le sonará a una redundancia, “bal a”, lo negro en vasco y “negra”, lo mismo en castellano, siendo “bal” un fonema nada raro en un tramo de la costa andaluza, donde aparte de las Balerma y Balanegra citadas, está La Punta de Velilla, Velerín, Punta Mala, la propia Málaga y Malagueta, que lejos de la fantasía fenicia de “Malaqa”, se puede encontrar en La Mancha, cerca de Gibraleón en el interior onubense, en el Norte de Guadalajara (Málaga del Fresno) y cerca de La Puebla de Beleña, en la Sierra de Alhama, cerca de La Negra, en su misma provincia, Cordel de Málaga, en La Armuña salmantina y sobre todo en el entorno de Vélez-Málaga, con frecuencia cerca de lugares que llevan como apelativo “negra” y también “bal”, “mal”, “bel”, “vel”, distintas morfologías originadas en una “bæl” original que la erudición ha maltratado por ignorar su significado: “negro”.
La propia Balerma, que algunos pretenden que antes fuera Malerva, acusa la tendencia a confundir “m” y “b” y tiene un significado claro en la primera forma, “bal erm a”, donde “bal” es el adjetivo negro, “erm” es la condición de terreno improductivo, baldío, carente… que dio el “i erm a”, secarral, carente de agua (“i”) y la condición de fuerte uso del género en castellano, transformó en “yermo”, voz neta española que no viene de ningún latín tardío, sino de la lengua autóctona.
También hay un par de Punta Negra, muestra de que este color era ubicuo en ese tramo costero.
Aunque los aficionados a Geología o Topografía ya habrían concluido del primero de los mapas que aquello era un abanico o cono de deyección de una rambla torrencial, los amantes de la Toponimia, tienen ante sí un interesantísimo nombre que guarda importantes detalles de un pasado sabio y un reto que puede comenzar recorriendo la Playa que ha creado la Rambla a lo largo de milenios de arroyadas y barrancadas.
La playa tiene un tono grisáceo que denota escasez de sílice (foto de portada) y confirma que el origen de este árido es de las calizas y dolomías de la Sierra de la Alamilla (azul claro en el mapa geológico siguiente) que bajan por varias ramblas, especialmente por la de Balanegra, cuando las avenidas torrenciales barren la sierra y los numerosos “conos” (en rayas rojas y verdes) que acaban formando los extensos “llanos” ya transformados en cultivos, antes de hacerse playas.
La intensísima actividad humana facilitada por los avances técnicos (láminas y tubos de polietileno, perforadoras y entubadoras de pozos para acceder al acuífero inferior, bombas de lápiz, máquinas para aterrazado de tierras, semillas modificadas…) y una gran inversión económica tras la posguerra, han transformado de tal manera las zonas de menores pendientes, que no es fácil encontrar muestras de suelo nativo y aún las playas se hallan muy alteradas, tanto porque su parte terrestre y de dunas se ha reducido tanto por el urbanismo desaforado, como por “defensas” litorales, estrechamiento de los desagües, etc. ver en la siguiente foto, estado actual de la boca de la Rambla de Balanegra.
Como resumen se puede concluir que, en tiempos prehistóricos, contingentes de pastores y pescadores debían recorrer estacionalmente estas tierras y que a la rambla y al sistema inferior de llanos y glacis del barranco que se origina en la Sierra de la Alamilla, le llamaron “bal a” (lo negro) por sus gravas y arenas oscuras y durante los milenios en que se pasó de la intensa movilidad y de la antigua lengua franca al castellano (posiblemente 6 ú 8.000 años), sin retirar el viejo nombre, se añadió el nuevo “la negra”, resultando “Balanegra”.