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Red, grid, net, malla, xarxa, web?

Para los sabios de la lengua, la red que fue modelo e idea para nuestros antepasados, fue la red de las arañas; no es extraño que poetas e idealistas busquen raíces que tiendan a confundirse con el espíritu, pero las inteligencias “prácticas” a menudo disienten de las lumbreras de la teoría.

La propia araña para la que surgen disputas sobre si vendrá de la “aráchne” griega a través de la “aranea” latina o de una raíz a descubrir en el IE, tal que “arak”… es consistente porque ni el cuentista Pokorny, ni Michel de Vaan, ni Meillet y Ernout, Benveniste o Chantrain tienen ni idea de donde sale y -por tanto- ninguno de los sabios de la lengua que ignoran deliberadamente el euskera, pueden contar nada de interés, sino rezongar en propuestas sobadas desde hace tres siglos.

Nadie puede dudar que la forma de vida primitiva era mucho más propensa a la observación de los procesos naturales que la urbana y que nuestros antepasados habrán visto volar a una araña microscópica recién salida del huevo, colgando de un tramo de hilo que acababa de generar como primera acción de su vida libre dejándose llevar por la brisa para recalar en una flor o una rama lejana a la de su madre…

Yo lo vi por casualidad una mañana de primavera y desde entonces he buscado lo que los aracnólogos publican, que no es mucho, pero sí especial. Imagen del proceso y foto “macro” (50 x).

 

Seguro que a nuestros antepasados no se les escapó que lo primero que hacían las arañas era generar un hilo finísimo y fortísimo… que estaba compuesto por varias fibras, constituyendo lo que ya se llamaba “hari” en euskera, así que “hari eiña” describía a la fabricadora de hilo[1].

El que luego con ese hilo desarrollara diversas técnicas, como la de volar colgada de su cloaca, envolver a una presa para irla devorando, construir pasadizos o andariveles para recorrer su imperio, túneles para proteger la entrada a su guarida o crear en pocas horas una red muy llamativa para “quedarse temporalmente” en un lugar, debieron parecerles a cual más interesante, pero para llamar al género usaron la primera, “hari eiña”, hilandera, que en muchos de los idiomas mediterráneos quedó con los nombres citados al principio que fueron los que perduraron en epigrafías.

¿Qué pasó con el euskera?… Como en infinidad de sustantivos, verbos y adjetivos, el uso de su designación por otras lenguas llevó a nuestros antepasados a los mismos errores de los eruditos actuales, rechazando la forma primitiva y creando nuevas acepciones muy inferiores en contenido etimológico, en economía y transmisión de ideas que la original; así lo errático e impreciso de las denominaciones generales hoy en día sería cómico de no ser dramático: Amarau, amarratz, armiarma, amama, amara, armamio, mamao, miarma, amiamo, lipo… y otros diez o doce localismos para llamar a la araña, ninguno de los cuales tiene la potencia ni el mensaje de la “ariaña” a la que hemos renunciado y que ruborizados por creer que era un préstamo del latín, los editores de diccionarios, omiten irresponsablemente desde hace siglo y medio.

Pero el tema de hoy era la red que, al menos desde hace tres siglos se dice que viene del latín “rëte-retis”, aunque además de “retícula”, las voces complejas[2] que pudieran derivarse de “retis”, no coinciden en absoluto con la función de la red. Su análisis queda para el final.

En cuanto a la “web”, últimamente prestada a cientos de lenguas, los británicos dicen que se origina en “weave”, tejer, esto es, “weave fabric on a loom”, lo hecho en un telar con la técnica de hilos superpuestos, sin trabas; pero los descubrimientos de trozos de redes textiles de alrededor de 9.000 años (imagen de portada) muestran que las redes no eran tejidas, sino anudadas, arte que se desarrollaba en el suelo, sin una infraestructura o marco de soporte, solo colgando de un hilo.

La duda surge en cuanto si las primeras redes se usaran para cazar y pescar, técnica viable para contingentes poblacionales de cierta magnitud y mesolíticas o posteriores o si habrían constituido al principio y entre nómadas, solo pequeños paños fácilmente transportables para hacer de hamaca en entornos donde dormir en el suelo fuera incómodo o arriesgado, porque la secuencia “oe b-ue b”, (donde “oe”[3] es el lecho primigenio, un trozo de suelo compactado entre la vegetación y mullido con hierba), finalmente “ueb”, parte baja o soporte del lecho, que pudo pasar a designar mucho después al cuerpo anudado de la hamaca o “coy”, como aún se llama en ambientes marineros; literalmente “go oi” o lecho elevado.

Imagen de taínos con su hamaca, batería de cañones y coys en un barco del XVIII.

Para “grid” (red, cuadrícula…), las dudas no son menores, porque los diccionarios lo resuelven refiriéndose al francés “grille” y este, desde el bajo latín “cratícula”, de “crates”, cañizo… un tránsito infumable.

El parecido de “grid” con “gi erredil”, que en euskera significa “tostador de carne” a partir de “gi”, tejido carnoso, “erre”, asar, tostar, “eil”, acción, soporte, lleva a pensar que la lengua francesa, como la española, en gran parte formada con voces vascas por haber sido en la frontera de estos dos estados donde ha quedado la última muestra de euskera, pudiera haberla tomado de la abreviatura “gi[4] erredi” del vascuence. Falta por conocer desde qué época se usaron parrillas metálicas (posiblemente de cobre) o simples losas que se colocaban al fuego y sobre las que se montaban hileras de cintas de pizarra para que los tasajos no tocaran a la piedra inferior, haciendo las veces de una verdadera parrilla.

La malla, (el “reticulum” del latín) elemento elemental de las redes, también se quiere hacer proceder del francés “maille” y este, del latín “macüla”, mancha estableciendo el símil de “mancha-ausencia” para dar a entender que la malla es un hueco.

Rocambolesco, como casi todo lo que pastelean los lingüistas, pero apunta a un posible mecanismo paleolítico, porque, ¿quién puede negar que las primeras redes elementales para pescar crustáceos o pececillos contra la orilla no fueran hechas con trozos de piel[5] tierna a la que golpeando con una piedra dura sobre otra de base se le fueran haciendo pequeños hoyos o malladuras con cierta secuencia para que el agua pasara y quedara la pesca dentro?

Si hubiera sido así, las “mallas” o erosiones, como elemento fundamental del útil de pesca, habrían conservado el nombre cuando las fibras textiles hubieran permitido hacer redes anudadas, mucho más efectivas.

Para la forma -principalmente germánica-, “net”, ahora muy de moda por Internet, lo más habitual es que los entes competentes en lengua, digan que “net” sustantivo, tiene que originarse en una raíz del PIE, tal que “ned”, enlazar, unir, pero no la encuentran…

En realidad, tiene el mismo origen que “knot”, nudo, que ellos proponen similar al “net”, esto es, del Proto IE “gnot”, lo mismo que arriba, unir, pero siendo el mismo origen, no es del PIE, sino del vasco “lot-lotu”, parar, unir, fijar, donde la “l” se ha tornado en “n”, fenómeno bastante corriente entre las laterales, forma de uso común hoy en día.

La “xarxa”, que ya solo se usa en catalán y que los eruditos de esa lengua resuelven como derivada del griego “eixarcia”, aparejos de una nave, yerran dos veces; la primera, porque las voces primitivas han de ser más breves que las derivadas y la segunda, porque la propia voz griega  “ἐξάρτια”, es de origen euskériko, similar a la castellana jarcia, donde “jarri” es montar, afianzar y la desinencia “zia” se refiere a la autoría, esto es al sistema de palos y cabos.

Esta “xarxa”, está más cerca de la simple zarza y de los sargazos, versión terrestre y marina de un entorno difícil de penetrar “sar”; “sar eza”, imposible de penetrar, la primera y “sar gatz”, difícil de penetrar el segundo, lo cual lleva a considerar que es posible que el primer uso de las redes no fuera para capturar, sino para proteger algunos entornos.

La red se resuelve como procedente del latín, rete, retis, como su derivada para el tamaño mínimo, retícula, pero no hay una clara etimología aparte de “retendo”, la idea de tensar insistentemente y aunque en el euskera no hay voces que comiencen con “r”, la red responde bien a la idea de su función: “har ede”, captar lo disperso.

[1] Hilo, no viene del latín “filum”, que no tiene etimología que lo explique, sino del euskera “il lo”, fibras elementales (il) unidas (lo).

[2] “Redditio, reddo, redemptio, redeo…”

[3] En algunos dialectos, “oi”, como un hoyo.

[4] Sonido “gui”.

[5] Incluso estómagos de focas, morsas y rumiantes…

Sobre el autor

Javier Goitia Blanco

Javier Goitia Blanco. Ingeniero Técnico de Obras Públicas. Geógrafo. Máster en Cuaternario.

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