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Acechar

Esta voz casi pasada de moda desde que los cazadores modestos escasean y la guerra se resuelve a distancia, tiene pocos -o ningún- paralelo, aunque los sabios, ya desde hace casi cuatro siglos se empeñan en traerla del latín, como lo hacía Covarrubias, sacándole parecido, bien de  “assectar”, del verbo latino “sector”, seguir a alguno y andar detrás… o de “acies-ei”, por la pupila del ojo, junto con “echar”, verbo castellano, porque el que acecha, para no ser visto se cose al suelo”.

O como hacen otros ahora, también del latín, “assectari”, frecuentativo del verbo “adsequi”, invento inexistente preparado mediante prefijo de “sequi”, perseguir.

Todo falso y embrollo, porque quien acecha no persigue, sino que espera como dice Covarrubias, “cosido al suelo”, pero que casi nadie se preocupa de quejarse a la Academia ni de denunciar a los farsantes que creen que citando al latín todo está resuelto.

Y es que acechar en latín, es “insidior” y estar al acecho, “specula-ris” y en los demás idiomas cercanos, no hay nada parecido que pudiera relacionarse con la voz castellana o latina: “aguait, traquer, acoso, appostarsi, acosament, perseguiçâo, pândind…” y en los más lejanos, aún menos, así que aparentemente la investigación ha de pararse ante la carencia de datos escritos que ciertos o falsos pudieran servir a los estudiosos de gabinete para datar la mención y considerar el caso atestiguado.

Como otras veces, el recurso al euskera, muestra una posibilidad distinta, basada casi siempre en un mundo y una sociedad nómada distinta a la urbana, que desde Roma a Tokio, Delhi o Sangay, no han cambiado sustancialmente. En aquel mundo pretérito, muchos nombres y adjetivos tenían que ver con estados o comportamientos de seres inanimados y animales; concretamente, el principal nombre del zorro, animal merodeador y espía destacado es “azeri”, contracción de “aze”, observador y “ari” frecuentativo como “pelotari”, el acechador, el que observa agazapado.

Por otra parte, hay que explicar que el muy castellano verbo echar, no viene -en absoluto- del latín “iactare” tras una serie interminable de cambios caprichosos, sino del euskera “etzan”, muy usado en imperativo cuando se doma animales, de forma que “aze etzan”, acechan es la descripción del zorro agazapado siguiendo a su presa o calculando si el lobo que observa le perseguirá o no.

Luego el verbo y sus tiempos vinieron a completar un idioma que no tiene tanto del latín como se cuenta.

Sobre el autor

Javier Goitia Blanco

Javier Goitia Blanco. Ingeniero Técnico de Obras Públicas. Geógrafo. Máster en Cuaternario.

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