Hoy comienza en Oviedo el IV Congreso de Toponomástica al que por motivos de salud no puedo asistir. Mis colegas tratarán los nombres de mujer en la Toponimia, a cuyo tema, aporto este ensayo:
Sensatez o disparate: Nombres (de mujer) en la Toponimia.
Hay muchas formas de ver la Toponimia, antiguo pasatiempo de abades, últimamente camino de establecerse como ciencia multifactorial, pero que -de momento- manifiesta la inercia propia de una actividad atendida informalmente y con un fuerte sesgo gremial de etiqueta humanística.
Quizás sea por eso que lo que se encuentra en bibliografía y en ensayos de carácter “local”, es una prolongación a la tradición historicista que partía de dos premisas (ya) técnicamente superadas por las vanguardias; una, que los nombres de lugares son relativamente recientes (de época histórica) y otra, que su carácter es primordialmente antroponímico y que fueron asignados por elementos destacados de las fuerzas expedicionarias o de conquista de los expansivos imperios, que las recogían en sus crónicas, manuales, mapas e itinerarios.
¡Vamos, que los indígenas no aportaron nada!
En los últimos cinco siglos, la erudición ha hecho grandes esfuerzos para asignar los nombres recogidos en citas griegas y romanas a ciudades o hitos de los entornos en que se presume se desarrollaron aquellos, pero apenas ha habido resultados que avalen esas pretensiones ni que expliquen los nombres de miles, mejor, de cientos de miles de nombres de lugar que solo en los casos manifiestamente recientes en que hay registro histórico se les atribuyen significados no disparatados.
Aunque a partir del siglo XVI hubo autores que sugerían que el vascuence podía explicar algunos casos, no ha sido hasta hace medio siglo cuando se ha comenzado a desarrollar una metodología mixta que aportando más de mil seiscientas raíces de esa lengua y a través de un estudio multifactorial (principalmente físico) estudiando el mayor conjunto disponible de topónimos parecidos y localizados en territorios amplios y que jugando con varias “leyes” de evolución fonética, ha ido consiguiendo una coherencia creciente en las contadas traducciones viables, conjurando a la vez los absurdos anteriores.
La metodología en desarrollo colisiona violentamente con la forma tradicional de estudio de la Toponimia nacional e internacional y con los intereses del mundo académico y editorial, por lo que no es fácil que avance hasta que haya un gran cambio generacional y cultural, pero a los que la practicamos nos aporta argumentos de gran solidez y una satisfacción que compensa los sinsabores que la infiltración de la ideología en los ámbitos del saber proyecta, haciéndolo sin afectar en absoluto a las conciencias de sus agentes.
Un símil con los cambios sobrevenidos en los basureros urbanos tras el disparo del consumo en las últimas décadas puede ayudar a entender el proceso que se avecina con el análisis de la Toponimia.
Antiguamente, los vertederos apenas recogían trozos de cerámica, vidrios rotos y algunos objetos de metal, huesos y restos orgánicos momificados o quemados y con estos productos se establecieron los principios de la Arqueología. Con la fiebre del consumo, todo cambió en unas décadas porque además de cantidades crecientes de alimentos caducados, restos de animales e ingentes cantidades de productos plásticos, recipientes de mil materiales, chatarras mecánicas, eléctricas y electrónicas, medicamentos, pigmentos, libros y cientos de “gadges” de vida efímera junto a escombros de infinita variedad, comenzaron a formarse por todo el mundo montañas pestilentes que los gestores municipales se afanaban en cubrir con tierra.
El análisis de los basureros de los yacimientos arqueológicos- decíamos- pudiera compararse a los comienzos románticos de las explicaciones sobre Toponimia iniciados por humanistas a partir de las menciones sobre lugares en textos clásicos que se ampliaban con una parca lista de designaciones… Ahora, en cambio, se dispone de ingentes colecciones de mapas, reconstrucciones geológicas y amplísimas bases de datos de carácter científico y otras documentales como nomenclátores, sistemas geográficos de información nacionales y de los países vecinos, actas municipales, registros de propiedad y pleitos, así que los estudios amplían muchísimo el surtido de posibilidades para las traducciones.
De esta nueva potencialidad surge una necesidad ineludible de crítica que puede y debe aplicarse pausadamente y que realizada “por temas”, engancha de una manera especial, porque la multiplicidad de casos ayuda a ver que nos aproximamos a una “verdad insospechada” y al descubrimiento de una Prehistoria diferente y rica.
El caso de los nombres de mujer no es una excepción, aunque su dimensión exigiría más dos o tres tomos en vez de una comunicación de media hora…
Para presentar el estado de la cuestión en este ámbito, se ha partido de varios principios que se cumplen en la Toponimia de nuestro entorno y del estudio de aspectos como los que siguen:
- En general no hay certidumbre, pero se sabe que algún nombre concreto de lugar[1] tiene desde 14.000 a 8.500 años de antigüedad, hay varios de alrededor de 6.000 y muchos, entre 4.000 y la actualidad.
- Una primera clasificación de esos nombres de lugar ha de atender a su “magnitud” o dimensión territorial; en unos pocos al universo, algunos más a países, otros a comarcas, muchos a elementos o accidentes geográficos de diversa escala. En general, los de mayor dimensión y carácter son los más antiguos.
- Las ciudades recibían en general el nombre del lugar donde comenzaban a edificarse.[2]
- La pretensión de explicar los significados de la Toponimia desde latín, griego, godo o árabe y aplicando la tortura de las leyes de evolución fonética a las formas actuales, responde al vacío intelectual que envuelve esta incógnita y es un artificio cultista que no llega a profundizar en los criterios prehistóricos que impusieron esos nombres ni da respuestas coherentes.
- El modelo de dominio del mundo que manejan los antropólogos y que se basa en un imaginario sustrato “cazador-recolector” que con el tiempo pasa a ser “agricultor” y como consecuencia de este avance, adosa la ganadería a la agricultura, es una idealización que aún no hace un siglo que se escribiera por vez primera con el descriptor “hunter-gatherer” y apenas sesenta años desde que Marshal Sahlins (refiriéndose a una forma de vida que se daba en islas tropicales y ecuatoriales) lo hiciera viral en la literatura científica, pero no fue esa forma de vida la que puso nombres a la Europa Paleolítica, muchos de los cuales perduran.
- En nuestro ámbito[3], la clave fue la domesticación temprana del ganado y la consecuente vida nómada de grupos reducidos y grandes desplazamientos que se prolongó -como mínimo- durante los periodos glaciares de Wurm y Riss, movimiento continuo de contingentes que facilitó una cierta homogeneización de los nombres de lugar, mucho antes de que la agricultura iniciada en grandes focos aislados propiciara tras milenios las invasiones que comenzaron a generalizarse hace tres mil años.
Para este trabajo en concreto, los materiales y métodos recurridos se pueden concretar en:
- Se ha partido de un conjunto de 1.132.548 topónimos extraídos del Nomenclátor Nacional Español.
- Se han elegido 125 nombres femeninos de los más comunes, muchos de los cuales eran manejados desde época histórica y que se pueden revisar en la tabla 1 adjunta en el anexo.
- De estos 125 nombres, solo 68 se encuentran netos, sin complementos o variantes y contando sus escasas repeticiones, el cómputo total de nombres “líquidos” es de solo 206 casos, muchos de ellos (27), solo se encuentran una vez y generalmente aparecen como nombre compuestos o derivados (como Juandejuana, Quebrada de Beatriz o Portillo de Juana Clara).
- El más repetido es Vega, con 34 casos y le sigue Triana con 16.
- Empatadas con 11, están Fátima, Marina y Montserrat
- Como se avanza arriba, se han localizado solo 68 lugares en que figuran los nombres netos y 206 en los que se dan aparentes variantes o compuestos, lo cual es poquísimo comparado con los compuestos o derivados (más de 65.000).
- Dada la brevedad de la Comunicación, se explica solo el significado de cuatro de ellos, Amaya, Begoña, Urraca y Casilda, si bien alrededor de la mitad del total son susceptibles de ser analizados con la doble herramienta del Euskera y las características del entorno.
Amaya.
El nombre de la princesa Amaya de la novela romántica de Navarro Villoslada, que en vasco (“amai”) significa la expiración o el final de un proceso, tiene en la Toponimia española más de cincuenta reiteraciones formadas por la fusión de “ama” y “aia”, que apuntan a un significado singular que fue -como tantos- en origen, un nombre prehistórico.
“Amá” no es solo la madre biológica sino el elemento más destacado de un conjunto y “aia” es una de las variantes del nombre común “peña” que se encuentra también como “aitxa, aya, aʤa, atxa y aja”, de manera que “ama aia” significa, la gran roca y su grafía es irrelevante, siendo la consecuencia de una obsesión ortográfica que, junto a otros antojos de la cultura, distrae más que ayuda a encontrar la verdad.
La aldea burgalesa de Amaya, recibe su nombre de la gran peña que la acoge en su falda meridional, “Ama aia”, literalmente, la peña madre o la peña mayor es un topónimo neto e invariado de naturaleza eusquérica, como los demás que se tratan en esta Comunicación; una mole con su cima plana de dos kilómetros y medio que puede ser vista desde gran parte del valle del Pisuerga, distinguiéndose su perfil desde más de sesenta kilómetros.
Imagen.
Pero hay otra Peña Amaya en la lejana Huelva.
Amaya a secas solo figura en esta aldea, en el hito topográfico de la peña y en un predio del valle navarro de Lizoaín. Hay otra aldeíta llamada Amayas en Guadalajara y todas las demás son compuestas, como Arroyo de Amaya, Cañada de Amaya (ésta en La Gomera), Cañizar de Amaya y Salazar de Amaya, sendas aldeas burgalesas con vistas a la gran peña.
Begoña.
Begoña, que la hipercultura dominante quiere asimilar a una epigrafía latina referida en la sentencia “VECUNIENSES HOC MUNIERUNT”, era en origen una pequeña esplanada localizada a unos cien metros de cota sobre el último meandro elevado del Nervión.
Hacia el Sur, una cadena de cortes acantilados como balcones abrían la vista del valle y de los meandros de Basauri hasta la confluencia del Ibaizabal y el Nervión distante una legua.
Hacia el Oeste, bajando la empinada cuesta de Mallona[4] (“malla ona”), estaba la última terraza fluvial y el vado denominado “bilb ba u”, o lo que es lo mismo, “el vado conservado, mantenido…” y hacia el Norte se abría el amplio estuario al que aún se habían de incorporar los ríos Kadagua, Asúa, Kastaños, Granada, Udondo y Gobela.
Calzada de Mallona
Es muy probable que Begoña tuviera un significado estratégico compuesto de “beg”, lugar de visión, mirador y “oña”, cortado, muela, “el mirador del cortado”; configuración que no es fácil de apreciar hoy en día porque tras la guerra civil, la construcción de viviendas ciñéndose a los escalones del terreno, escondió la morfología de una fisiografía que vuelve a percibirse si se baja a pie desde la basílica hacia las antiguas campas de Santutxu.
En la “foto adjunta, una de las escasas imágenes antiguas en las que se perciben los fuertes desniveles hacia el Sur.
“Oña”, abundantísimo en nuestros países vecinos cuya topografía es propensa a presentar perfiles resaltados (muelas, oteros, fracturas, acantilados…) suele aparecer con grafías como “onia, ogna, ognia, unia, onha…”, refiriéndose siempre a esos rasgos distintivos.
Urraca.
En cuanto a Urraca, que ya en el cartulario de San Millán y hasta hace cuatro siglos se escribía con hache; Hurraca, refiriéndose dualmente al córvido pica y al nombre propio de “grandes señoras, como fue doña Hurraca, hermana del Rey don Sancho…”, no se dispone de explicación razonable, sino tan solo las atrevidas baladronadas del difunto Joan Coromines y últimamente de su remedadora Elena Pingarrón, mucho menos inteligente que aquel, que parece aterrorizarle la posibilidad de que procediera del Euskera.
Si cualquiera de ellos hubiera dispuesto de los conocimientos de un párvulo sobre esta lengua, sabría que, en lo referente a un valor femenino, “urrá” se refiere al desvirgue y el sufijo “ka”, lo niega, así que “urraka” es la doncella que no ha mantenido relaciones carnales, un valor que en tiempos y en ciertas clases sociales, debió ser importante.
En cuanto a su aparición en Toponimia, es más abundante que Begoña (más de cien lugares, aparte de algunos “Orraca” y “Orraco” ), aunque ausente en Canarias y en las áreas catalanas, donde se sospecha ha sido sustituida por la forma alternativa, “garsa” en actos típicos de “corrección cultural”; de cualquier manera, aún se desconoce su significado en el terreno, dándose en varias localizaciones, desde Navarra a Almería o en el valle medio del Tajo, la presencia cercana de grandes desgarros de la corteza, posiblemente “urrá”, como en la onomástica.
En la imagen, la fracturada Sierra de Urraca en Cáceres.
Casilda.
Casilda, que en una decena de lugares figura como Santa Casilda, es resuelta por los vecinos de esos entornos como referencia indudable a la princesa y santa toledana, pero la existencia de otros muchos lugares que omiten esa condición de santidad o que se refieren a Casildo, personaje inexistente, obliga a considerar que es mucho más probable que esos lugares recibieran su nombre de estar en zonas halinas y por ellos corrieran regatos “ildo”, en Euskera de aguas salobres, como en el desagüe del Lago de Herramelluri, en Larrioja, donde “Casildagurría”, significa sin controversia posible, “reguero mezquino de agua salada” o en el Santuario de Santa Casilda en Burgos, donde en su entorno está la vega de Zaladilla y en la proximidad el pueblo de Salinillas de Bureba, halónimos de primer nivel.
Como preludio y resumen a la vez, estas páginas solo son una muestra mínima de que cierta Toponimia muy arraigada en lugares con frecuencia remotos tratada adecuadamente (colaboración Euskera y Geografía) puede ayudar “a despegar” hojas de la historia fundidas por el tiempo y una mala gestión del saber y a mostrarnos una visión de nuestro país y de los cercanos, de historia y prehistoria, ni remotamente imaginadas.
Anexo
Tabla de frecuencias.
Nº 125 | Nombre | Cantidad puro-mixto |
Abril | 0-305 | |
Adalia | 1-10 | |
Adela | 0-375 | |
Adriana | 0-2 | |
África | 0-6 | |
Agapita | 1-6 | |
Ágata | 0-8 | |
Águeda | 1-138 | |
Aitana | 1-15 | |
Alba | 4-2846 | |
Aldonza | 3-11 | |
Alejandra | 0-9 | |
Agustina | 0-38 | |
Alicia | 0-43 | |
Alma | 0-2379 | |
Almudena | 1-7 | |
Amaya | 3-58 | |
Amelia | 0-8 | |
Amparo | 1-64 | |
Ana | 0-31389 | |
Andrea | 0-31 | |
Ángela | 0-19 | |
Aniceta | 0-2 | |
Antigua | 1-193 | |
Antonia | 1-57 | |
Araceli | 2-11 | |
Aurora | 0-44 | |
Azahara | 1-5 | |
Azucena | 0-7 | |
Bárbara | 3-528 | |
Beata | 0-145 | |
Beatriz | 0-16 | |
Begoña | 1-11 | |
Bera | 1-2210 | |
Berta | 2-98 | |
Blanca | 3-3007 | |
Candela | 1-174 | |
Carla | 0-40 | |
Carlota | 0-21 | |
Carmen | 2-543 | |
Carolina | 1-48 | |
Cecilia | 3-121 | |
Celia | 0-12 | |
Clara | 0-312 | |
Claudia | 1-6 | |
Consuelo | 0-35 | |
Cristina | 1-233 | |
Daniela | 0-1 | |
Diana | 2-427 | |
Dolores | 2-140 | |
Elena | 1-239 | |
Eliana | 0-12 | |
Elisa | 0-43 | |
Elvira | 2-122 | |
Encarnación | 3-83 | |
Eva | 0-9349 | |
Fátima | 11-71 | |
Felisa | 0-14 | |
Gabriela | 2-21 | |
Gala | 0-776 | |
Gloria | 2-107 | |
Gracia | 3-224 | |
Helena | 0-15 | |
Herminia | 0-3 | |
Inés | 1-282 | |
Irene | 0-28 | |
Isabel | 0-268 | |
Jimena | 1-111 | |
Joaquina | 0-20 | |
Josefa | 0-33 | |
Juana | 1-328 | |
Julia | 0-165 | |
Juliana | 1-101 | |
Laia | 3-333 | |
Lara | 0-853 | |
Laura | 1-40 | |
Leire | 0-5 | |
Lía | 0-283 | |
Lola | 0-116 | |
Lucía | 3-574 | |
Luna | 2-378 | |
Lourdes | 2-25 | |
Lurdes | 1-9 | |
Macarena | 2-22 | |
Manuela | 3-56 | |
Mariana | 2-117 | |
Marina | 11-722 | |
Marta | 5-343 | |
Martina | 7-149 | |
Matilde | 0-28 | |
Mía | 0-33 | |
Monserrat | 6-36 | |
Montserrat | 11-82 | |
Noa | 0-102 | |
Nora | 5-99 | |
Nuria | 0-4 | |
Núria | 1-17 | |
Olivia | 0-8 | |
Olvido | 0-6 | |
Paula | 0-125 | |
Paz | 2-1176 | |
Pilar | 1-902 | |
Ramona | 4-74 | |
Rebeca | 0-5 | |
Roberta | 0-1 | |
Rocío | 1-69 | |
Sara | 2-295 | |
Silvia | 0-4 | |
Sofía | 0-26 | |
Sonia | 0-6 | |
Susana | 4-36 | |
Teresa | 3-283 | |
Tomasa | 0-37 | |
Triana | 16-52 | |
Urraca | 4-137 | |
Úrsula | 1-21 | |
Valentina | 0-23 | |
Valeria | 2-47 | |
Vega | 34-5558 | |
Vera | 4-2418 | |
Victoria | 2-183 | |
Violeta | 0-9 | |
Vitoria | 1-42 | |
Ximena | 0-0 | |
[1] Canal de La Mancha, Lutxanas en Bizkaia…
[2] Por ejemplo, Bilbao era inicialmente un vado “mejorado” del río Nervión. Luego se urbanizó una terraza contigua de la margen derecha, tomando el nombre del vado. Siglos después se extendió a la margen izquierda y Albia, que así se llamaba la zona, pasó a llamarse Bilbao y del viejo nombre solo queda un parque.
[3] Climas templados y fríos con pastizales, inserciones boscosas y zonas nemorales.
[4] Significa “franjas buenas” en referencia a los estratos rocosos sobre los que se edificaron las célebres “Escaleras de Mallona” (en la imagen) entre Bilbao y Begoña.