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Aniquilar

Todas las lenguas” latinas” de nuestro entorno usan voces muy parecidas a “aniquilar” para expresar una devastación, un destrozo general y profundo. Varias conservan el sonido “k”, aunque los franceses, no, aunque hacen una especie de hiato (“annihiler”), los rumanos conservan una “g” gutural, aunque escriban “anihila”; los italianos se alejan con su “annien’tare” y los ingleses lo prefieran a sus otras formas (wipe out, destroy…).

Como no hay nada parecido en el griego, en las lenguas eslavas, celtas ni en las indias, los etimologistas del siglo XVIII que encontraron esa voz escrita en una ocasión en un documento del XIII, se agarraron a la explicación desde lo que llaman “latín tardío”[1]: “from late Latin annihilatus ‘reduced to nothing’, from the verb annihilare, from ad- ‘to’ + nihil ‘nothing’ “, si bien avisan que hasta el XVI, no tuvo el sentido de destrozo

 “The sense ‘destroy utterly’ dates from the mid 16th century.”

Es coherente con esto, que Antonio Lebrija, ni en su primera edición de 1492, ni en las varias del siguiente siglo mencione el aniquilamiento…

Covarrubias en 1613, tampoco incluye este verbo.

Es en 1745 cuando ya aparece en el diccionario trilingüe de Larramendi, que acabo de terminar de releer completamente estos días, en el que Manuel compagina sus descubrimientos en la relación del euskera con castellano, latín, italiano y francés, con su gran respeto por el latín al que le concede casi todo lo que sus colegas “pro latinos” argumentan:

Más allá del “nihil” latino y de la preposición multi semántica “ad” que los apasionados latinistas se afanan en unir y crear la aniquilación, el latín vivo, usaba el “déleo- ere-évil -etum” y -como mucho-, “extinctio” para lo que aniquilar trae. La ausencia de nada parecido a “aniquilar” en esa fase de la lengua,  hace sospechar de “pasteleo internacional” para hacerse con una voz que a finales del XVIII (ver explicación de Esteban Terreros) aún no se refería a destrozos físicos, sino a honra, reinos y haciendas;

La cuestión ahora es si pudiera -o no- haber otra explicación que solo se ve posible desde el vascuence, una lengua que al final del Medioevo se hablaba en una parte notablemente mayor a la actual, de Francia y España, los primeros territorios en que se encuentra escrita esa voz.

“Aniz, anitz, anizki”, son adverbios con una significación abundancial indeterminada muy usados tanto en la conversación común como en la literatura y -todo el mundo sabe que- “il” es la raíz de la muerte y el final de un proceso, así que no es un ejercicio que pueda atragantar a nadie, plantear que “anizki il”, matanza generalizada, una oración con un contenido neto igual al de la aniquilación y con la misma marca sonora, pudo ser lo que tomado por los romances del momento, quedó en la aniquilación.

[1] Hipotético “proto romance” reconstruido y recompuesto; un pastiche que se utiliza como soporte de un proceso altamente indefinido.

Sobre el autor

Javier Goitia Blanco

Javier Goitia Blanco. Ingeniero Técnico de Obras Públicas. Geógrafo. Máster en Cuaternario.

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