Euskera Geografía Geología Prehistoria Toponimia

Delika

Hay algún motivo desconocido, por el cual la toponimia ibérica usa muy poco la “d” en el comienzo de los nombres, circunstancia que comparte el Euskera, pero no solo en los nombres de lugar, sino en el léxico.

Si al recorrer los mapas se desechan los complementos como “Debajo, Dehesa, Dehesilla, Devesa, Desfiladero, Despoblado…” y las preposiciones, artículos contractos y adverbios como De, Del, Detrás, además de elementos tecnológicos o gremiales como Desagüe, Descansadero, etc., la muestra queda muy reducida, lo que no impide sacar interesantes conclusiones revisando algunos lugares como Fuente Dé, Puente Dé, Manantial Détar, Deba, Deva, Degaña (sierra y pueblo), Deifontes, Deleitosa, Delika (imagen de portada), Demiku, Dénia, Derio, Deustu, Deyá…

Quizás algún día se consiga una reconstrucción “racional” de los procesos amplios en el tiempo y el espacio que llevaron a la evolución de lenguas como el Euskera, porque está cercano el momento en que se abandonen los paradigmas que han mantenido congelado el avance científico por ceñirse obsesivamente al latín y griego como referentes y se comience a investigar otros yacimientos y modelos sociales; de momento, en El ADN del Euskera en 1.600 partículas, se avanzan interesantes novedades sobre raíces recuperadas. Una de ellas, es “dee”, una de sus acepciones como verbo, está relacionado con el fenómeno de la salida y circulación o estancamiento de fluidos, principalmente agua.

Un recorrido por la geografía ibérica muestra curiosos ejemplos como la Sierra de Degaña (y la aldea del mismo nombre al pie), en Asturias, que los sabios quieren que derive de que algún “decanum”, con diez monjes a su cargo, pudo colonizar tal serranía, dejando como recuerdo, “Dec Aniam” y su evolución a Degaña, según las “conocidas leyes de evolución lingüística”.

Fantasías sobre monjes y repoblación de terrenos en casi 2.000 metros de cota, que eran del gusto de los poderes culturales y religiosos y aunque comenzaban como novelas fruto de la imaginación de algún fraile, su repetición en documentos les daba patente de autenticidad.

En Degaña no ha habido decano ni monjes conventuales, sino una bonita laguna que llaman La Brañolina y que en primavera casi llega a una hectárea hasta que comienza adesaguar, de manera que el nombre invariado viene a significar “alto del ibón”, donde “gana, gaña” es el alto y “dee”, la balsa natural de agua. Mapa y vista de la laguna cimera.

Mucho más conocido por los montañeros es el manadero de Fuente Dé, nacedero del mayor de los ríos Deva de España, que lo hace a través de una grieta en la caliza, “ebá” o cortado en Euskera, de donde procede el nombre de este y de los demás ríos (incluso del Devon inglés).

En la imagen, grieta de Fuente Dé; “dee eba”, Deva.

Deifontes en Granada es un pueblo que merece para sí solo un capítulo.

Los sabios de pacotilla, quieren ver que su entorno de fontaneda paradisíaca con nacederos singulares (“El Nacedero) y otros no menos importantes, como La Cueva del Agua, venga del latín Dei fontes, fuentes de Dios… o del híbrido latín-árabe “Dar al funt”, para que su sabiduría sea reconocida.

La realidad es mucho más simple: “dee i”, como era el nombre inicial, ya significaba “los surtidores”. La cultura latina, solo añadió “Fontes”, es decir, la redundancia.

La árabe, nada.

Otro caso gracioso es el de la zona y población Deleitosa en Cáceres, para la cual, la erudición explica que pudo haber una cárcel donde se purgaban delitos… y de ahí deleitosa; también explican que desde la ermita de la Virgen de la Braña (en la foto), se lleva hasta el pueblo el agua de una fuente excelente o que el Convento de los Habaneros que promoviera San Pedro de Alcántara se llama vulgarmente de La Viciosa. “Bizi oz a” no tiene que ver con vicios ocultos ni con comedores de habichuelas, sino con un pozo (“oz”) lleno de vida (”bizi”), probablemente por la calidad y estabilidad de sus aguas como parece lo habitual en la serranía de La Braña, así que es probable que en Deleitosa sea una composición muy antigua que combina la surgencia de agua (“dee”) con un tramo de discurso al aire libre (“lei”) y con el estanque final (“oza”): “dee lei (t) osa”.

Demínigu en Bermeo, ahora corregido a “Demiku” para acercarse a la forma contracta en que lo mencionaban los lugareños y alejarse de la versión latinista “Domínicus”, es uno de tantos barrios en que el caserío y su función de conservación de paisaje y biodiversidad colapsaron hace cincuenta años para transformarse en un entorno de chalets y plantaciones forestales con agua municipal y antena de microondas, así que la vieja fuente de la que bebían los vecinos, ha desaparecido en la espesura.

Su nombre parece referirse a ella: “dee min igu”, la sorprendente fuente agria.

Deusto (“Deustu” en Euskera) es otro lugar tan intensamente modificado en los últimos 150 años, que apenas queda en alguna canción el recuerdo de sus tomates plantados en uno de los glacis más productivos del País Vasco, que podía medir más de 200 hectáreas.

Su nombre parece indicar que hubo un manantial que se secó: “Dee uts tu”. “Uts”, vaciado, agotamiento; “tu” el proceso.

Por fin, Delika, el título del ensayo, aldea cercana a Orduña, para cuyo nombre nadie aporta explicación alguna ni se asoma al accidente geográfico soberbio de la caída del caudal del río Nervión desde una altura de 400 metros y la bajada violenta de las aguas cañón-abajo para serenarse al llegar al llano de Orduña.

El mapa topográfico impresiona a quienes estamos acostumbrados a “leer” la cartografía, pero la vista del cañón desde abajo sobrecoge a cualquiera. El mensaje, imposible más claro: “Dee (l) ika”; la cuesta, el barranco del manantial. La “l” intervocálica para suavizar la dicción.

Sobre el autor

Javier Goitia Blanco

Javier Goitia Blanco. Ingeniero Técnico de Obras Públicas. Geógrafo. Máster en Cuaternario.

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