Hace unos días, Bernardo desde Murcia me preguntaba por el río Quípar y algunos otros topónimos de la zona de Caravaca de la Cruz y Ceheguin, comarca más occidental de Murcia, que linda con Albacete y Almería y casi casi con Jaén. Lamentablemente no la conozco y lo que se razona a continuación, se basa completamente en cartografía y otras imágenes, aparte de la información escrita convencional.
El río Quípar está solo.
No hay un solo topónimo igual en España, por lo que la investigación sobre el posible sentido de su nombre no parece sencilla, al menos si el estudio se ciñe a la sonoridad que sus signos proyectan, objetivo inicial ineludible de cualquier ensayo, antes de aplicar posibles variantes.
Porque soluciones como las que corren por las redes, resolviéndolo como de origen árabe (al Quipir), no se pueden tener en cuenta porque ya de entrada parten de alterar “quipar a quipir” y porque son contados los topónimos que han perdido completamente su clave prerromana por influjo árabe y todos ellos son de dimensión regional (como el Betis-Quivir), no siendo aplicable a un río ni entorno de pequeña dimensión.
El río es singular, muy personal; es un río de casi 70 kilómetros en una región semi desértica, que en esa longitud presenta varias tipologías algunas de las cuales se repiten una y otra vez: El cauce oficial nace a más de 1.100 metros en las Lomas de Gadea entre las sierras de La Zarza y La Junquera en un lugar sin elementos destacados y a lo largo de su recorrido hasta el embalse de Alfonso XIII, no siempre se le reconoce por su nombre final, sino como Mancheno, Junquera, Peñicas, Tarragoya y Quípar.
Sus primeros tramos lo son de verdaderos torrentes indiferenciados devorados por el labrantío de secano, la mayor parte del año secos, pero ya antes del tramo medio, la rambla riquísima de Tarragoya, registra un cambio drástico. Ver imagen de sus parcelas en invierno.
Luego alterna tramos cortos abarrancados y retorcidos con largas ramblas totalmente laborables orladas por terrazas que dominan el corredor, como los quince quilómetros de la que llaman Tarragoya, también hay zonas en las que la vega se expande hasta cuatro y más kilómetros y otras en las que con la recepción de otros arroyos, se forman plazas amplias, totalmente trabajadas de hasta diez kilómetros de radio; finalmente discurre al Norte de la Sierra de Quípar, larga, estrecha y con los estratos buzando al noroeste, sierra que provoca la sospecha de si habrá sido esta sierra y no el nacimiento lo que le ha dado el nombre cuando ya era río.
En efecto, sería posible que las lomas y remates rocosos de esta sierra “gib”, en Euskera, caracterizando a “ar”, piedra hubieran dado el nombre primitivo “Guib ar” a este lomo pétreo en un entorno mas térreo, nombre que pudo ensordecer a “Kipar”.
En la foto, el alto o pico de “El As de Copas”, nombre curioso que solo se repite otra vez en toda España, en el borde abalconado de un áspero páramo en Palencia y en el que el “As” del comienzo, bien pudiera ser una repetición o recalcado de del “as” final, ambos refiriéndose a peñas (“atx”), donde “Ko” es un “Go” (alto) que ha sufrido ensordecimiento y la “p”, un enlace intervocálico: De “go (p) atx” a “kopas” y finalmente por ortografía, a “copas”.
Únicos más que raros son los nombres de lugar que llevan “quib”, como la Sierra de Quibas entre Cieza y Novelda, famosa por sus canteras de mármol.
Y algo más frecuentes aunque tampoco es que sean muy numerosos los que contienen “guib”, pero haberlos, “haylos” (Guibano, Arguibiela, Arguíbel, Guibelea… y el mismo Guipúzkoa o el borde rocoso de Guipuzkoarro, en Áraba), todos ellos alomados.
Esta búsqueda puede ser engañosa, porque los cambios ortográficos promovidos por la academia de la lengua vasca en los nomenclátores ha llevado a que numerosos nombres de lugar del País Vasco y Navarra con grafía “gib”, se hayan de leer como “guib”, pudiendo tener parentesco con “kib”.
Gracias Javi,
Me alegra que hayas escrito de esta zona. Precisamente la conozco bien, pasé de pequeño muchos veranos allí, puesto que tengo antecedentes familiares en Los Royos, un pequeño pueblo junto a la Cañada Tarragoya, que es como allí llaman al entorno de la área relativamente húmeda, tierra rica, y además llana y de fácil tránsito, junto al arroyo del mismo nombre. El nombre de Tarragoya se lo da un caserío ya en ruinas apenas a 4 kilómetros de Los Royos. He pateado esas tierras muchas veces; está muy cerca de la cuna de la cultura del Argar.
La cañada, y el mismo río Quipar eran parte de una antigua ruta que enlazaba la costa del sur de Alicante, (a partir de la desembocadura del Segura, río arriba hasta la unión con el Quipar) con la hoya de Baza-Guadix y desde allí al Guadalquivir o bien el campo de Granada a través del puerto de la Mora; era alternativa a las de la Rambla de Nogalte en Puerto Lumbreras siguiendo el Guadalentín, o bien la ruta siguiendo el Almanzora.
Hitos como el Cerro del Carro (donde nunca pudo subir un carro, que es la leyenda que se cuenta en el pueblo), la loma de las yeguas, el Perigallo, el collado del gitano,… tuvieron que ser hitos en este camino donde se podía pasar noche, tener refugio para el ganado, o podía pasarse cómodamente de una cañada a otra. Estas tierras tuvieron que ser zonas de tránsito para nuestros antepasados llevando también su ganado de unas zonas a otras dependiendo de la estación del año, siguiendo ríos y arroyos que garantizaban pastos y brebaje también en verano en una altiplano más bien árido.
Un abrazo!