Gaza streep.

No es fácil hablar sobre la “franja de Gaza”; no lo está siendo en estos dos últimos años de una guerra despiadada y no lo es ni lo será si no se aborda la cuestión con una perspectiva de mil seiscientos o -quizá- tres mil años, exigencia difícil de cumplir, porque cada vez son más superficiales las conversaciones, menos preparados los tertulianos y más apasionadas las posturas.

Es bueno empezar desde lo general para llegar a lo particular y desde ese modelo de razonamiento, la toponimia, el nombre de los lugares y su posible origen suele ser el primer escalón que subir para descansar y mirar hacia atrás.

Según los judíos, el nombre de la principal población era “Azzah”, que significa fuerte y este nombre se extendió luego a una franja costera alargada de unos 363 Km² que otros llamaron Gaza. Las primeras menciones en la Biblia la definen como tierra de los filisteos maltratadores de los hebreos y que los egipcios describían como “pueblos del mar”, pero la primera explicación es opuesta al proceso normal porque en un espacio sin nombre, lo normal es que algún elemento o proceso local destacado le hace reconocible por con el nombre de ese elemento y ese lugar se transforma en “territorio”, pero ni “fuerte” es una característica de una costa baja, ni en ese tramo había un puerto destacable y la ciudad original estaba “tierra adentro”.

Cuando en un lugar se edifica la primera ciudad, esta recibe el nombre del lugar y con el tiempo, si la zona resulta adecuada para la población, el nombre se extiende a la comarca, a la región o al país. Si no es tan adecuada, pero es visitada o cruzada por contingentes humanos, es posible que en un plazo más dilatado, también acabe fijándose ese nombre.

Esto ha dado lugar a través de la época neolítica, a que algunos nombres se repitan docenas y hasta cientos de veces, aunque las diferentes grafías usadas por cronistas, comerciantes o aventureros hagan difícil reconocer su idéntico origen.

Portada, laguna salobre en Jerez.

Gaza a secas, limpiamente no la hay en España, pero hay muchos lugares llamados La Gaza, Lagaza, Lagazais, Gazadi, Gazaga, Gazala, Gazanda, Bergaza, Bagaza, Arrugaza, Cortegaza, Hogaza, Legaza, Regaza y hasta Zaragaza.

También hay Gazaupouy, Gazave, Gazax… en Francia, Wadi bu Gaza y Al Gaza en Túnez, Oubgaza en Marruecos…

En la dinámica general de los nombres de lugar en el ámbito mediterráneo y en España con mayor frecuencia, la “g” se enmudece a “c”, así que no son raros los nombres parecidos o que replican en forma sorda a algunos de los citados arriba: La Caza, Cazalla, Recazar, Bocaza…, de igual manera que la “z” puede hacerse sibilante y aparecer Gasalla, La Gasala, Legasa o Bergasa e incluso a “ch”, como en Gachas, Hoya de las Gachas, La Regacha, Fuente de los Mingachas, Pozo Mingacha[1] (min gatza se traduce en euskera como agrio-salino), Ugachas…

Esta similitud sugiere que aun siendo corto el nombre, su presencia en formas parecidas no parece una casualidad, sino que traslada algo; su origen es probablemente prehistórico perteneciendo a una cultura y economía anteriores al sedentarismo cuando las tribus recorrían el mundo admirándose y bautizando los lugares, por lo que hoy en día, con infinitas bases de datos, buscar nombres y entornos similares está siendo una forma reglada de investigación.

Como la etimología que yo aplico no es meramente lingüística, sino que considera muchos aspectos físicos y dinámicos de los territorios, “gaza”[2] apunta desde el euskera hacia un contenido salino genérico o algún elemento puntual del entorno que a lo largo de milenios se ha ido complementando con atributos hasta llegar a formas como “gazar, cazar, cázar, casar, gasalla…”, como la Vega del Cazar (Baeza), Alcazarén (Valladolid y Salamanca), que la hipercultura explica como “dos alcázares”, aunque nunca hubo siquiera uno, sino surgencias salinas o una centena larga de aparentes alcázares[3] y casares, que, ni son castillos ni grupos de casas, sino surgencias salinas, bodones que en sus bordes solía precipitar la sal creando cintas blancas que los rumiantes y otra fauna relamían.

Valgan como muestra, algunos lugares donde la cercanía de nombres de lugar del tipo “…cázar” (en el nacimiento del río Guadalcázar, Córdoba) a nombres como Ventorrillo de Sales, sugieren la salinidad del entorno.

Nacimiento del Arroyo Torre Alcázar en Jaén, rodeado de lugares llamados Las Casillas donde nunca hubo casas, sino pequeñas charcas saladas, “gatz illa”.

Casas de Valcázar (“bal katza ar”, saladar, mineral oscuro) y El Amarguillo muy cerca, en referencia a sales gema, en la margen derecha del Genil.

El Alcázar, predio de Porcuna en medio de los arroyos Salado y Saladillo, donde no hay alcázar alguno, sino riberas saladas y numerosos más que abarcan estas y otras denominaciones de los saladares.

Incluso tan lejos como el África meridional, es posible que no sea una casualidad que la provincia mozambiqueña de Gaza, que se halla incluida en el salobral del Zambeze, entre Botswana y Mozambique, lleve también ese morfema “gaz”, que el euskera conserva como genérico para los entornos salinos.

En cuanto al nombre de la Gaza palestina, tal como se dice arriba, una parte asegura que el nombre es hebreo y en principio describía a la ciudad central, pero otra parte le busca significados místicos basados en el Corán (Gaza-Ghadar), no son plausibles ninguno de las dos planteamientos, porque las ciudades -en todos los tiempos, salvo contadas excepciones- han adquirido el nombre del lugar en que se edificaron, nombres sancionados en el viejo mundo por generaciones previas de nómadas que conocían los potenciales y las amenazas de los lugares y Gaza se llamaba así mucho antes de la escritura del libro sagrado, allá por el siglo VII y su discusión mucho más tardía.

La lógica geográfica apunta a que lo primero en llamarse Gaza, fue el río Habesor, que nace a medio camino entre la costa mediterránea y el Sinaí, conjunto de afluentes de los que el último tramo que se muestra en el siguiente mapa, una zona salobre se llamó Gaza.

En la última era geológica esta área ha sido de carácter subdesértico y solo esporádicamente ocupada por pastores, por lo que no es extraño que el entorno del río tuviera áreas húmedas salinas que le dieran ese de “gaza”.

De hecho, en Oriente Medio hay varios “grandes topónimos” como el Mar de Galilea, que los hebreos solo aciertan a sugerir que puede significar “distrito”, pero que el vascuence traduce como “el lago muerto”, el río Jordán, que los judíos explican con una obviedad como “el que baja”, pero que es más sugerente lo de “entorno seco” que parece indicar el euskera, el Monte Carmelo que dudan entre si entender que se refiere a huertos o viñedos, cuando su principal característica es la captura de agua para incluirla en los acuíferos “kar mel”, traslado de la saturación o Sinaí que traducen como “dios luna”, mientras el euskera dice “peñas del compromiso”, obligan a reconocer que debería renunciarse de una vez a la mitología y dedicar más inteligencia al estudio de la Toponimia en el viejo mundo, considerando al euskera como un activo imprescindible.

[1] Mingacha, Mengacha, Mingachas, surgen en hidrónimos.

[2] “gatz”, sal marina o gema en euskera.

[3]  Como Alcázar de Milmanda, de San Juan, Arroyos de Benalcázar, Guadalcázar, de la Hoya de Alcázar, Arroyo de Torre Alcázar, Arroyo de Benalcázar en el Pico Veleta, de Guadalcázar en los Pedroches, Hoya de Alcázar o Casar en Madrid, Aznalcázar en Sevilla, zona de marismas, donde se muestra un tramo de roca natural como resto imaginario de una muralla, Barranco Alcázar en Guadix, Barranco del Pozo Alcázar en Murcia, el sospechoso Benalcázar, etc.

Sobre el autor

Javier Goitia Blanco

Javier Goitia Blanco. Ingeniero Técnico de Obras Públicas. Geógrafo. Máster en Cuaternario.

2 Comments

  • Excelente trabajo Javi. Mis más sinceras felicitaciones.
    Esto demuestra que todo lo que nos han enseñado no sirve para nada. Nos venden alcázares y castillos árabes donde nunca los hubo, cuando los topónimos hacen referencia a lugares salados. Está claro que nuestros académicos no tienen ni idea de lo que escriben, y que todo se transmite de generación en generación sin que nadie se preocupe de contrastar las fuentes.
    Añado dos nombres de poblaciones relacionados con la sal:
    TRAGACETE, en Cuenca, (tra + gatz + ate): el puerto del arroyo salado, el que une el valle del Júcar con el del río Cuervo (por donde va la actual carretera).
    CÁCERES. Por su término municipal fluye el río Salor (gatz: sal + eretz: lugar, área). Nadie acierta con el origen del topónimo porque no se preocupan en consultar el euskera.

    Un abrazo

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