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Manteca, mantequilla.

La manteca y la mantequilla (que aquí se diferencian, pero en otros países de uso del castellano, no), plantean dudas etimológicas tan profundas como se desee; oficialmente, la primera se resuelve explicando que así como en varios de los idiomas cercanos en que se llama “burro, beurre, butiro, butir, bútero, butter…” procede del latín “outer”[1], el odre donde los pastores agitaban la leche para desarmar la capacidad de uno de sus componentes para evitar la emulsión de la grasa y el agua formando grumos.

Imagen de portada. Pastores somalíes de principios del XX, batiendo mantequilla en un odre de cabra.

Para la manteca no valía esa explicación y nuestros sabios, se han ido al saco de los trapos (imaginarios) del indoeuropeo y se han echado un remiendo tirando de una raíz inventada (a la que al menos le han puesto los asteriscos que familiarizó Menéndez Pidal para las cosas que inventaba) tal que “*menth”, que sería algo así como revolver, mezclar… “menth eca”, manteca.

Bingo, tema resuelto si todo el mundo se lo traga.

Pero, los portugueses que la llaman “manteiga”-muy parecido-, no son tan osados y dicen esto:

A origem da palavra é, de facto, obscura, mas, segundo se julga, pré-romana. Por este motivo, e dado que o basco já se falava na Península antes da vinda dos Romanos, muitos têm atribuído tal proveniência ao termo manteiga.

La segunda, mantequilla, era evidente como una derivada de la primera al refinarse los métodos y los utensilios para obtener un producto más selecto, por lo que admitía ese diminutivo y el segundo asunto resuelto.

Pero hay quien no lo ve tan claro y busca y rebusca…

Pues va a ser posible que los portugueses tengan más tino, porque, aunque la imposición de las versiones culturales (“koipegasa, guriña”…) se han impuesto en el euskera a la “mantequilla” que usaba el vulgo hasta hace sesenta años, todo apunta a que “manatu”, verbo que significa zarandear, golpear dio nombre a ambas formas, a la segunda, a partir de “manatu (k) eilla”, hecho por zarandeo, donde esta “k” u otra oclusiva, suelen hacer de intervocálicas para suavizar la aglutinación.

La otra forma, “manteka”, es una variación apocopada del verbo “manatu” (“man”) con “te” pluralizador y “ka”  y “ka”, reiterativo, por el proceso tan agitado que precisaba.

Cualquiera que haya visto hacer mantequilla en la forma clásica (yo lo vi con quince años), seguro que ha guardado en la memoria los movimientos rítmicos durante más de diez minutos de la muchacha que lo batía en un “terrín”, cómo sonaba y cómo purgaba el suero y sacaba la pastilla de manteca lista para salar y probar.

Imagen actual de mantequera reproduciendo el sistema antiguo.

[1] Esto lo discutiremos otro día.

Sobre el autor

Javier Goitia Blanco

Javier Goitia Blanco. Ingeniero Técnico de Obras Públicas. Geógrafo. Máster en Cuaternario.

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