Raña; quizá debieran violarse las leyes ortográficas y escribirse “rraña” para que fuéramos conscientes de la rotundidad de su erre.
Es una voz que apenas se conoce fuera de quienes tienen relaciones con el paisaje, la construcción civil, la geografía, la geología o ganadería, voz que nadie relaciona con el latín, pero, tampoco con el vasco, por aquello de que, en vascuence, “nada empieza por erre”.
Los diccionarios sencillos no la mencionan y hay que ir al central de la Academia o enciclopedias especializadas para conocer sus varias acepciones, tan olvidadas como su incidencia en la vida real si se quiere profundizar… Internet puede servir para comenzar por la variante que aquí interesa, un fenómeno “erosivo-depositivo” de ladera. Imagen de portada.
La raña más general, es un conglomerado formado por trozos de roca angulosos consolidados en una matriz que normalmente es arcillosa.
Las rañas suelen localizarse cerca del origen de los materiales que las componen, generalmente al pie de escarpes, por lo que es probable que su nombre original entre artesanos constructores de sendas, parapetos o terrazas para cultivo (ver imágenes siguientes de obreros transformando una raña, mediante la construcción de un muro con las fracciones gruesas y el relleno del trasdós con las finas, para crear una terraza, un verdadero ecosistema que en tiempos llegó a ocupar miles de hectáreas en un país de fuertes relieves como España; la otra imagen, la vista general de uno de estos entornos en dramático retroceso) fuera “har aña”, muela o resalte de piedras y hubiera perdido la “a” ligeramente aspirada en un proceso de aféresis.
En cuanto a la braña, un entorno más o menos estable de pastos de altura, lo más habitual para quienes solo buscan en el latín, es que se haga proceder del verano, una voz no latina, sino vasca[1], relacionada con “bero”, calor y “an”, grande, que se suele asignar al latín vulgar, explicando que hubo una variante “verania” que llegó a “braña”, lugar adecuado para pastar en verano, pero tiene pinta de ser “un constructo” más para explicar lo inexplicable.
Una de las cuestiones es que los ganaderos definen los terrenos según la labor y/o producto generado, no por las estaciones de uso, cosa más bien de turistas, porque “bæ ara ña” es un retazo, una parcela (“ara”) de alimento (“ña”) en el suelo, esto es, para consumir directamente, no para segar ni ensilar (“bæ”) y es muy probable que se contrajera a “braña”.
En Asturias y Cantabria se designa así a ciertos prados de diente[2] o de montaña que ofrecen condiciones adecuadas para recibir ganado en época de calor o sequía
En cuanto a ambos nombres, la toponimia ha guardado apenas una decena de “raña” a secas, pero sí, en cambio, cientos de nombres compuestos que contienen ese morfo, casi todos en Galicia, pero alguna en el Tajo, cerca de Talavera y -muchos más- de “braña” (más de 1500), tanto sola como combinada, alguna tan septentrional como en el Cabo de Peñas y otra tan meridional como en el Puerto de Lope (Granada), pero también tan occidental como la Braña Nova en Finisterre o tan oriental como el Barranco de la Braña, en Altea; casi toda la península.
Como curiosidades, la Braña de Doña Lambra en la sierra cantábrica, es un verdadero muro vertical de roca orientado al Sur, que por su altura y amplia cuenca visual puede ser vista a leguas de distancia desde la antigua vía sobre la que se construyó la N-611 y la autovía A 67.
Parece hacer mención a una tal señora “Lambra” (¿será la de los siete infantes de Lara?), pero no es sino un nombre repetido como “braña” y “doña lambra” una alteración de “oña lanbra”, muela luminosa.
En la Sierra de Murias (“mu ur i ax”, peñas de manantiales inestables o móviles) está la Braña del Oso (“oz o”, pozo grande) y no parece casualidad que el pico que la señala se llame “De los Pozos” y su ladera principal, Pozos.
La Braña Mostachales en Somiedo (línea continua), parece referirse a las rocas verticales desconexas que están sobre ella: “motx atx ale”, colección de rocas cortadas (línea en tramos).
[1] Se ha inventado el “veranus tempus” para llamar a la transición entre invierno y primavera.
[2] En los cuales no es operativa la siega, sino el aprovechamiento directo.