Los ingenieros manejamos fórmulas para clasificar la rigidez de materiales y montajes, pero los médicos tienen criterios diferentes.
Lo oficial para la rigidez (tiesura o tendencia de un material a resistirse a la deformación), es que proceda del latín “rigidus”, punto; nada parecido al “acamptos” griego, al “kathor” védico, al “yotski” eslavo ni al “anyblig” celta.
Hace cuatro siglos la rigidez no aparecía en los diccionarios; quizás la suplantaba “rezio” o acaso la condición de “recio”, inexistente en latín, que se hacía verbo arreciar y se relacionaba -por el arte del birla birloque- con el “rectus” latino sin que se sepa que pueda tener que ver la rigidez con la línea recta, cuando un simple paseo por el vascuence o la consulta a un arquitecto o historiador hubiera explicado que “har esi” es el nombre nativo de un muro de piedra, una muralla; quizás el modelo de reciedumbre que cualquier medieval (o anterior), mejor pudiera entender. Imagen de portada, paño de muralla recia rescatado en Zaragoza.
“Har esi a”, la forma articulada sin género que suena como “arrecia” tomada por el castellano, pronto creó su imagen masculina en “arrecio”, que la habitual aféresis dejó en recio para siempre.
Chapuzas que pasaron inadvertidas para quedarse entre los papeles viejos y hacerse incontestables, así que los etimólogos de toda Europa más preocupados por conservar su fama que por buscar la verdad, han condescendido con las fantasías latinas de sus colegas y así, se consulte lo que se consulte, surge un modelo dogmático que jamás pensó consultar al vascuence.
Volviendo al “rigidus” citado, que no parece tener nada que ver con el “rigo” (de regar), pero sí con el “rigor-rigoris”, no tiene antecedentes latinos ni indoeuropeos, aunque la internacional “IE”, se ha inventado una raíz que según ellos hubo de existir, “*reig” para llamar a la tiesura y -por eso- a partir del siglo XV ya aparece el adjetivo “rigid” en inglés.
Solucionado.
Solucionado, a no ser porque la euskera rebusca entre sus raíces y aparte de la “harr, harri”, piedra en singular o plural, entre las escasas voces con jota, tiene una bonita “jira” que significa condición o estado que completando al modelo de piedra, forma el adjetivo “harri jira”; dura como la piedra, voz muy propensa a que la “r” vibre menos y se mude en “d”.
Por otra parte, los vascos, que no conciben que una voz empiece por “r”, habrán usado indefinidamente “harrijida”, pero los castellanos, propensos a la aféresis, -como antes- facilitaron que se volviera a perder la vocal inicial para quedar en “rígida” y entendiéndolo como femenino, crearon el “rígido”