Si el perro del castellano tiene una etimología desconocida[1], el “txakur” del euskera no anda mucho mejor en opinión de los sabios que han gestionado durante diez años el Diccionario Etimológico Histórico del Euskera que lo encuentran “muy difícil” y se quedan sin aportar nada, porque nada hay en bibliografía de donde ellos se nutren.
Aquí, los que profundizamos algo más de “lo oficial” en esta lengua, sabemos que hay otra voz no tan compartida, pero, general en todos los dialectos, para llamar al “can canis” de los latinos; se trata de “orrá”, graciosamente más conocida por el nombre familiar para las croquetas, “orrá kakak”, por el parecido que estas maravillas de la cocina suelen presentar con la “caca de perro” o “caninas” como algunos la llaman, cuando están fritas y calientes.
Volviendo al euskera y a su forma universal de llamar al perro, se ha discutido mucho sobre el origen de “txakur”; hace ya cien años que alguien -incluso- lo publicó, planteando que “katx orr” (cachorro), literalmente perro incompleto, cacho, promesa de perro…, podía haberse invertido para dar “txa kor”. Ahora, recientemente, puedes encontrar un análisis de esta voz que no precisa más de un folio para ser explicada, ocupando cien páginas, con una veintena de referencias bibliográficas, con argumentos de lingüística cognoscitiva y de las leyes de variación fonñetica, con discusiones sobre la extensión, distribución y datado del pastoreo y comparando nombres de treinta lenguas para no llegar a conclusión alguna porque a estos autores de biblioteca, les falta el “toque práctico”, el haber pasado quince días con pastores y saber que es lo importante y qué lo secundario en el manejo de rebaños.
La clave no está en si el perro es grande o pequeño, callado o gruñón, si se tumba para no ser visto o si da saltos y brincos; el asunto clave para que los humanos se despegaran de los bordes de los bosques hace cientos de miles de años, fue la domesticación conjunta de ovinos, caprinos y cerda, con perros, epopeya de miles de años, que modificó psicología y biología de todos ellos, consiguiendo que los perros concentraran los animales sin dañarlos y los condujeran en la dirección adecuada.
Esto se resolvía, no como el pastor que con su cayado va por delante, sino haciendo que los perros “empujaran” al rebaño por detrás, lo que en euskera nativo se dice “sakatu”, verbo formado con la raíz “saka”, que aplicada al perro, da “saka orrá”, perro de empuje, como aplicada a los mozos, da “zagal”, evolución de “saka ahal”, el apto o diestro para empujar; uno de los peores niveles profesionales del pastoreo porque los zagales han de “arrear” al rebaño perezoso o excitado, pisando todas sus heces y tragándose el polvo, pelo y los parásitos que se desprenden. Imagen siguiente y de portada.
Mal servicio el que hace la academia vasca, permitiendo que la primera acepción que aparece en los diccionarios elementales para “empujar”, sea “bultza” (realmente, resoplar), cuando debería figurar “saka”.
En cuanto al “perr u” y por ende al perro, su origen está relacionado con la incontenible necesidad que tiene esta especie de cánido, de mordisquear llenando de mellas los objetos de cierta consistencia y dureza que consiguen (palos, huesos, conchas, plásticos e incluso algunos metales) durante una gran parte de su vida. De hecho, la “pressio” del latín, es un préstamo del euskera a partir de “perre”, mella, deformación, acción que se complementa con “zio”, causa, origen, explicando la deformación del material por la concentración del esfuerzo de sus muelas.
[1] La Real academia abogaba por un origen griego (“pyr”), por ser los perros fogosos, el gran Corominas prefiere que sea una onomatopeya del bufido, “pirr, pirr”; otros aseguran que su origen es celta… Todos yerran.