Entre las mil fantasías y exageraciones que suelen componer la historia, a los niños de enseñanza secundaria de la posguerra se nos contaba la Reconquista como una gesta heroica cuya segunda fase fue la repoblación de las tierras yermas que abandonaban los musulmanes vencidos. Imagen de portada.
La extrapolación a lo universal de algunas crónicas auténticas en que se citaban traslados de familias de colonos por los nobles vencedores para labrar las tierras objeto de su botín, han dado durante el siglo XIX lugar a la certificación por cronistas “de nivel”, de un modelo en que a partir de los siglos XI y XII, masas de gallegos, navarros y vascos[1] eran trasladados a las áreas cerealícolas[2] para afianzar su economía y crear el embrión de un nuevo estado.
Los que seguían la rama de Letras en la universidad, volvían a nutrirse de la inmensa bibliografía surgida desde el Renacimiento sobre aquellas crónicas y ya no han podido escapar de una senda en la que salirse era anatema además de ser verdaderamente difícil el hacerlo por la ausencia de otras referencias.
Nadie ha estudiado jamás la complicada logística que una reconquista contada así representaría, pero los que manejamos paramétricamente el territorio, aseguramos que no han sido posible esta ni otras gestas y hazañas y que es necesario reanalizar Prehistoria e Historia para poder determinar una dinámica humana que fuera viable en cada periodo.
Para eso habría que crear una nueva disciplina en la que, sobre un esquema racional, el euskera sería una herramienta clave.
La existencia comprobada de pueblos o aldeas que se llamaban Gallegos, Bascones, Bascos, Vizcaínos, Navarros… fue argumento suficiente para que los fabricantes de leyenda certificaran la generalización de aquellos traslados masivos de población y esa teoría entrara de lleno en la configuración apresurada de casi mil años de historia, dejando sin estudiar numerosos indicios que no radican solamente en documentos, sino en otros soportes como la Toponimia integral, la Etimología crítica y la Razón.
En este ensayo se van a considerar solamente las variantes Vasco, Vásco, Basco, Básco, Gasco con sus segundas derivadas para concluir que ninguna de estas formas se refería a nativos del actual país vasco (que en épocas remotas eran más conocidos como Vizcaínos), sino que la mayor parte de ellos lo hacen a características del terreno, concretamente a la acumulación de tarquines o aluviones sin consolidar por ser zonas bajas o siendo altas, porque desde ellas se dominan las áreas inundables subyacentes.
Aparte de esta solución, no es descartable que “basko” pudiera haber llegado a “barko”, una variante del concepto de barranco, en referencia a surcos jóvenes y depresiones alargadas, generalmente estrías de erosión.
Navarros[3] y sus aparentes derivados que se distribuyen por toda la geografía, merece un estudio diferenciado para el cual se están ordenando los innumerables datos que apuntan a lugares identificables con las navas o zonas bajas, deprimidas de morfología más regular que las anteriores.
Volviendo a los vascos, la forma original, “baska”, y otras derivadas como los ejemplos siguientes, son probablemente rectificaciones cultistas de los nombres entre paréntesis, para los que se da la interpretación desde el euskera; “baska une” (Váscones), área aluvial, “bask un zillo” (Vasconcillos), fosa colmatada, “bask ildo” (Vasquillos), surco embarrado, “bask oru bia” (Vascorrubia), camino al predio aluvial, “u bask un” (Uváscones), ribera inundada, “tart o bask un” (Tardovéscones), entre zonas aluviales… “bila bask un” (Villavascones), concentración de deposiciones…
No es en absoluto extraño que olvidada o absorbida por los romances la lengua ancestral, para generaciones tan alejadas de las que pusieron los nombres, estos ya no tenían un significado comprensible, aparte de que siglos de trabajos agrarios modificaran notoriamente la fisonomía local, lo cual no ayudaba a la conservación del significado.
Un primer análisis ha de considerar siempre la ortografía, conjunto de reglas que -en general- distraen y alejan de un camino adecuado para resolver, reduciéndola a un denominador común; así, Vasco, Vasca, con uve y sin acento, es relativamente abundante desde Gran Canaria hasta Teruel y desde Cádiz a Estaca de Bares, consistiendo en lugares sin núcleos ni viviendas, muy a menudo en entornos incoherentes para un antropónimo -aunque sea genérico- como el Alto de la Vascona en Sigüenza a cuyos pies hay dos zonas húmedas (imagen siguiente) o Vascorrubios[4], un barranco en la zaragozana y remota Sierra de Cucalón.
Vásco, así, tónico es más raro, pero persistente, se repite “tal cual” en el hito topográfico y ermita de Nuestra Señora de Váscones (que visité hace años ante la insistencia de una prima casada en el cercano Revenga de Muñó), un altozano con varios arroyos paralelos. Forma y entorno que se repite en Los Torozos. Imágenes siguientes.
Y como Uváscones en La Bureba y Tardováscones en Villadiego, zonas de cárcavas interminables que -incluso- se reflejan en la toponimia.
Entre los aparentes derivados de Basco, hay un pueblo en El Tozo, llamado Basconcillos, escondido entre estribaciones del páramo de La Lora y en cuyo entorno aparte de notables cárcavas, hay cuevas, nombre cuya coda, “cillos” no es un diminutivo, sino que recuerda los hoyos o simas, “sillo”.
Bascones, también en Sesma, en Tordesillas, en La Mesa de Ocaña o Aigues Tortes, casi siempre cerca de un collado o paso de un páramo al valle o cuello de montaña, pocas veces en entornos con tierras profundas y fértiles como habría de esperarse si su nombre procediera de repoblaciones.
A veces donde solo hay barrancos, como en el Mirador de Bascos, un borde de acantilado en lo más occidental y agreste del Roque del Basco, en lugar tan lejano como El Hierro; otras arroyos, barrancos y collados, que pueden estar muy cercanos unos de otros (media milla) con aparentes derivados como Cerrobáscones ó Caserío Basconcillos en tierras de Montuenga, pobres sin indicios de haber habido casas ni labrantíos.
También hay variantes como Abasco, Rebasco, El Rebasco, Lo Rabasco, Norbasco, Tabasco…, en Los Pedroches, bajo Segura, La Coruña y Sierra de Madrid, pero también Bascona en el nombre de una riera en lo más abrupto del Montseny.
Con acento esdrújulo hay varias aldeas; la aparente matriz, Báscones a secas, una aldea cercana a Oviedo; Báscones de Ebro, de Ojeda, Valdivia, Zamanzas y del Agua en Cantabria, Palencia y Burgos. El Báscones de Valdivia, en un área desecada tardíamente donde antes hubo vados (“ibia”).
Compuestos como un mero Villabáscones y Villabáscones de Bezana, el primero en Sotoscueva, apenas tres casas, igual que el segundo, también en Merindades, son lugares en que no encaja una supuesta aportación masiva de colonos, bien porque otros núcleos consolidados ya explotaban las tierras, bien porque estas son muy escasas y válidas solo para ganadería, actividad que nunca desapareció porque hubiera nuevas organizaciones militares de protección -como los godos o musulmanes-
En cuanto a barcos y aparentes derivados, hay cientos que mayoritariamente apuntan a zonas deprimidas alargadas como la laguna del Barco, a 1800 metros de altura en Gredos, que es el paradigma de un barco o depresión alargada y con laderas pendientes.
Para terminar, tanto “gasco como gascón”, aparecen relacionados respectivamente con hondonadas y saladares (posiblemente por proceder de “bask… y gazk…”, sima y sal; así, el llamado Volcán de El Gasco en las Hurdes, sima tan profunda como regular y otro ciento largo más de nombres parecidos, no se refieren a gascones ni vascones peregrinos, sino a fenómenos de la superficie de la tierra.
El mensaje de este articulito se extiende a que los aparentes derivados de vascos y vascas, tampoco responden a viajeros o colonos medievales; son mucho más antiguos y por primera vez en miles de años se está en la senda de descubrir sus mensajes prehistóricos
[1] De “Gallegos” se han publicado dos ensayos en Eukele.com: “Los Gallegos Viajeros” y “Gallegos en Galicia”
[2] En literatura, aparecen Bascones en Burgos, Palencia, y Asturias; Bascos en Lugo y Orense, Vizcaínos en Burgos, Navarros, Naharros y Narros en casi todas las provincias.
[3] Con menor intensidad y solo a modo de análisis general previo a un ensayo posterior, se han considerado otros aparentes gentilicios en Toponimia, como “castellanos, andaluces, riojanos, catalanes, aragoneses…”, otros inexistentes, como “extremeños o riojanos”, pero todos ellos interesantes para crear un “cuerpo” para esta disciplina en desarrollo.
[4] “rubio, arrubio” es otro descriptor de zonas con abarrancamientos incipientes (Andarrubios, Atarrubio, Calcarrubias, Cenarrubio, Larrubita, Matarrubia, Peñarrubia, Talarrubias…