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Bola, bulla…

A estas alturas todo el mundo sabe distinguir entre una bola, un objeto esférico macizo y un globo, una burbuja o una pompa; lo mismo, pero elementos vacíos, solo superficie.

Si esto es así ahora que vivimos en un mundo de virtualidad creciente, ¡qué no sería hace miles de años cuando la experiencia era la forma de confirmación de lo que los mayores o los sabios nos transmitían…!

Con esta introducción se está planteando al lector un esfuerzo de abstracción para situarse en una época anterior a la de las civilizaciones sedentarias agrarias y urbanas en la que las experiencias vitales ya se habían reducido mucho en comparación a las épocas nómadas previas, cuando se puso nombre a la mayor parte de los elementos y fenómenos naturales.

Bola se dice en castellano, en euskera, gallego, catalán y portugués y de forma muy parecida (bol…, bal…, ball…) en muchos de los otros idiomas cercanos, desde el griego a varios de la familias sánscrita, germánica y latina; pero no en el latín, donde a la bola se le llama “globus-globi” ni en el árabe y en varias lenguas eslavas, con nombres muy diferentes.

Curiosamente, la erudición lleva siglos queriendo que el origen de la bola esté o en el “balo” griego, lanzar (según los sabios, porque las bolas se lanzan…) o en la “bulla” latina, como decía Covarrubias, “la campanilla que suele hazerse en el agua, quando encierra debaxo de si algún aire” del latín “bulla”, burbuja; opciones ambas muy cultas y del gusto oficial, pero que cojean desde la lógica.

Para aportar un poco de luz, es oportuno empezar con una pregunta.

¿Hay bolas en la naturaleza o son una idealización humana?… ¡Las hay y de muy diversa factura!

Las más habituales y accesibles para nuestros antepasados, han sido -sin duda- las perlas nacaradas que muchos moluscos (mejillones de aguas dulces y limpias y ostras marinas como las de Omán y Ormuz), crían y que aparte de ser devorados con fruición, a veces, traían sorpresas.

También hay algunos frutos casi esféricos, aunque efímeros y – aunque en apenas un par de lugares en el mundo-, también hay grandes y enigmáticas rocas esféricas, como las de Costa Ría y Nueva Zelanda. (ver imagen siguiente), que ignoramos si antes eran más habituales.

 

Como habituales son las “piedras rodadas”  en algunas zonas donde los ríos son muy energéticos o en costas acantiladas de mares igualmente bravos y con mareas,  donde algunas piedras entre miles, pueden ser “cuasi-esféricas”. Me vienen a la memoria dos lugares muy conocidos, las gargantas que bajan al Tiétar desde Gredos y la playa de “Arribolas” (piedras esféricas), en Bermeo, donde -de niño- yo encontré una bola casi perfecta que rodó años por casa. Imagen de portada, Arribolas,  «piedras esféricas».

Garganta de Alardos

Sin bucear hasta las profundidades abisales para sacar algún nódulo de manganeso, también hay algunos fenómenos de acreción que generan bolas casi perfectas. Durante un transecto florístico en un lugar remoto y apenas transitado en el Alto dels Cargols en Valencia, yo mismo encontré una esferita de arcilla de descarbonatación en uno de los numerosos huecos o cazoletas de una caliza de aquel áspero lapiaz.

Imagenes siguientes, nódulo de manganeso y bola de acreción encontrada en Valencia.

Tampoco debe extrañar, que durante el largo Paleolítico y después, las pepitas de oro encontradas en placeres (en tanto aprendieron a hacerlas huecas), fueran modeladas por aquellos artesanos para hacer esferas doradas, como estas de la edad del hierro encontradas en las cercanías de Lincoln, Inglaterra.

Todo esto quiere decir que, para seres inteligentes, la diferencia entre macizo y hueco hubo de ser categórica, siendo difícil de creer que la bola y sus diversos parientes se hayan originado “anteayer” en Roma y a partir de la “bulla” o burbuja.

¿Otro indicio?… La propia “bulla” que se relaciona con ebullir (hervir), un verbo que en las culturas sedentarias se originaba en las ollas de barro y el agua hirviendo a borbotones, puede ser llevada varios miles de años atrás si se analiza desde el euskera, donde “bu-fu” es el soplido, la proyección dinámica de aire, gases o vapores y “eila”, la acción, de forma que, en conjunto, “bu eila” son las pompas o burbujas producidas por un fluido ligero sobre un líquido.

Más aún, la propia boya, invención imprescindible para cruzar ríos, para la pesca y navegación, creada originalmente con una vejiga hinchada y después con pieles enteras de cabras o incluso animales mayores, tiene la misma etimología, “bu eia”, esto es, conseguida soplando.

Y el propio globo, símbolo de lo hueco, etéreo y ligero cuya explicación etimológica a partir del “globus- globi”, aglomeración, masa compacta, hacinamiento es absurda aunque se use desde el siglo XVIII (ver explicación de Terreros), se entiende a la perfección desde el euskera “kol obo”, donde “kol” es el hueco, la ausencia de material que permite el paso (raíz del verbo colar, que nada tiene que ver con “collatio”, muchedumbre) y “obo”, figura circular.

Negada la procedencia de bola desde “bulla”, falta una hipótesis más creíble para su origen.

Una de las voces con mayor polisemancia en euskera, es “ol-ola”, cuya acepción más antigua es curva[1], redondel, bastidor… y después, desde madera labrada hasta cabaña y recinto…

Curva obtenida de un plano, como las olas del mar en grandes profundidades (“unda” en latín), formando superficies cilíndricas o cónicas (“curvas cónicas” en matemáticas), pero que cuando la curvatura pasa a estar en dos (o más) planos, forma la familia de “cuádricas”, cuya figura más notoria es la esfera, siendo esta su explicación desde el euskera: “bi ola- bola”, modelo de curvatura doble.

En fin, los mimbres sueltos de la Academia de la Lengua y todos sus fieles replicadores, tratados por el euskera, comienzan a tener coherencia.

 

 

 

 

 

[1] La voz antigua más notoria es la “ola” marina, superficie curva hasta el momento de la ruptura y que la Academia se vuelve loca para entender de donde le llegó al francés “houle”, para que el castellano la copiara.

Sobre el autor

Javier Goitia Blanco

Javier Goitia Blanco. Ingeniero Técnico de Obras Públicas. Geógrafo. Máster en Cuaternario.

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